lunes, 7 de marzo de 2011

Bucareli | Jacobo Zabludovsky--- Parches y talachas

Se reparan toda clase de relaciones. Al menos se hace la lucha. Para eso se reunieron el jueves en Washington los presidentes de México y Estados Unidos, en un esfuerzo por recomponer los lazos entre los dos países, raspados por una serie de acontecimientos delicados que, coincidentes, se convirtieron en problema grave.
Destaca el asesinato de Jaime Zapata, agente de Inmigración de EU, primer muerto en el cumplimiento de su deber en México en los últimos 25 años. Después, funcionarios de Washington, balconeados por WikiLeaks, comentaron que mafias de narcos pueden estar ligadas con terroristas islámicos y que los traficantes podrían poner en peligro la estabilidad de México, opiniones que indignaron al presidente Felipe Calderón.
Más indignado se mostró en la entrevista con Roberto Rock en EL UNIVERSAL, al acusar al gobierno de Barack Obama de colaboración notoriamente insuficiente en la guerra contra los criminales y de no disminuir el consumo de drogas en Estados Unidos ni el tráfico de armas hacia México, creciente cada día.
Nunca en la historia (en épocas de paz) un presidente mexicano había culpado a un embajador de Estados Unidos de ignorancia y distorsión de la realidad, atribuidas a Carlos Pascual por sus informes a la Casa Blanca. El señor Pascual fue borrado del mapa de Los Pinos, se le aplicó el hielo y se le acusó de echarle mucha crema a sus tacos, ofensa que en otros tiempos justificaría una invasión. Si fuera mucha miel a sus hot cakes, sería menor injuria. No me ayudes, compadre, le dijo don Felipe al embajador. En ese panorama prebélico se dio la reunión del jueves.
Caemos en el lenguaje coloquial, al que es tan dado el presidente mexicano, para definir la reunión del jueves: se le puso un guarache a la llanta esperando que pueda rodar algún tiempo más con menos brincos. El balance favorece la imagen del señor Calderón, aunque no se hayan resuelto asuntos de fondo. Si hablamos a lo macho, lo único concreto fue el anuncio de que alcanzaron un acuerdo sobre el conflicto que lleva ¡20 años!, qué tanto es tantito, a partir del Tratado de Libre Comercio, que impide a los camiones mexicanos transportar carga en Estados Unidos. Dijo Obama: “Estoy especialmente complacido de haber encontrado una vía para resolver ese problema”. Habrá que esperar a la lectura de la letra chiquita, recordando que la mula no era terca. Fuera de eso, todavía en veremos, lo demás fueron declaraciones, o sea, que de lengua me como un taco.
El señor Calderón le advirtió al señor Obama que será difícil para él confiar en el embajador de Estados Unidos en el futuro. Obama hizo como que la Virgen le hablaba y no le dijo: “Felipe, ese es tu problema”, pero sí: “Pascual es nuestro embajador”. Punto. Ya ni llorar es bueno.
En cuanto a la posibilidad de que los agentes de Estados Unidos puedan portar armas, el presidente Calderón debería empezar por explicarnos quién les dio permiso para ejercer en México y cuántos agentes mexicanos operan en Estados Unidos, porque lo que es parejo no es chipotudo y dando y dando pájaros volando. Le dio pena decirle no a Obama, pues iba de invitado y así somos de correctos los paisanos, pero le recordó: “La ley no permite a agentes de Estados Unidos, o de cualquier otro país… portar armas”. Como una cortesía al de la casa, agregó: “Y, desde luego, estamos analizando alternativas a este tema y dialogando con el Congreso mexicano, que es a final de cuentas quien tiene la última palabra”. O sea: “Nos hablamos para comer y que nuestras secretarias nos agenden”.
Antes de la junta Calderón visitó el Washington Post y ahí le fue tan bien que Fred Hiatt, editor de la página editorial, calificó de excelente su inglés, y subrayó una crítica de Calderón a Obama al reprobar la legalización parcial de la mariguana en Estados Unidos: “…no sólo abrieron la puerta, sino que destruyeron la percepción de los peligros que representa la droga… lo que no se puede es tener esta política incoherente, porque causa un terrible daño… Para mí es muy difícil perseguir a un pobre campesino mexicano que cultiva mariguana, cuando al norte de la frontera se cosecha legalmente en cantidades industriales… cómo puedo consolar a las viudas (de dos mil agentes y policías) si al mismo tiempo en las universidades de Estados Unidos los estudiantes pueden fumar la hierba sin problemas”. Bien dicho. Pero a unos les entra por un oído y les sale por el otro, aunque sepan que el que no oye consejo no llega a viejo.
La reunión era oportuna por tanto chisme, don Felipe la necesitaba y le sacó partido, aunque fue más el ruido que las nueces. De todos modos, hablando se entiende la gente.

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