Bastó la hora y media que pasaron juntos, departiendo con otros amigos (Joaquín, Carlos, Polo, Adela, Brozo, Denise), para que en Ciro aflorara al fin el fenómeno de la seducción producido con la sola presencia del candidato presidencial del PRI, ese “gran embaucador”, en palabras del periodista de Milenio-Televisa.
Embaucador que calló a los amigos, los reprendió, les “cobró”, con ademanes y mirada de águila (¿será la del aguilucho de uno de los libros que le marcó la vida, El águila ensillada de Karlos Krauze?), cada intento que los periodistas objetivos hicieron por interrumpirlo. Y Peña estableció su ritmo. El tono monocorde. Las generalidades y vaguedades. La hueca demagogia conocida. El guion prestablecido. De allí que ninguno de los entrevistadores, ni los más aguerridos, osara detenerlo y confrontarlo con ideas, con datos concretos, obligarlo a responder más allá de la barata retórica priista y el robótico movimiento de brazos y manos.
Por ejemplo, Peña insiste en que la Suprema Corte de Justicia validó el uso de la fuerza pública para reprimir a los pobladores de Atenco. Merker, quien hizo la referencia al asunto, pudo haber parado secamente al candidato y decirle: Sí, la Corte finalmente avaló su acción represora, pero no sin antes haber señalado la cantidad de abusos cometidos por su gobierno contra la sociedad; y enseguida, enlistarlos puntualmente. Validación de la corte que, por otra parte, devino en una resolución contradictoria más en beneficio del poder.
Ciro dice que el candidato en cuestión fue “duro con la ‘escoria priista’”. Montiel, el tío, Salinas, el padrino, Moreira, el cómplice, Hank Rohn, el respetable, etc. Que negó a Gordillo. Nadie le cuestionó sobre esta falsedad del priista quien en vía de hechos continúa liado con la dueña del PANAL. Etcétera.
La única certeza de Ciro en su columna “’Tercer Grado’, hora y media con Peña Nieto” es que le ve “la política en la yema de los dedos” y que “desafía y seduce”.
Sin duda alguna que los periodistas de tercer grado, no sólo Ciro (quien, aparentemente distante, tardó cuando menos media hora en hacer su primera intervención), estuvieron embelesados. Pero semejante embeleso lleva ya más de 6 años. No tiene nada que ver con el nuevo rostro del PRI (la máscara de siempre), y sí con los millones de dólares que el candidato ha entregado desde 2005 a Televisa para su promoción y, como muestran las evidencias de la semana, a Joaquín López Dóriga. Para el asunto, revisar la documentación ofrecida por Jenaro Villamil y el seguimiento de Carmen Aristegui.
“Con dinero baila el perro”, dicen. No creo, los canes no conocen el valor de la riqueza monetaria. Pero sí que la huelen y procuran los periodistas objetivos.
P.D. Corre la versión, de acuerdo a un camarógrafo, de que Peña Nieto y Televisa habrían grabado el programa un poco antes de su trasmisión, para dar ocasión de editar, mejorar, modificar, etc., cuando se supone que el programa es totalmente en vivo. Es posible.
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