Dos (posibles) buenos puntos para Mancera y vuelta a Webster
Recientemente, Miguel Ángel Mancera ha hecho dos declaraciones que bien pudieran afectar favorablemente el futuro de la ciudad de México.
1. Sobre la eliminación gradual de los microbuses para que al término de su administración la ciudad esté libre de ellos. Serían sustituidos por autobuses y por la ampliación del sistema metrobús.
2. Sobre la determinación de sostener el propósito de la administración local de mantener libre de ambulantes la recién inaugurada línea 12 del metro así como sus inmediaciones.
De entre la multiplicidad de problemas de la ciudad, los microbuseros y ambulantes son dos que merecen inaplazable atención. Si Mancera logra un control verdadero, no simulado, sobre ambos fenómenos, habrá hecho un bien a la ciudad. Sobra decir que estos asuntos deben ser tratados sin medidas represivas y más bien haciendo uso de la negociación y planteando propuestas alternas claras y eficientes.
1. Sin rodeos, todo el sistema de microbuses se ha convertido en una lacra social. Desde las mismas unidades que prestan el servicio en condiciones sumamente deplorables en su infraestructura -sucias, con sillas en mal estado y como para niños de preescolar, no para adultos, saturadas, sin aditamentos de comunicación y seguridad, escandalosas, malolientes, rotas, etc.-, hasta el chofer indolente tantas veces violento y aun criminal, pasando por los agresivos cobradores de cuotas en las bases y la red implicada en ello, todos, representan una absoluta e indignante falta de respeto para el usuario, quien si osa quejarse de algo, lo más probable es que sea violentado.
Lo mejor que puede suceder con este mecanismo de transporte, es su pronta desaparición y sustitución por un servicio profesional que respete al pasajero en todos los sentidos. Ni dudar que el sistema de metrobuses ha aliviado parcialmente el padecimiento del fenómeno microbús, pero no es suficiente. Aún el propio metrobús debe mejorar su servicio ya sea con unidades más amplias o corridas más frecuentes. Hay que añadir que la solución a este problema también comprende las impresentables rutas que del Estado de México entran a la ciudad.
2. El ambulantaje es quizá el problema con mayor crecimiento en el país. Lo es en la ciudad de México, en particular, en el sistema metro. Y también es ya una lacra. Una vez más, encontramos radical falta de respeto para el usuario que desea viajar, si no cómodamente, cuando menos con cierta tranquilidad física y mental. Y también encontramos violencia de parte de los vendedores. Violencia auditiva con voces y aparatos altisonantes que venden toda clase de mercancía dudosa. Y no son solo los vagones, los ambulantes entorpecen los cruces, los túneles, los trasbordos. Y nuevamente también, si el usuario se queja, corre el riesgo de ser violentado no por el vendedor con quien establece la querella, sino por todo el grupo de vendedores a la redonda, que para ello están organizados. El diseño de los nuevos vagones si bien libera un poco de la aprehensión del encierro, también facilita el tránsito de los vendedores. Es claro que ningún transporte público debe ser un lugar para la compra-venta. Hoy, un vendedor tras otro recorre los vagones incansable y sistemáticamente, entorpeciendo la comunicación y afectando la vida de los ciudadanos.
Este será un reto más difícil de superar que la sustitución del microbús. Y aunque Mancera ha definido la intención para la nueva línea del metro, en realidad, esta política debiera extenderse a todo el sistema, incluyendo las entradas al mismo. El ambulantaje no es necesariamente o no exclusivamente una expresión de la miseria, sino de redes organizadas para la venta ilegal de productos de dudosa calidad.
Es deseable que estos planes se materialicen más temprano que tarde.
Como postdata, una vuelta al tema de la columna anterior sobre Webster Henestrosa, el secretario de cultura transitorio nombrado por Mancera. Al respecto, recibo correo electrónico de un lector refiriéndose a la respuesta que a esa columna diera Federico Arreola en una respectiva; a petición suya, transcribo la parte sustancial:
“Vengo de leer la columna de Arreola. Su planteamiento suena lógico, pero a la vez es tramposo. Lo que se le cuestiona a Henestrosa no es tanto su priismo, sino el hecho de haber formado parte del gobierno de un priista nefasto y el hecho de que Mancera haya ignorado a otros posibles candidatos a ese puesto a personas que formaban parte del ámbito cultural del DF. Además de pasar por alto las opiniones de intelectuales comprometidos con el gobierno de izquierda de la ciudad. Ciertamente para mí y para muchos el hecho de que el tal Henestrosa sea o haya sido priista nos resulta repulsivo. Pero más que esto, es el hecho de que fue parte de un gobierno corrupto y represor. También Arreola cae en la trampa que muchos jilgueros de los medios tararean frecuentemente. Eso de que Obrador, Porfirio, Cárdenas y demás fueron del PRI. Sí, lo fueron, pero su historial y sus convicciones los marginan, por lo menos un poco, del stablishment priista.”.
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