Otra vez el aeropuerto de Texcoco
Tema vigente...
Un tema que entre 1997 y 2002 polarizara a los grupos políticos, y económicos, del Estado de México e Hidalgo, hoy aliados indisolubles por la coyuntura nacional, pareciera estar por despegar con mayor seriedad: la construcción del aeropuerto alterno para la Ciudad de México.
El tema de la construcción del aeropuerto alterno para la ciudad de México, a raíz de la tragedia del 4 de noviembre de 2008, en que la nave LearJet 45 cayera en plena zona urbana, se volvió a abrir y nadie objetó su necesidad e imprescindible, pero como sucedió durante el sexenio foxista, al calderonismo le importó un cacahuate, pues sus amigos cercanos en la SCT simplemente fueron peor que un cero a la izquierda.
A diferencia de 2002, en que diversos actores políticos e fuertes intereses económicos intervinieron para disputar la ubicación y ampliación de la terminal aérea, esta vez existe un consenso generalizado de partidos, del gobierno del DF y la Federación para que se tome la decisión en lo inmediato porque la actual terminal, disfrazada en T1 y T2, ya no aguanta mucho y cada vez las pérdidas son multimillonarías para el sector aeronáutico del país.
Ahora las cosas parecen diferentes. Eso es lo que han venido deslizándose desde la campaña de Eruviel Ávila, a pesar de la sombra del movimiento de San Salvador Atenco, cuyas acciones terminaron por diezmarlos y derrotarlos. Además, al parecer la actitud de los nuevos funcionarios es que dicho proyecto no puede ni debe ser excluyente para compartir la riqueza que se generará con los pobladores de las comunidades cercanas. Lo saben los del Grupo Hidalgo y los del Atlacomulco Power.
El camino ya puede estar más que allanado. El 2 de agosto de 2002, el Gobierno de la República anunció que “había tomado la decisión de realizar los trámites conducentes para dejar sin efecto los decretos de expropiación” de terrenos de San Salvador Atenco por "la negativa de las comunidades ejidales respecto al proyecto original" de construcción del aeropuerto alterno de la Ciudad de México.
Originalmente, para la primera etapa del llamado proyecto Texcoco, que comprendía cinco años se invertirían 2 mil millones de dólares y otros 7 mil más para la conclusión de obras de infraestructura en otros cinco años más. Actualmente, además de que se han perdido más de diez años de tiempo para tomar nuevamente la decisión y se ha invertido una fortuna en la construcción de la llamada terminal 2, se requieren, para arrancar un nuevo proyecto, de al menos 20 mil millones de dólares.
Más de diez años han pasado desde la cancelación y las opciones para el aeropuerto alterno parecen ser las mismas: Tizayuca, en Hidalgo, o Texcoco, en el Estado de México. La primera alternativa, ya podría descansar el sueño de los justos.
Sin embargo, las condiciones políticas y sociales de la zona metropolitana del Valle de México también han cambiado. La mancha urbana del Distrito Federal a Pachuca se ha extendido de manera incontrolable y urgen no sólo la ampliación de las vialidades sino la construcción de otras alternativas de transporte para los núcleos poblacionales que se han asentado a lo largo de esa autopista. Con o sin aeropuerto, la inversión será necesaria para aliviar un poco los congestionamientos viales.
En la zona donde se construiría el aeropuerto de Texcoco, contra lo que pensaban los ejidatarios en resistencia en 2000-2002, también se ha convertido en un conglomerado de unidades habitaciones y zonas invadidas que sólo han agravado la de por sí saturada zona oriente del Valle de México.
Con sus problemas acumulados, ambas zonas nuevamente podrían por ser sedes del ambicioso proyecto aeroportuario, pero quizá en circunstancias muy complicadas dada la crisis económica mundial y porque los planes originales, en ambas áreas deberán ser modificados radicalmente dado el crecimiento de la mancha urbana.
Para el gobierno de la República y del Distrito Federal la actual coyuntura sociopolítica es idónea para que acuerden la decisión correcta, porque el percance del LearJet en 2008 despertó a los capitalinos la necesidad de vivir sin el temor de que en cualquier momento puede caer otra nave.
El escenario, además, es menos tenso con los líderes del Frente de Pueblos Unidos en Defensa de la Tierra, que luego de ser condenados a estar en La Palma presos, hoy en día su apoyo es más emblemático que real. Además, sus grupos de apoyo, ahora están más entretenidos con la resistencia del magisterio disidente contra el Acuerdo Nacional para la Calidad de la Educación, contra la reforma energética y contra todo lo que se mueva.
Aun así, la lección de 2002 en San Salvador Atenco debe servir de ejemplo para no cometer los mismos errores. La construcción del consenso social y la justicia distributiva de la riqueza de estos megaproyectos tienen que ejercerse y garantizarse para no tener que vivir y sufrir de nuevo el surgimiento de movimientos maximalistas y que al final hace que todos perdamos, como ya perdimos estos más de diez años, algo más que dinero y tiempo; vidas, resentimientos y represiones.
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