MÉXICO, D.F., 21 de marzo (apro).- El jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, pudo haber tomado una decisión de estadista en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), pero prefirió el cálculo del politiquero: Ofreció su respaldo a los bloques contrapuestos, sin dárselo explícitamente a alguno de ellos, y al final no quedó bien con uno ni con otro.
El resultado fue el esperado: Jesús Zambrano en la presidencia, con lo que se refrenda la hegemonía de Nueva Izquierda en el PRD, si bien venida a menos, y Dolores Padierna en la secretaría general, identificada con el lopezobradorismo, una fórmula que sólo atizará más el pleito entre los partidarios de pactar con la derecha y los que repudian esa estrategia.
Pero la sesión del Consejo Nacional del PRD celebrado el sábado y el domingo, que decretó un receso hasta el 2 de abril para pactar el reparto de las carteras del secretariado, arroja algo más de fondo: Un partido esquizofrénico y unido sólo por las cuotas para grupos, pero incapaz de ofrecerle algo serio a la nación.
Ebrard tuvo en sus manos la posibilidad de estrujar al PRD y cimentar un liderazgo de largo plazo, a partir de la definición estratégica de optar entre las dos líneas políticas en conflicto. Optó por la tibieza, sinónimo de la mediocridad política.
Mientras Andrés Manuel López Obrador anunciaba en el Auditorio Nacional definiciones programáticas del movimiento que encabeza, al que debe someterse a un riguroso escrutinio sobre su viabilidad, Ebrard maniobraba entre las facciones del PRD para convertirse en un líder decisorio y apenas logró, con el uso del aparato gubernamental, un puñado de prosélitos.
A Ebrard se le presentó el momento de la definición cuando, al margen de las fanfarronadas de los contendientes sobre sus supuestas mayorías, concluyó el cómputo de los votos de los consejeros asistentes: Un total de 154 votos para el bloque Nueva Izquierda (con sus aliados de izquierda Democrática Nacional, del senador Héctor Bautista, y Foro Nuevo Sol, de la exgobernadora Amalia García) y 111 para el bloque encabezado por Dolores Padierna.
El candidato de Ebrard, el diputado federal Armando Ríos Piter, obtuvo 43 votos, que pudo haberlos sumado a los Chuchos de Nueva Izquierda, como había ofrecido, y consolidar la alianza que tiene con ellos, enemigos declarados de López Obrador, hacia el 2012. O, como también caviló, pudo dárselos al grupo impulsor de Padierna para generar un empate a 154 sufragios.
De haberse celebrado esa segunda ronda de votación, con el consecuente empate o con una ligera ventaja para uno u otro bloque con los dos votos nulos y la abstención que se contabilizaron, Ebrard habría sacudido al PRD y convertirse entonces en un factor de decisión.
No quiso: En los hechos ratificó su adhesión a la facción hegemónica en el PRD, los Chuchos, aunque no se confrontó con el otro bloque, lidereado en los hechos por René Bejarano, esposo de Padierna, y constituyó su propia corriente, que recogerá algunas migajas.
La motivación de Ebrard para actuar con tal tibieza es su creencia de que Felipe Calderón cumplirá el pacto de respaldar su candidatura en 2012, aun cuando el Consejo Nacional del PRD aprobó, el sábado, que no habrá alianza con el Partido Acción Nacional (PAN) en la elección presidencial.
Esa prohibición no importa: Hay que recordar que el Congreso Nacional del PRD, en diciembre de 2009, declaró proscritas las alianzas con “los partidos de la oligarquía”, PAN y PRI, y ahí comenzó el amasiato con Calderón y su partido, que iba en caída libre.
A ver quién les cree.
Apuntes
La presencia de Calderón al frente de los representantes de los otros dos poderes, en la explanada del Instituto Federal Electoral (IFE), que preside Leonardo Valdés, para rendir homenaje a Benito Juárez en el 205 aniversario de su natalicio, evoca una sentencia del Benemérito de las Américas: “Malditos los que con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan”…
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