2009-11-29•Acentos
¿Quién le estará pagando a Juanito para desestabilizar a la delegación Iztapalapa, al gobierno del Distrito Federal y al Partido de la Revolución Democrática?
Lo pregunto porque, por más patologías que un ser humano pueda tener, no es normal lo que ha pasado en los últimos días, por no decir en las últimas horas, con Rafael Acosta Juanito.
Haciendo a un lado su carrera artística, usted y yo nos habíamos quedado en que don Rafael se había rajado en su traición a Andrés Manuel López Obrador porque, según él, estaba muy enfermo del corazón y necesitaba descansar.
A lo mejor yo sé muy poco de medicina, pero así que dijera usted: ¡Pobre, Juanito! ¡Se ve bien desmejorado! ¡Apenas puede caminar! ¡En cualquier momento le va a dar un infarto!, pues no.
Yo siempre lo vi fuerte, chistoso, jacarandoso, excepto, claro, después de aquella misteriosa reunión con Marcelo Ebrard, donde salió pálido como si el jefe de Gobierno de la Ciudad de México lo hubiera amenazado con publicarle videoescándalos, imágenes pornográficas o vaya usted a saber qué cosas, si no le entregaba el puesto a Clara Brugada.
El caso es que, entre aquel numerazo que se aventó quitándose un trapo mientras gritaba “¡Muera el PT traidor!” y el reciente “aseguramiento” de las oficinas de la delegación Iztapalapa, algo pasó que el señor Acosta le perdió el miedo a Marcelo Ebrard, a Andrés Manuel López Obrador y hasta a El Caballo Rojas.
¿Quién lo asesoró? ¿Quién le dio dinero? ¿Quién le prometió respaldo?
¡Quién sabe! Pero de que nadie lo curó del corazón, nadie lo curó, y el resultado es una suerte de truco publicitario igual de barato o más que las renuncias de Susana Zabaleta y Lolita Cortés a sus respectivos reality shows dominicales.
¡Pobre México, tan atascado de basura por todos lados!
Aquí lo interesante va a ser lo que va a pasar a lo largo de este domingo y a partir de mañana.
Hasta el cierre de esta columna, Juanito pintaba para quedarse con el puesto que Andrés Manuel López Obrador le consiguió, para borrar del mapa sus promesas y a Clara Brugada.
¿Lo van a dejar? ¿Cuál va a ser la reacción de Andrés Manuel López Obrador? ¿Lo va a dejar ahí? Si lo hace, sería como asumir una derrota política. Sería un golpe tremendo para su causa.
Si no lo hace, peor. Don Andrés Manuel estaría evidenciando una cadena de autoridades donde lo menos importante es la gente, la que, según él, debe estar primero que nada en esta nación.
¿Cuál va a ser la reacción del gobierno de la Ciudad de México? ¿Marcelo Ebrard se va a quedar con los brazos cruzados?
¿Con qué cara se podría postular como candidato a la Presidencia de la República si un personaje como Juanito se le trepa así, ahora? ¡Con qué cara! ¡Con qué prestigio!¡Con qué autoridad!
¿Qué va a hacer Clara Brugada? ¿Qué van a hacer los señores del PRD? ¿Qué van a hacer los del PT?
Pero la mejor pregunta de todas es: ¿qué va a hacer Felipe Calderón?
Así como el gobierno federal se ha metido con Mauricio Fernández, que es un presidente municipal de Nuevo León, también tiene que hacerlo con Rafael Acosta Juanito.
No hacerlo sería como decir: yo estoy atrás de esto. ¿Felipe Calderón se va a aventar semejante paquete justo ahora que venimos de la sospechosa renuncia de Ruth Zavaleta al PRD?
Y digo sospechosa no porque Ruth haya sido la mejor de las militantes del PRD o porque nadie entienda los verdaderos motivos de su separación.
Digo sospechosa por el nivel de escándalo que se hizo alrededor de esta nota como si se tratara de un asunto de prioridad nacional del cual dependiera la vida, la salud y la economía del pueblo de México.
Felipe Calderón tiene que decir y hacer algo muy pronto con relación al tema Juanito porque, le caiga bien o no don Rafael, se trata de un asunto de gobernabilidad que afecta a todo México.
¿Se imagina usted los brotes de violencia que pudiera haber en la delegación Iztapalapa? ¿Ya se puso a pensar en lo que este movimiento pudiera significar para el crimen organizado en el valle de México?
No estamos hablando de cualquier cosa. Hace rato que Juanito dejó de ser un personaje de color para convertirse en instrumento de un montón de jugarretas políticas.
Aquí va a pasar algo, algo que repercutirá en el futuro inmediato de muchas instancias de poder. ¿A poco no?
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