Alza constante de precios, signo del sexenio
Carlos Fernández-Vega
Concluye este agitadísimo 2009 tal cual comenzó el calderonato: con escalada de precios, promesas incumplidas, deterioro del poder adquisitivo, caída del nivel de vida de los mexicanos, avance sostenido de la pobreza, inseguridad, violencia creciente y, como cereza del pastel, el peor resultado económico en ocho décadas. Nada para presumir, mucho menos para vivir mejor”, como en campaña ofreció el actual inquilino de Los Pinos, quien, dado el éxito registrado, goza de merecidísimas vacaciones.
Calderón inicia su cuarto año de “gobierno” (así le llama) con la cuarta alza consecutiva en productos básicos, estimulada –como en 2006– por la brillante decisión de su impuesto delfín en la Secretaría de Hacienda (léase el carismático Ernesto Cordero) de “adelantar el ajuste” de precios en los combustibles con el fin de “no hacer tan pesada” la cuesta de enero. Pues bien, con ese magnífico criterio lo único que provocó fue “adelantar” la escalada de precios y hacer aún más difícil la cuesta de enero.
Nada nuevo bajo el sol. En 2006, Calderón se sentó en Los Pinos luego de acordar con Fox el aumento masivo de precios, entre los que sobresalieron los de la leche popular (28 por ciento), tortilla, maíz, pan, gas, electricidad, gasolina, transporte, educación, tarifas en general, cigarros, refrescos y lo que se quede en el tintero, al tiempo de reforzar la política de topes salariales nunca mayores al crecimiento inflacionario oficial. Parte del acuerdo fue (15 de noviembre de 2006) el “sobreprecio” de 29 centavos por litro a la gasolina Premium y de 16 centavos al diesel, más IVA, alza adicional a 37 y 25 por ciento de incremento, respectivamente, para los mismos productos a lo largo del sexenio del “cambio”. Ésa fue la despedida del “cambio” y la llegada de la “continuidad”. Tan sólo un mes después de la llegada del “nuevo gobierno”, se registró el primero de la “continuidad” (enero de 2007), y a lo largo del primer año de estadía en Los Pinos le concatenaron tantos aumentos de precios como puedan imaginarse.
Ésa fue la primera respuesta calderonista al “para vivir mejor” que ofreció en campaña. Sin embargo, un mes antes de meterse por la puerta de atrás para instalarse en Los Pinos pactó con su antecesor otro “paquete”: a finales de octubre y principios de noviembre de 2006 todavía no se procesaba el 23 por ciento de aumento en el precio de la tortilla (de 6.5 a 8 pesos kilogramo), cuando Liconsa decretó un incremento de 28.57 por ciento al precio de la leche popular (de 3.5 a 4.5 pesos), mientras la Secretaría de Hacienda (Gil Díaz-Carstens) autorizó alzas de 3.66 y 2.86 por ciento, más IVA, a los precios de la gasolina Premium y el diesel, respectivamente, que se sumaban a las que mes tras mes se aplicaban a tarifas eléctricas (17 por ciento en aquel año) y al gas, precios que afectan a toda la cadena productiva.
Entonces, como ahora, los siempre ágiles legisladores brincaron por los aumentos (especialmente los de tortilla y combustibles), quienes “exhortaban” a Calderón para que pusiera en marcha “un programa urgente” que frenara los aumentos en productos básicos, y en un acuerdo “de urgente y obvia resolución” y “por unanimidad” le pedían (como si el Legislativo no tuviera instrumentos legales para actuar por iniciativa propia) “instruir a los secretarios de Economía y de Agricultura (Eduardo Sojo y Alberto Cárdenas Jiménez, en ese entonces); así como al procurador Federal del Consumidor, Antonio Morales de la Peña, que en tanto se establecen los precios de los granos, se implemente los mecanismo provisionales para evitar que los incrementos en los precios de la tortilla, huevo, leche, pollo, carne de res y de cerdo, afecten la economía de los más necesitados y que las medidas que se tomen, no afecten a los productores nacionales de maíz”.
Hasta allí llegaron los legisladores, porque el resultado concreto fue que en el primer año de calderonato los precios de la canasta básica se incrementaron 35 por ciento. Pero no, la fiesta no concluyó. En septiembre de 2007 los muchachos de San Lázaro aprobaron la propuesta de Felipe Calderón de aplicar un nuevo impuesto a las gasolinas, el llamado gasolinazo (5.5 por ciento adicional al precio del combustible), que entró en vigor el primer día de 2008, aunque su simple aprobación (septiembre de 2007) constituyó un acicate para el incremento de precios.
Llegó 2008, con la misma dosis del año anterior: a pleno galope los precios de alimentos básicos, de la mano del incremento a tarifas eléctricas (para los consumidores domésticos) y gasolinas –que se mantuvo a lo largo del periodo–, lo que repercutió en toda la cadena productiva. Y la crisis ya en acción, cobrándose en empleo, salario y en pequeñas y medianas empresas, por mucho que en el discurso oficial la ubicaran a miles de kilómetros de las fronteras nacionales, porque “es externa, nosotros tenemos finanzas públicas sólidas y contamos con un navío de gran calado”, presumía el sonriente inquilino de Los Pinos junto a su doctor “catarrito”.
Lo que sucedió en 2009 todos lo saben y lo padecen, y a pesar de los cruentos sucesos al calderonato no se le ocurre mejor idea que asfixiar a los mexicanos por la vía fiscal y “adelantar” el aumento a los combustibles y, con ello, dar el banderazo de salida a la cuarta escalada consecutiva de su estadía en Los Pinos, aderezada con nuevos impuestos e incrementos a los existentes, sin olvidar el avance de precios de bienes y servicios públicos (federales, estatales y municipales). ¿Y los siempre combativos legisladores, “representantes y defensores del pueblo”? De nueva cuenta en ejercicio de la política del “exhorto” y la “urgente convocatoria”, aunque decidan posponer la discusión del más reciente gasolinazo y su efecto inmediato en el tortillazo, porque en esta época las bellas playas son inevitables.
Las rebanadas del pastel
Y mientras el premiado doctor “catarrito” Agustín Carstens se apresta a “tomar las riendas” del Banco de México y, tras 12 años en el hueso, Guillermo Ortiz se va con sus maletas a otra parte, los 49 niños muertos en la guardería ABC de Hermosillo desean un feliz año y mejores sueños al inquilino de Los Pinos, a la familia Zavala, al ex gobernador Bours y su parentela y, en fin, al eficiente aparato de “justicia” y al incólume estado de derecho… Por lo demás, ánimo, con los mejores deseos de México SA, y nos encontramos el sábado en este mismo espacio. ¡Salud!
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
Alza constante de precios, signo del sexenio
Buenos deseos para Calderón de las familias de los bebés quemados en la ABC
Carlos Fernández-Vega
Concluye este agitadísimo 2009 tal cual comenzó el calderonato: con escalada de precios, promesas incumplidas, deterioro del poder adquisitivo, caída del nivel de vida de los mexicanos, avance sostenido de la pobreza, inseguridad, violencia creciente y, como cereza del pastel, el peor resultado económico en ocho décadas. Nada para presumir, mucho menos para vivir mejor”, como en campaña ofreció el actual inquilino de Los Pinos, quien, dado el éxito registrado, goza de merecidísimas vacaciones.
Calderón inicia su cuarto año de “gobierno” (así le llama) con la cuarta alza consecutiva en productos básicos, estimulada –como en 2006– por la brillante decisión de su impuesto delfín en la Secretaría de Hacienda (léase el carismático Ernesto Cordero) de “adelantar el ajuste” de precios en los combustibles con el fin de “no hacer tan pesada” la cuesta de enero. Pues bien, con ese magnífico criterio lo único que provocó fue “adelantar” la escalada de precios y hacer aún más difícil la cuesta de enero.
Nada nuevo bajo el sol. En 2006, Calderón se sentó en Los Pinos luego de acordar con Fox el aumento masivo de precios, entre los que sobresalieron los de la leche popular (28 por ciento), tortilla, maíz, pan, gas, electricidad, gasolina, transporte, educación, tarifas en general, cigarros, refrescos y lo que se quede en el tintero, al tiempo de reforzar la política de topes salariales nunca mayores al crecimiento inflacionario oficial. Parte del acuerdo fue (15 de noviembre de 2006) el “sobreprecio” de 29 centavos por litro a la gasolina Premium y de 16 centavos al diesel, más IVA, alza adicional a 37 y 25 por ciento de incremento, respectivamente, para los mismos productos a lo largo del sexenio del “cambio”. Ésa fue la despedida del “cambio” y la llegada de la “continuidad”. Tan sólo un mes después de la llegada del “nuevo gobierno”, se registró el primero de la “continuidad” (enero de 2007), y a lo largo del primer año de estadía en Los Pinos le concatenaron tantos aumentos de precios como puedan imaginarse.
Ésa fue la primera respuesta calderonista al “para vivir mejor” que ofreció en campaña. Sin embargo, un mes antes de meterse por la puerta de atrás para instalarse en Los Pinos pactó con su antecesor otro “paquete”: a finales de octubre y principios de noviembre de 2006 todavía no se procesaba el 23 por ciento de aumento en el precio de la tortilla (de 6.5 a 8 pesos kilogramo), cuando Liconsa decretó un incremento de 28.57 por ciento al precio de la leche popular (de 3.5 a 4.5 pesos), mientras la Secretaría de Hacienda (Gil Díaz-Carstens) autorizó alzas de 3.66 y 2.86 por ciento, más IVA, a los precios de la gasolina Premium y el diesel, respectivamente, que se sumaban a las que mes tras mes se aplicaban a tarifas eléctricas (17 por ciento en aquel año) y al gas, precios que afectan a toda la cadena productiva.
Entonces, como ahora, los siempre ágiles legisladores brincaron por los aumentos (especialmente los de tortilla y combustibles), quienes “exhortaban” a Calderón para que pusiera en marcha “un programa urgente” que frenara los aumentos en productos básicos, y en un acuerdo “de urgente y obvia resolución” y “por unanimidad” le pedían (como si el Legislativo no tuviera instrumentos legales para actuar por iniciativa propia) “instruir a los secretarios de Economía y de Agricultura (Eduardo Sojo y Alberto Cárdenas Jiménez, en ese entonces); así como al procurador Federal del Consumidor, Antonio Morales de la Peña, que en tanto se establecen los precios de los granos, se implemente los mecanismo provisionales para evitar que los incrementos en los precios de la tortilla, huevo, leche, pollo, carne de res y de cerdo, afecten la economía de los más necesitados y que las medidas que se tomen, no afecten a los productores nacionales de maíz”.
Hasta allí llegaron los legisladores, porque el resultado concreto fue que en el primer año de calderonato los precios de la canasta básica se incrementaron 35 por ciento. Pero no, la fiesta no concluyó. En septiembre de 2007 los muchachos de San Lázaro aprobaron la propuesta de Felipe Calderón de aplicar un nuevo impuesto a las gasolinas, el llamado gasolinazo (5.5 por ciento adicional al precio del combustible), que entró en vigor el primer día de 2008, aunque su simple aprobación (septiembre de 2007) constituyó un acicate para el incremento de precios.
Llegó 2008, con la misma dosis del año anterior: a pleno galope los precios de alimentos básicos, de la mano del incremento a tarifas eléctricas (para los consumidores domésticos) y gasolinas –que se mantuvo a lo largo del periodo–, lo que repercutió en toda la cadena productiva. Y la crisis ya en acción, cobrándose en empleo, salario y en pequeñas y medianas empresas, por mucho que en el discurso oficial la ubicaran a miles de kilómetros de las fronteras nacionales, porque “es externa, nosotros tenemos finanzas públicas sólidas y contamos con un navío de gran calado”, presumía el sonriente inquilino de Los Pinos junto a su doctor “catarrito”.
Lo que sucedió en 2009 todos lo saben y lo padecen, y a pesar de los cruentos sucesos al calderonato no se le ocurre mejor idea que asfixiar a los mexicanos por la vía fiscal y “adelantar” el aumento a los combustibles y, con ello, dar el banderazo de salida a la cuarta escalada consecutiva de su estadía en Los Pinos, aderezada con nuevos impuestos e incrementos a los existentes, sin olvidar el avance de precios de bienes y servicios públicos (federales, estatales y municipales). ¿Y los siempre combativos legisladores, “representantes y defensores del pueblo”? De nueva cuenta en ejercicio de la política del “exhorto” y la “urgente convocatoria”, aunque decidan posponer la discusión del más reciente gasolinazo y su efecto inmediato en el tortillazo, porque en esta época las bellas playas son inevitables.
Las rebanadas del pastel
Y mientras el premiado doctor “catarrito” Agustín Carstens se apresta a “tomar las riendas” del Banco de México y, tras 12 años en el hueso, Guillermo Ortiz se va con sus maletas a otra parte, los 49 niños muertos en la guardería ABC de Hermosillo desean un feliz año y mejores sueños al inquilino de Los Pinos, a la familia Zavala, al ex gobernador Bours y su parentela y, en fin, al eficiente aparato de “justicia” y al incólume estado de derecho… Por lo demás, ánimo, con los mejores deseos de México SA, y nos encontramos el sábado en este mismo espacio. ¡Salud!
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
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