Carlos Fernández-Vega
Cómo no recordar aquella multimillonaria cuan machacona campaña propagandística del tesoro en aguas profundas. En febrero de 2008, como parte del cabildeo oficial en pos de una reforma energética (en realidad un pretexto para abrir la puerta trasera a la participación trasnacional en el negocio, amén del gasolinazo recetado a los consumidores) a toda hora se escuchaba (con esa voz engolosinada y patriotera en off) aquello de que “México tiene un gran tesoro, un tesoro escondido debajo del fondo del mar… el petróleo es nuestro tesoro y es una riqueza inmensa que pertenece a todos los mexicanos de hoy y mañana… allí está nuestro tesoro y debemos llegar a él… Debemos ir en busca de nuestro tesoro…. Nos permitirá vivir mejor…”. ¿Recuerdan?
Pues bien, resulta que un par de años después el tal tesoro ya no es prioridad para el gobierno federal, porque “hay un cambio en la jerarquización de los proyectos y se va a trabajar más en las cuencas del sur-sureste en aguas someras para ir ampliando la frontera exploratoria. Si bien el programa de aguas profundas permanece en Pemex, yo diría que ahora ya no es un tema prioritario… el derrame petrolero (de la British Petroleum en el Golfo de México) ha sido demasiado traumático para la industria, por lo que los proyectos se van a cancelar en los próximos 10 años (…) para que los proyectos (en aguas profundas) sean rentables tendríamos que tener precios promedio en los próximos años, de entre 80 y 90 dólares por barril como piso, con el propósito de que incursionar en aguas profundas fuera un proyecto rentable” (Fluvio Ruiz y Carlos Huerta, consejero profesional y asesor del consejo de administración de Pemex, respectivamente, en nota de Israel Rodríguez, La Jornada).
Qué tristeza. Tanta ilusión con el tesoro enterrado, para que ahora salgan con que siempre no, que los piratas mejor se quedan con el esquema tradicional, es decir, que la Secretaría de Hacienda mantenga en el filo de la navaja a las finanzas de Petróleos Mexicanos –exprime que exprime recursos–, sin mayores inversiones y dependientes de un mercado, lo que tarde que temprano hundirá a la paraestatal, mientras otras petroleras latinoamericanas manejan proyectos multimillonarios de expansión (refinerías incluidas).
Todo indica que el derrame en el Golfo de México cayó como anillo al dedo (léase pretexto) para anunciar que se deja el tesoro para mejor ocasión. Sin embargo, un reporte aparecido en La Jornada (Israel Rodríguez) el pasado 9 de mayo aporta elementos más sólidos sobre el por qué ya no es prioridad: Petróleos Mexicanos sigue sin encontrar el tesoro en aguas profundas del Golfo de México pese a que ha invertido un monto total de 16 mil 798.5 millones de pesos en estudios y en la perforación de 14 pozos, de los cuales 13 han resultado secos y uno ha sido productor de gas. El argumento utilizado para impulsar la reforma petrolera de 2008 y de esta manera permitir la participación de empresas petroleras internacionales en la exploración y explotación de crudo en aguas profundas, fue que existe en el Golfo de México un tesoro equivalente a 29 mil 500 millones de barriles de petróleo crudo equivalente, volumen que representa 54.8 por ciento de un total de recursos prospectivos de 53 mil 800 millones de barriles de petróleo.
De acuerdo con la propaganda oficial, el valor bruto probable del tesoro, a 30 años, sería de entre 850 mil millones y un billón 500 mil millones de dólares, pero de acuerdo con informes obtenidos mediante el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública sólo se han encontrado reservas probadas en el pozo Lakach-1 por 308 mil millones de pies cúbicos de gas. Carlos Morales, director general de PEP, informó que en junio próximo llegará un equipo para perforar en tirante de agua superior a 500 metros de profundidad y en octubre llegará otro equipo con capacidad de perforar en profundidades de 10 mil pies para iniciar la exploración en el área de Perdido con el pozo Maximino (Idem). Entonces, gastados alrededor de mil 500 millones de dólares y sólo encontraron gas, no crudo, y a la primera de cambios congelan la decisión (cuando menos en la propaganda así lo anunciaban) de ir por el tesoro profundo. A la primera se rajan, mientras Hacienda no deja de exprimir a la paraestatal y ésta cancela o pospone proyectos.
En cambio, ayer mismo la brasileña Petrobras anunció un incremento de 29 por ciento en su plan de inversiones para los próximos cinco años, destinado a desarrollar una de las mayores reservas petroleras mundiales en aguas profundas. Destinará alrededor de 224 mil millones de dólares (2010-2014) para el desarrollo de reservas, pese al derrame en el Golfo de México, e incluye un creciente presupuesto para la construcción de refinerías con miras a satisfacer la demanda interna y, desde luego, fortalecer y desarrollar su economía. Ninguna otra compañía en la industria tiene un programa como el de Petrobras para impulsar su producción de petróleo y gas, declaró el presidente ejecutivo de la firma, José S. Gabrielli, quien detalló que 33 por ciento de dichos recursos se canalizarán a refinación, transporte y promoción, y 53 por ciento a producción (el resto corresponde a gastos de operación). Se estima que la producción de crudo en Brasil pase de 2.1 millones de barriles diarios en el presente año a 3.95 millones en 2020, cuando Pemex –de acuerdo con lo señalado líneas arriba, y en el mejor de los casos– retome los proyectos en aguas profundas (léase el multicitado tesoro).
Ecuador, otra nación petrolera latinoamericana, anunció la construcción de una refinería mediante la inversión de 12 mil millones de dólares (la más grande del país, según el presidente Rafael Correa) y busca asociarse con capitales coreanos; en Venezuela, la inyección de recursos en este sector se fortalece y salpica a otras naciones de la región; el gobierno cubano se ha asociado con petroleras trasnacionales para encontrar su propio tesoro, e inauguró, en coinversión con PDVSA, la refinería en Cienfuegos.
¿Y dónde quedó Pemex, la gran empresa del Estado y envidia de América Latina?
Las rebanadas del pastel
Uruguay y México nunca se han enfrentado militarmente, tampoco se registran invasiones, ni batallas históricas que rememorar; de siempre existe una profunda querencia entre ambos pueblos, que se abrazan. Entonces, a la hora del resultado futbolero de hoy, ¿qué pendejada se les ocurrirá a los políticos nacionales que confunden historia con histeria, como en el caso del México-Francia de la semana pasada?
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