sábado, 3 de abril de 2010

Terror en la Feria de Tampico, el negocio perfecto de Friedman --Federico Arreola-

Cito un texto de Fernando Savater publicado en El País:
“Sabemos desde que lo explicó nítidamente Milton Friedman que las drogas ilegales son la mercancía perfecta, cuyos beneficios aumentan según crece la persecución a que se las somete. Claro que de tal persecución no sólo se aprovechan los gánsteres que trafican con ellas, sino las redes de funcionarios que las persiguen, los políticos que las convierten en el Enemigo con mayúscula para distraer a la población de otros males más reales, etcétera. Quienes pagan la factura son los usuarios que perecen por adulteración o sobredosis de productos incontrolados, las víctimas de los enfrentamientos entre bandas mafiosas, los policías corruptos por el incesante flujo de dinero que mueve ese comercio y los policías asesinados por no haberse corrompido, etcétera”.



Para eso, para mantener el mercado perfecto murieron la noche del pasado viernes 7 personas, a balazos, en el puerto de Tampico. Y para eso, para incrementar las ganancias de los que defienden y combaten el tráfico de drogas, han muerto en balaceras demasiados miles de mexicanos desde que empezó el sexenio de Felpe Calderón.


Lo de ayer en Tampico lo sabía toda la población. Durante buena parte del viernes se comentó en las redes sociales y, ya entrada la noche, el mal presagio se convirtió en realidad: En un enfrentamiento dentro de un table dance murieron siete personas y, después, el Ejército tuvo que evacuar la feria de la ciudad, en la que no pudo actuar la cantante grupera Jenny Rivera; esta mujer, se dijo con insistencia en Twitter, había sido amenazada por el narco.


Pero, en fin, las horas de horror que ha vivido Tampico se justifican porque el floreciente negocio del narco tiene que seguir. Un negocio que es todavía más importante si al comercio de las drogas ilegales se suma el de las armas que tanto los mafiosos como sus perseguidores necesitan para pelear.


Una persona que conozco se tomó la molestia de revisar los diarios mexicanos de 2008 a la fecha. Esto fue lo que encontró en relación al armamento utilizado por los cárteles de la droga:


Las organizaciones mafiosas usan armas del Ejército de Estados Unidos. Buena parte de su arsenal ni siquiera lo tiene el Ejército mexicano.


Lo realmente preocupante es cómo sale ese armamento de las bases militares estadounidenses y aparece en grupos de la delincuencia organizada de México.


Eso prueba el fracaso de la cooperación entre Estados Unidos y México, que participan en el Proyecto Gunrunner, mediante el cual comparten información sobre el rastreo de armas. Es decir, ese convenio posibilita a los agentes mexicanos solicitar información a los consulados o a la embajada de Estados Unidos para que se determine de dónde vienen las armas incautadas para sancionar a quienes las vendan. Pero no ha servido de gran cosa.


Se sabe que el 90 por ciento de las armas que entran a México llegan por la frontera, lo que involucra a los agentes aduanales de ambos países. Sonora y Tamaulipas son los puntos principales de ingreso del tráfico de armas.


Pese a que en Estados Unidos existen restricciones y penalidades en cuanto al uso y adquisición de armas, en la ciudad estadounidense de Laredo, por ejemplo, es fácil adquirir un arma en las tiendas de empeño llamadas Shop Gun, donde se ofrecen con la mínimas restricciones.



En la lucha contra las mafias, los soldados mexicanos, por falta de recursos, exponen la vida en exceso, ya que pocos de los vehículos militares que hay en nuestro país son blindados. En cambio, los cárteles cuentan con numerosos coches con blindaje 8, el usado en Irak por el Ejército de Estados Unidos.


A los distintos cárteles se les ha decomisado armamento sofisticado: cohetes antiitanques M72, lanzacohetes RPG-7, lanzagranadas MGL calibres 37 y 40, granadas de fragmentación de un tipo muy especial, subametralladoras, pistolas trazadoras, fusiles barret calibre 50, armas de nueva generación como las pistolas FN Herstal también conocidas como Five-Seven (son pistolsa subsónicas capaces de atravesar blindajes Kebler y Crisat y en México se les llama “matapolicías”).


También se les quitado a los capos lanzacohetes HE 60 milímetros, que pueden derribar aeronaves, penetrar concreto y tienen un alcance de entre 400 y 600 metros.


A algunos grupos narcotraficantes se les ha incautado armamento igual al usado por la OTAN, como subametralladoras P90, que en México sólo usan la Armada y el Estado Mayor Presidencial.


No es raro leer en la prensa que, en los enfrentamientos con el Ejército, los cárteles de la droga dejan abandonados lanzacohetes, ametralladoras antiaéreas, cohetes antitanque, fusiles AK-47, R-15, explosivos, granadas de fragmentación, subametralladoras utilizadas por la guerrilla afgana y ametralladoras Barreck calibre 50 con capacidad para derribar helicópteros.


Las más sencillas armas decomisadas por las autoridades mexicanas tienen precios que van de los 2 mil a los 15 mil dólares en el mercado legal, sin contar con las municiones y el mantenimiento.


El negocio perfecto, sí. Friedmann tenía razón. Perfección que solo acabará, lo dijo también Friedman, cuando las drogas se legalicen

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