Para alimaña política, Marcelo
JANE DE LA SELVAmar 30 de octubre de 2012
Marcelo Ebrard y Felipe Calderón se avocan a engrandecer juntos sus respectivas administraciones.
Juntos, se avocan a la tarea de convertir en actos heroicos, sus horas finales.
Se arrejuntan felices para gozar de la inauguración de la nueva línea de tren urbano que según llegó a la selva la información de la capital, no soluciona el problema del transporte en la zona, porque justo confluye donde otras vías alternas, cargando de tráfico y creándose un cuello de botella, que derivará en otras peores situaciones de atascamiento para las personas que intentan movilizarse por allí.
Pero además de esto, que grave sería, la nota la da la foto de compartida alegría por los hoy entrañables amigos dirigentes que se van, que dejan sus respectivas sillas al mando para irse al extranjero una temporadita donde habrán de profundizar en una amistad que fluye por el mismo camino.
Se ve que concuerdan, que se respetan, que ahora son libres para apreciarse mutuamente.
Se sabe que se enorgullece el uno de que el otro le hubiese completado la lana para terminar la gran obra pública durante su gestión—por lo que agradece el hinchado marido de la redonda hondureña a su respetado Presidente, su gran generosidad—que sí se manifestó, como dictan los cánones, en el presupuesto.
El oportunismo y la falta de escrúpulos describen a Marcelito.
Es un enigma cómo fue qué Andrés Manuel no lo vio y permitió que esta y otras alimañas ponzoñosas se le arrimaran tan cerca.
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