Néstor Ojeda
En general, sin contar reelección consecutiva de legisladores y alcaldes, la iniciativa de reforma política del presidente Felipe Calderón contiene cambios positivos y racionales al sistema político mexicano.
Por ejemplo, la segunda vuelta en las elecciones presidenciales es un mecanismo para generar mayorías a través de una política de alianzas partidistas que dé soporte y estabilidad al Ejecutivo federal.
Además, más allá de los ahorros presupuestales, plantear la desaparición de los escaños plurinominales devolvería al Senado su carácter de representante del pacto federal entre los estados de la República, desvirtuado con la inclusión de 32 senadores que no responden a los intereses de las entidades, sino a los de sus partidos.
La propuesta de Calderón también plantea cambios que corregirían el secuestro que de la política hicieron los partidos, al incorporar las candidaturas independientes y las iniciativas ciudadanas, y otros que sin duda fortalecerán al Presidente frente al Congreso, como son la iniciativa preferente y el veto parcial de leyes.
Pero a pesar de las virtudes de la reforma política de Calderón, su presentación en los albores de las elecciones presidenciales de 2012 representa una hábil maniobra del Ejecutivo para intentar fracturar la unidad de las distintas corrientes del PRI, partido que, según las encuestas, tiene las mayores preferencias electorales.
Y es que dentro de la disputa por la candidatura priista entre Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones y Beatriz Paredes, hay quienes apuestan al cambio de las reglas a medio partido para arrebatarle la postulación a sus adversarios.
Y con el anzuelo de la reelección de legisladores y alcaldes, el Presidente introduce con la segunda vuelta planteada un elemento de incertidumbre que cambiaría la correlación de fuerzas que hoy tienen a Peña Nieto como el favorito para ganar los comicios de 2012.
En fin, que al impulsar al inicio de su cuarto año de gobierno una reforma que debería haber presentado en el arranque de su administración, Calderón opera, como hizo Fox de manera más burda en el sexenio pasado, para desbancar al candidato puntero y mantener al PAN en Los Pinos.
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