100 días: ¿péndulo o espiral?
Ricardo Monreal Ávila
2013-03-05 • ACENTOS
El próximo 10 de marzo el actual gobierno cumple sus primeros 100 días. Momento propicio para preguntarnos si la llamada “segunda alternancia” se mueve con la dinámica de la espiral o, por el contrario, sigue el curso de un péndulo.
Ramón Xirau, filósofo mexicano de origen catalán, en su obra El péndulo y la espiral alertó sobre la necesidad de distinguir entre la historia como repetición mecanicista de acontecimientos y la historia como movimiento circular ascendente. En la primera, los hombres imitan modelos y conductas de un pasado que consideran glorioso. En la segunda, son agentes transformadores de la realidad, donde el pasado es solo una referencia circunstancial, no una preferencia existencial.
“Se ha hablado con frecuencia de las alternativas de flujo y reflujo que se observan en la historia. Toda acción prolongada en un sentido entrañaría una reacción en sentido contrario. Después volvería a iniciarse y el péndulo oscilaría indefinidamente. Sin embargo, en otros casos el péndulo posee memoria y no es lo mismo a la vuelta que a la ida, puesto que se ha enriquecido con la experiencia intermedia. Por ello la imagen de un movimiento en espiral, que algunas veces ha sido evocada, sería más exacta que la de una oscilación pendular”.
Los primeros pasos de la nueva administración nos evocan de manera inevitable el estilo salinista de gobernar. El Pacto por México, la reforma laboral, la cruzada nacional contra el hambre, las modificaciones a los documentos básicos del PRI, la reconfiguración partidista de la administración pública, las reformas fiscal y energética, la llamada reforma educativa y el reciente golpe a la lideresa sindical del magisterio nacional, nos remiten de golpe a un déjà vu político, al recuerdo de una época por todos conocida: el salinismo.
Como aconteció en 1988, el actual gobierno nació con un déficit de legitimidad política. El de ayer fue producto de una “caída del sistema”; el de ahora es la consecuencia de una campaña inequitativa donde el dinero de procedencia desconocida fue la nota dominante.
Hace 25 años el quinazo inició un proceso de concentración de poderes en la figura presidencial, que permitió posteriormente impulsar reformas democráticas en sus propósitos pero devastadoras en sus consecuencias sociales como la agraria, el TLC y la privatización de diversas empresas estratégicas, especialmente la banca. El día de hoy, el elbazo busca el mismo efecto concentrador de poder en el Ejecutivo federal a fin de impulsar en lo inmediato la reforma educativa, y obtener más fuerza para promover al menos dos reformas adicionales, mediante las cuales la actual administración busca dejar su huella, la energética y la fiscal.
Hace un cuarto de siglo, Carlos Salinas alentó el bipartidismo como modelo de participación política; pactó y cogobernó con el PAN, a la par que inició una estrategia de aislamiento y arrinconamiento de la izquierda. Hoy, Peña Nieto retoma la tradición de los pactos políticos cupulares (la pactitis) y le pone una tercera pata a la mesa de negociación, con PAN y un sector del PRD como interlocutores, en el marco del Pacto por México. Deja atrás el bipartidismo ciertamente, pero refuerza la partidocracia como forma de legitimación dominante en el ejercicio de gobierno, mientras retoma la política de cooptación de banderas, programas y dirigentes de la izquierda.
Hace 25 años el PRI se reconfiguró como el brazo político del Presidente, se reformaron sus documentos básicos y transitó del “nacionalismo revolucionario” al “liberalismo social”. Hoy se revive el triple play priista (jefe de Estado, jefe de Gobierno y jefe de partido) y se instaura el predominio absoluto de la ideología económica neoliberal en sus documentos básicos, lo que ha permitido revisar los “temas tabúes” como el IVA en alimentos y medicinas y la privatización de Pemex.
Hace dos décadas se estrenó el programa de combate a la pobreza Solidaridad, que se convirtió a la postre en el programa asistencialista más importante, no para terminar con la desigualdad del país, sino para transformar a los pobres en botín electoral. Hoy se relanza una Cruzada contra el Hambre que tiene el mismo diseño clientelar de las políticas salinistas contra la pobreza: despensas por votos.
Así nos podríamos ir, punto por punto, para ilustrar la manera como asistimos a la restauración de un tipo y estilo de presidencialismo que se creía superado.
Quienes hoy lanzan las campanas al vuelo por el arribo de una “nueva etapa democrática” del país, les vendría bien releer a Ramón Xirau y recordar el final desastroso del salinismo. Esto parece más un péndulo restaurador, que una espiral progresista. Con un agravante: cuando el péndulo viene recargado, termina convertido en boomerang. Al tiempo.
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