viernes, 18 de marzo de 2011

México SA-- El Banco Mundial y sus antojos-- Calderón: estocada al sector energético-- Treinta años de recomendaciones-- Carlos Fernández-Vega

Sería una de las raras coincidencias que caracterizan al organismo financiero, pero aparentemente de la nada, y justo cuando el arrebatado inquilino de Los Pinos hace hasta lo impensable para clavar el último estoque al sector energético (aún) nacional, el Banco Mundial brincó graciosamente a la palestra para recomendar reformas que permitan la inversión privada en dicha área estratégica, constitucionalmente reservada al Estado, como una medida para expandir la capacidad de crecimiento de la economía mexicana.

De acuerdo con dicho organismo, por medio de su economista en jefe para América Latina y el Caribe, Augusto de la Torre, “México no ha podido tener un despegue en la última década (…) y un área que puede generar este crecimiento es permitir la inversión en el área energética. Los economistas de México y fuera de México han debatido mucho acerca de cuál es la razón del bajo crecimiento de la productividad mexicana y creo que ese debate puede durar toda la vida, pero una de las cosas que vale la pena pensar es en qué sector de la economía se pueden hacer reformas que generen un aliento de inversión y un optimismo sobre el futuro del país y a mí se me antoja que el sector energético es un buen candidato para pensar en eso” (La Jornada, Roberto González Amador y Víctor Cardoso).

Al citado economista del Banco Mundial se le antoja que si fuera permitida la inversión privada en el sector energético mexicano la economía nacional perdería lastre que le impide mejorar su capacidad competitiva. El punto es el siguiente: México es reconocido como un país de enorme potencial económico, por muchas razones. Sin embargo, en los últimos 25 o 30 años el crecimiento de la productividad ha sido uno de los más bajos de la región y esto a pesar de que México ha hecho un enorme progreso en muchas otras áreas importantes del desarrollo económico, incluyendo la estabilidad macroeconómica. Entonces ahí hay una especie de misterio de qué se puede hacer para destrabar lo que se interpone en el camino de un crecimiento más robusto de México. Un sector energético que se vea como un sitio importante de inversión hacia futuro podría ser el comienzo de un círculo virtuoso de crecimiento que le permita a México escapar de esta historia relativamente larga de bajo crecimiento de productividad (ídem).

Entre recomendaciones y antojos, el Banco Mundial ha contribuido al estancamiento económico mexicano que ahora dice sorprenderle. Aun así, no se ha saciado, y va en pos de lo que queda del sector energético (aún) nacional. Y para empujar su propuesta repite lo que dos décadas atrás insistentemente argumentó para promover, en pleno salinato, la reprivatización del sector bancario –estatizado en 1982 y parcialmente devuelto a los barones del dinero en los primeros años de Miguel de la Madrid–, cuyos resultados los mexicanos conocen y padecen cotidianamente (del saqueo de las instituciones al Fobaproa; de la extranjerización del sistema al saqueo de la clientela, sin aportación alguna nada para reactivar la economía interna). Lo anterior, como muestra de lo que logran sus recomendaciones, porque desde los años 80 el organismo financiero mostró lo antojadizo que es, pues convirtió a México en su principal laboratorio latinoamericano en materia de privatizaciones a ultranza. Pero 30 años después se queja del estancamiento mexicano, y lo atribuye precisamente al sector que no han terminado de privatizar.

Así es. Por mucho que la Constitución lo prohíba, y allí está el texto vigente (que utilizan como pañuelo desechable), a golpe de leyes secundarias, caprichos sexenales, trucos legaloides y avales de la Suprema Corte de Justicia, entre tantas otras cosas, el sector energético (aún) nacional ha sido sistemáticamente desmantelado por los cinco gobiernos neoliberales, aunque todavía no terminan de aterrizar íntegramente el proyecto. Comenzaron por la generación eléctrica y el otorgamiento de permisos de cogeneración y autoabastecimiento; siguieron con el gas natural, los contratos de servicios múltiples, la dependencia tecnología (acabaron con el Instituto Mexicano del Petróleo), las coinversiones, la desclasificación de la petroquímica, la comercialización, los ductos, los contratos incentivados y etcétera, etcétera.

De ese tamaño han sido las recomendaciones y los antojos del Banco Mundial, no sin la decidida participación de los cinco gerentes instalados en Los Pinos, y del mismo tamaño los resultados. Pero como es insaciable, va en pos del pastel completo, con todo y cereza. En tres décadas la economía mexicana se abrió de par en par, todo se privatizó (comenzando por Los Pinos), y lejos, muy lejos, del prometido Nirvana, México, los mexicanos, cada vez están peor, lo que no quiere decir que a los antojadizos autóctonos les haya ido mal. Por el contrario: cada vez están más sólidos y ricos. Ahora van por lo que queda del sector energético, porque, dicen, se les antoja que su privatización sacará a flote al país, tal cual lo aseguraron privatización tras privatización a lo largo de los últimos 30 años.

En vía de mientras, otra muestra de los antojos corresponde al sector eléctrico: al cierre de 2010, 48 por ciento de la generación eléctrica en México corresponde a consorcios privados, fundamentalmente trasnacionales. Si se suma importación y exportación de energía eléctrica, entonces la citada proporción aumenta a 54 por ciento, de tal suerte que este sector estratégico mayoritariamente ya no pertenece a la nación, todo un logro del calderonato, sin olvidar la decidida participación de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox, aunque en el balance los dos inquilinos panistas de Los Pinos se llevan la palma.

Y la cereza: “para abrir mayores espacios a la participación del sector privado en la generación de energía eléctrica, la Comisión Federal de Electricidad tiene programado el ‘retiro’ de 11 mil 93 megavatios de capacidad del servicio público durante los próximos 15 años”, con lo que la participación privada se incrementaría a 75 por ciento. Arrasaron, pero la economía mexicana permanece estancada.

Las rebanadas del pastel

Estaba el inquilino de Los Pinos muy contento, critique que critique la sacralidad del petróleo y el pecado capital que para los políticos significa hablar del tema, cuando alguno de sus cuates al oído le dijo: “no sea güey, Jelipe, que esa sacralidad es la que le da de tragar a tu administración; si se hubiera privatizado, no recibirías ni un quinto”.

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