Carlos Fernández-Vega
Las políticas neoliberales han convertido a México en una gigantesca cuan productiva fábrica de pobres, y en la etapa más reciente su actual gerente, el esforzado Felipe Calderón, va que vuela para imponer récord en este oprobioso renglón: sólo en su primer trienio de estancia en Los Pinos, 10.5 millones de mexicanos adicionales fueron incorporados al de por sí voluminoso ejército de depauperados, a razón promedio de 9 mil 589 personas cada 24 horas, aproximadamente, o si se prefiere 399 pobres por hora, casi 7 por minuto.
A estas alturas del partido, después de tres largas décadas de políticas neoliberales, el resultado es tenebroso: uno de cada dos mexicanos es pobre (según cifras oficiales gubernamentales y de organismos internacionales), sin que ello quiera decir que el otro 50 por ciento esté alejado de ese umbral. Este balance no incluye a otro voluminoso ejército, el de emigrantes, cuyos miembros, por la misma razón –la más cruda de las pobrezas– abandonaron el territorio nacional en busca de la vida, y en automático fueron dados de baja de la estadística oficial relativa al número de pobres en el país. En este sentido, cabe recordar que en el sexenio foxista más de 3 millones de mexicanos emigraron a causa del apartheid económico (fundamentalmente a Estados Unidos), con lo que el de las ideas cortas y la lengua larga también impuso récord: en promedio, un mexicano emigró cada segundo a lo largo de los seis años del gobierno del “cambio”, y con el gerente actual el ritmo prácticamente no se ha modificado.
En sentido contrario, la concentración del ingreso y la riqueza se ha fortalecido sostenidamente. De hecho, en el primer bienio de Calderón el 10 por ciento más rico de la población se quedó, en promedio, con 3.4 puntos porcentuales adicionales del PIB, para acaparar, al cierre de 2008, 41.3 por ciento del producto interno bruto, mientras el 10 por ciento más pobre apenas si libró el 1.2 por ciento, contra 1.5 por ciento dos años antes.
En los primeros dos años de Calderón, de acuerdo con el Coneval, alrededor de 6 millones de mexicanos adicionales se incorporaron (obligadamente, desde luego) al ejército de pobres; en 2009, según el Banco Mundial, otros 4.5 millones de paisanos fueron llevados por la misma ruta; en el trienio, poco más de 10.5 millones de personas depauperadas, que se suman a las ya reconocidas como tal y que a estas alturas suman cerca de 55 millones, uno de cada dos mexicanos.
De acuerdo con el Banco Mundial, “el número de pobres en América Latina y el Caribe aumentó entre nueve y 10 millones de personas a consecuencia de la crisis económica; México contribuyó a una fracción importante, porque experimentó la caída más profunda en su actividad económica durante 2009” (6.5 por ciento, la mayor en la región y uno de las más drásticas en el mundo); hay algunos países de la región que todavía no han recuperado el nivel anterior a la crisis y el más rezagado es México, porque la caída en 2009 fue muy importante. Todavía está con cierta distancia con respecto a los niveles de actividad económica experimentados antes de la crisis; el crecimiento de la economía de México este año no será suficiente para recuperar los niveles de actividad previos a la crisis” (La Jornada, Roberto González Amador).
Oficialmente, el número de víctimas de la política económica calderonista (10 millones de personas) resulta 440.5 veces superior a las contabilizadas en la “guerra contra el crimen organizado”, del mismo gerente (22 mil 700). Algunos dirán que no se puede hacer comparaciones entre unas y otras, porque éstas últimas han sido fatales, muertes por bala, pero es indudable que a las primeras las han enfilado para que también sean fatales, tarde que temprano, porque morirán de hambre.
En el colmo, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, ex funcionario del gobierno de Bush júnior, dijo ayer que “el programa Oportunidades de México es un ejemplo de la amplia respuesta que deben tener los gobiernos ante crisis financieras; (Oportunidades) ha hecho más por las mujeres mexicanas que ningún otro en la historia del país, mostró que la respuesta en estas contingencias no debe darse sólo en el lado financiero y económico; ese fue un maravilloso ejemplo de cómo en esta crisis aprendimos la lección de los 90, de que en esta crisis la estabilización macroeconómica no es suficiente; hay que enfocarse en programas sociales efectivos, como los que tienen países como México y Brasil o Colombia”.
Alguien debió informarle a Robert Zoellick sobre los resultados concretos de lo que en Los Pinos llaman “política social”, porque 10 millones adicionales de pobres no es precisamente muestra de un “programa efectivo”; el presupuesto será abultado, sí (aunque una gruesa rebanada de ese dinero se destina a sueldos, salarios, prestaciones y propaganda), pero ello no quiere decir que se gaste correctamente. Si a Zoellick no le alcanza ni le preocupa que 9.5 por ciento de los mexicanos cayeran en la pobreza en sólo tres años (con Calderón y el Programa Oportunidades, pero en los hechos sin oportunidades reales), entonces ¿qué será motivo de inquietud para el funcionario del Banco Mundial?
Poco antes de que Bush júnior lo designara al frente del Banco Mundial, en abril de 2007, el propio organismo financiero advertía que “aún son inaceptables los niveles de pobreza en México... no es aceptable ni para los líderes del país ni para el BM, por lo que hay que seguir trabajando en eso”. Dos años después, con 10 millones adicionales de pobres, en el exceso Zoellick asegura que todo camina de maravilla, y se quedó tan tranquilo.
Las rebanadas del pastel
Encerrados en su burbuja y reunidos en el militarizado puerto de Acapulco, banqueros y representantes del sector financiero gubernamental (la famiglia feliz) celebran lo bien que les fue en la crisis más profunda que ha vivido México en ocho décadas: alrededor de 62 mil millones de pesos en utilidades netas, sin otorgar crédito productivo, pero sacándole a la clientela hasta las tripas. Así, deberán rendirle tributo a su gerente, quien en sus tres años sentado en Los Pinos les ha procurado alrededor de 185 mil millones de pesos en ganancias libres de polvo y paja; de mantener esa tendencia hasta el final del calderonato, los barones habrán ganado 78 por ciento más que en el sexenio foxista, cuando acumularon 208 mil millones en utilidades (sin considerar exenciones fiscales).
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