José Agustín Ortiz Pinchetti
Cuando Calderón era presidente electo” se reunió con los más altos funcionarios del Banco Mundial, quienes le expresaron su preocupación porque los monopolios asfixiaban la economía mexicana. Cuando le preguntaron qué podía hacerse, FCH contestó: “No tengo capital político para enfrentarlos”. Tenía razón, porque el apoyo de estos grupos fue clave no sólo para que se apoderara de la Presidencia, sino para que se mantuviera en ella. Hoy, después de tres años de desgaste, se da el lujo de enviar una iniciativa “muy agresiva” para combatir monopolios, oligopolios y prácticas restrictivas, que incluye la penalización de estas conductas. Este proyecto y otros, como las reformas política y laboral, etcétera, no son viables porque no hay condiciones para su aprobación, empezando por los consensos. Calderón intenta distraer a la opinión pública y adjudicarle al Congreso la responsabilidad del fiasco de su régimen. Por supuesto que son argucias que la gente repudia, pero Calderón y su equipo quieren “ganar tiempo”.
Calderón no se justifica con acciones de gobierno, sino con golpes mediáticos. Su credibilidad va descendiendo conforme aumentan sus mentiras y medias verdades. Después de un breve receso por la Semana Santa, volvemos a la verdad de nuestro país y sus dirigentes. Recuperamos la cordura.
Los actos por el centenario y el bicentenario funcionan como un espejo y ahí vemos nuestra realidad esperpéntica. Ese fue el efecto de las olimpiadas de 1968: provocaron una crisis de conciencia. No encuentro algo mejor para hacer patente esta revelación amarga que unos fragmentos del poema de mi amigo y maestro Arturo Alvaradejo:
¿Bicentenario/ qué se festeja?/ ¿se hace fiesta por el enriquecimiento y la mendacidad de los políticos?/ ¿Se hace fiesta por 40 millones de pobres?/ ¿Por los indios que no saben leer ni escribir y se mueren enfermos de hambre?/ ¿Por los secuestrados y los decapitados?, ¿por la violencia sin límites?/ ¿Por la tenaza del narco que llega a aprisionar en sus garras al policía, al juez, al político, al sacerdote, al empresario?/ ¿Esto es lo que se celebra?/ ¿Se celebran las crisis financieras sin fin?/ ¿Las componendas y las concesiones…?/ ¿Los excesos de gasto, los contratos amarrados,/ los sueldos increíbles?/ ¿Las privatizaciones secretas?/ ¿Festejamos las grandes casas en la playa?/ ¿Las bodas con miles de invitados?/ ¿Festejamos que ya no tenemos petróleo?/ ¿Que casi somos protectorado de estrella?/ ¿Qué festejamos, pregunto, qué festejamos?
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