domingo, 27 de diciembre de 2009

Bajo la Lupa Tripolaridad geofinanciera: dólar, euro y yuan Alfredo Jalife-Rahme


Una operación en renminbi –moneda del pueblo– en un banco chino. En este caso a principios de mes en la ciudad de Changzhi, provincia noroccidental de ShanxiFoto Reuters
Estados Unidos (EU) se empecina en actuar en el ámbito geofinanciero como la otrora unipolar superpotencia multidimensional que fue, donde todavía ejerce su proclividad unilateralista al manejarse sólo en forma egoísta como si los restantes 191 países de la ONU no existiesen.

No será sencillo en el seno del G-20 –un poco más de 10 por ciento de países del mundo y el bloque que sustituyó al G-7 y al G-8 (cuando se cuenta a Rusia) con un enfoque exageradamente geoeconómico–, desplazar al dólar de su primer sitial geofinanciero que aún ocupa como divisa de reserva global, ya no se diga por el G-77, de los Países No-Alineados, quienes resucitaron en forma timorata en la cumbre fallida de Copenhague y quienes, en realidad, representan a 130 países marginados por el nuevo orden veinteavopolar geoeconómico.

Que casi 70 por ciento de los países del mundo se encuentre darwinianamente sometido a los dictados de la plutocracia financiera global expresa la barbarie de los nuevos órdenes mundiales: sean unipolares, bipolares, tripolares o veinteavopolares.

Es nuestra sugerencia que el BRIC (Brasil, Rusia, India y China), las “nuevas” cuatro potencias geoeconómicas emergentes, exija por lo menos la presencia de un representante del G-77/G-130 en el seno del G-20.

Reconocemos que se trata de una utopía guajira, pero el G-77/G-130 debe adoptar urgentemente medidas creativas de autopreservación, de cara al incipiente orden veinteavopolar oligopólico que exhibe el lamentable estado de desequilibrio mundial en ningún sector como en las geofinanzas, donde, al corte de caja de hoy, domina el dólar estadunidense (con casi 65 por ciento de los intercambios globales de divisas) y, en un distante segundo lugar, el euro (con cerca de 25 por ciento), seguidos lejanamente por la libra esterlina (divisa del colonialismo decimonónico, con 3.6 por ciento) y el yen nipón (instrumento fiduciario de la anglósfera, con 3.5 por ciento).

El dólar estadunidense y sus dos divisas (todavía) aliadas, la libra esterlina y el yen nipón, detentan casi 72 por ciento global.

Increíblemente, dos divisas solas, el dólar y el euro, con casi 90 por ciento del total, dominan los intercambios geofinancieros.

La unipolaridad geofinanciera del dólar se convirtió en una de las principales insanidades que legó el imperio estadunidense.

En las geofinanzas –obviamente, sostenidas por una maquinaria de guerra nuclear que subsume su poderío tecnológico y geoeconómico–, radica precisamente el gran poder moderno de los imperios.

¿Por qué no crea el G-77/G-130 su divisa común –o ,en su defecto, su canasta de divisas creíbles– apuntaladas por sus materias primas (oro, plata, hidrocarburos, uranio, hierro, etcétera)?

Si la autodestrucción de la unipolaridad de EU ha sido asombrosamente acelerada, la construcción del incipiente orden veinteavopolar (donde convive en forma híbrida la decadencia del G-7 y el ascenso del BRIC) será ondulantemente lenta.

Suena anómalo de que el BRIC no posea divisas competitivas al dólar y al euro, cuando, con nuestro debido respeto, la libra esterlina y el yen nipón tienden a desvanecerse en la dinámica del nuevo orden geofinanciero tripolar en gestación.

Todavía el yuan/renminbi chino y la rupia india no son “convertibles” (cotizables libremente), por lo que pareciera estéril abordar el desplazamiento del dólar por Pekín o Nueva Delhi. Tampoco el rublo ruso y el real brasileño, ambos “convertibles”, son competitivos porque han dependido excesivamente de las geofinanzas anglosajonas y europeas.
De las cuatro divisas del BRIC, que no se atrevieron a lanzar su divisa común –como les exhortamos, aunque hay que reconocer que no es tarea sencilla ni de corto-plazo–, la única que lleva la batuta para competir con el dólar y el euro es el yuan/renminbi chino, debido a muchas virtudes: en particular, a su vigoroso crecimiento geoeconómico (en medio de la crisis global) y a su descomunal atesoramiento de reservas (sin contar lo que hemos denominado el “circuito étnico chino”: Hong Kong, Macao, Taiwán y Singapur).

China acaba de abrir sus cartas (ya muy vistas) y nada menos que Joseph Yam, anterior mandamás de la Autoridad Monetaria de Hong Kong, expresó que “el yuan se puede convertir en el tercer pilar del sistema monetario global, cuando el deterioro de las finanzas públicas erosionan la confianza en el dólar y el euro” (China Daily, 23/12/09).

Yam, de 61 años, ingresó recientemente al banco central de China como asesor y sus declaraciones darán vuelo a las teorías sobre la creación de un G-2 (el condominio entre EU y China, que desean fervientemente la dupla anglosajona y el sionismo financiero), extensivo a un G-3 con la eurozona.

El Banco del Pueblo de China (banco central) nombró a Yam vicepresidente ejecutivo de la Sociedad China para Finanzas y Banca, quien expresó durante un foro en Pekín que “existe la necesidad (sic) de una tercera divisa para servir de tercer pilar, lo cual le daría también una oportunidad de sanar (sic) a sus dos pilares débiles” (léase: el dólar y el euro: desfondados por sus excesos de deuda y multidéficit).

Fustigó que “los dos pilares del sistema financiero no están asentados sobre bases sanas (sic) debido a sus extensos déficit presupuestales y su deuda pública”.

Yam no exhibió ansias de novillero y vaticinó que la economía de China en “los próximos 20 años competirá con EU y Europa en términos de tamaño, lo cual reforzará la atracción por el yuan como divisa de reserva”.

Abogó por experimentar el uso del yuan en Hong Kong (que ya inició con la emisión de bonos) desde donde se lanzaría su “globalización” monetaria, que ha empezado en forma regional entre la municipalidad de Shanghai y la provincia de Guangdong tanto con Hong Kong como con el bloque de 10 naciones del sudeste asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés).

El año pasado Yam era el gobernador centralbanquista mejor pagado del mundo, con salario de 1.5 millones de dólares al año y entre sus atributos se encuentra haber detenido la demolición del “dólar de Hong Kong” en 1997 (durante el efecto dragón) propiciado por el megaespeculador George Soros (presunto operador de la CIA y los Rothschild, los banqueros esclavistas atávicos).

No es ningún hallazgo sentenciar el fin de la hegemonía geofinanciera unipolar del dólar, cuyo verdadero problema reside en su sustitución ordenada por divisas creíbles que todavía no existen.

La paradoja de la precipitada decadencia unipolar de EU, pese a la escandalosa vigencia insustentable e intolerable de su dólar, se debe a la ausencia de su sustitución en forma ordenada y negociada.

EU vende(rá) muy caro la amenaza de un caos financiero global que derrita las reservas en dólares de China, ya no se diga su desmedida y precaria tenencia en deuda gubernamental estadunidense.

Los imperios al fenecer suelen conservar muchas canonjías, por lo que el desbancamiento del dólar –en forma pacífica (ya que con una guerra el vencedor es quien impone su “nuevo” orden geofinanciero)–, será una ardua tarea generacional.

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