Escribo antes de las seis de la mañana de este viernes. He dormido en el hotel Malibú de Guadalajara. Cené con algunos de los organizadores de dos reuniones importantes que hoy sostendrá Andrés Manuel López Obrador con hombres y mujeres de negocios en la capital de Jalisco (un desayuno con alrededor de 150 personas en el Club de Industriales y una comida más pequeña en la casa de un empresario).
Cuando, después de cenar, volví al hotel, López Obrador y sus acompañantes no habían llegado: viajaron por carretera desde otra ciudad en la que él encabezó un mitin y seguramente se retrasaron. Al movimiento de AMLO le faltan recursos (sus limitaciones económicas son muchas), pero le sobra capacidad de trabajo. Aquí en Guadalajara, además de los eventos mencionados, Andrés tendrá otros, como una manifestación en la tarde a la que asistirán miles de sus partidarios.
Estoy en Guadalajara porque me invitaron los organizadores del desayuno y la comida, empresarios conocidos en esta ciudad. Conocidos y exitosos. Les va bien, sin duda. Se trata de gente próspera que disfruta la vida tranquila y más o menos relajada que caracteriza a quien no tiene problemas económicos. Son ricos, pues. De esos que, según la propaganda del PRI y del PAN, detestan a López Obrador y a su movimiento.
Pues no es así. Tales empresarios no solo no lo detestan, sino simpatizan con Andrés Manuel. Algunos lo han tratado y les cae bien. Otros realizaron negocios en la Ciudad de México cuando AMLO fue jefe de gobierno, y descubrieron en Andrés a uno de los muy pocos gobernantes no corruptos que hay en el país. Es que, vaya que los empresarios son víctimas de la corrupción. Prácticamente todos los políticos que están en el poder les piden comisiones a cambio de simplemente dejarlos trabajar. Con Andrés Manuel en el gobierno del Distrito Federal no hubo tal, y todos los empresarios lo saben.
Por eso, porque la honestidad es importante, sobran empresarios que apoyan ahora al líder izquierdista más importante de México. Pero, sobre todo, apoyan a López Obrador porque quieren seguir en su país viviendo en paz, tranquilamente, disfrutando de los bienes que con su trabajo han obtenido. No desean imitar a no pocos de sus colegas que han huido, que residen ahora en el extranjero: los que abandonaron el país por miedo.
Los que apoyan a AMLO son empresarios inteligentes, pero no solo capaces de entender un estado de resultados, sino de analizar la realidad mexicana y llegar a una conclusión: sin un cambio político verdadero México va a terminar de hundirse.
Es un cambio que el PAN no pudo lograr. El panismo lo prometió durante décadas, mientras fue oposición, generó grandes esperanzas, pero falló cuando tuvo el poder porque sus dirigentes se corrompieron y terminaron actuando como los peores líderes del PRI.
Es un cambio que, desde luego, el PRI ni siquiera puede plantear. Porque el PRI es lo peor que la política mexicana ha conocido, un paradigma de autoritarismo y corrupción. No mienten los que dicen que el problema del narcotráfico nació en tiempos priistas en los que, tristemente, los gobernantes y las mafias pactaron fortalecerse unos a otros.
El cambio solo lo puede conseguir un movimiento de izquierda independiente, que inclusive esté lejos de los partidos de izquierda, tan echados a perder como los de derecha. Un movimiento dirigido por una persona honesta, y Andrés Manuel lo es sin lugar a dudas, con liderazgo entre intelectuales, pero sobre todo entre la gente de menores recursos económicos. Un movimiento que se preocupe sobe todo por los pobres, pero que entienda lo suficiente de economía como para saber que sin creación de riqueza no se superarán los problemas, y López Obrador lo entiende, tanto que cuando ha podido ha apoyado a los empresarios honorables, que abundan en México, que se la juegan en la competencia muchas veces con todo en contra porque el nuestro, desgraciadamente, es un país de monopolios protegidos por el poder.
El hecho es que, porque entienden lo que Andrés Manuel representa, hoy los empresarios de Guadalajara dialogarán con él en dos eventos. Me invitaron, aquí estoy, ya contaré lo que ocurra.
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