Durante la precampaña y el arranque de la contienda presidencial, Peña Nieto –el engendro de Televisa- y Josefina Vázquez Mota, la candidata que se cae de hambre, tuvieron un pacto tácito: ignorar a Andrés Manuel López Obrador durante sus “enfrentamientos”.
A la pretensión de que el candidato “iba tercero”, que tenía “menos de quince puntos” en las encuestas y de que estaba “acabado” políticamente, se sumaron encuestas amañadas –copeteadas, dirían algunos- y el gorjeo mediático de “intelectuales” orgánicos y levantacejas del duopolio televisivo que daban por muerto al candidato de izquierdas a la presidencia.
Sin embargo, poco o nada duró la “demoledora estrategia” del PRIAN, la cual se derrumbó tanto por el peso del rechazo de grandes sectores de la ciudadanía a Enrique Peña Nieto como por la ineptitud de Josefina y sus cerebros (es un decir) de campaña.
Galvanizados los jóvenes y estudiantes en contra de Televisa y la imposición mediática de Peña y con la virtual desaparición de Josefina del escenario político, la subida de Andrés Manuel en las preferencias –quién en mi opinión nunca estuvo tan bajo como pretendió la “mafia”- era inevitable.
Presos de la desesperación, Televisa y los “genios” detrás de su campaña vuelven a reactivar la guerra sucia que utilizaron en 2006 en contra del candidato, ahora con tópicos tan poco ingeniosos como acusarlo de “sembrar odio”, así como inventarle un supuesto conflicto con un supuesto grupo de “adelitas”, tanto en medios comprados como en las redes sociales con hashtags como #AMLOabusadeAdelitas y #AMLOSiembraOdioCuando.
Pero el 2012 es radicalmente diferente al 2006. Con un candidato tan desprestigiado y autoritario como Peña Nieto, con una población curada de espanto con respecto a los ataques de siempre contra Andrés Manuel y el poder de las guerras sociales, esta nueva instancia de la guerra sucia está condenada al fracaso.
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