Son cuando menos cinco delegaciones que el PRD puede perder en las próximas elecciones, y hay algunas más que están en riesgo. Por lo menos eso es lo que se dice ahora en los círculos perredistas, donde el enfrentamiento entre tribus cada vez es más enconado.
El peligro de esas pérdidas está, según se nos dice, en los encuentros y desencuentros que se dieron durante el proceso de selección de candidatos, en el que la mayoría de los puestos de elección quedó en manos de sólo dos tribus: la que encabeza René Bejarano y la de Jesús Ortega, y apenas se dio algo a los representantes de Marcelo Ebrard.
Bajo esas condiciones, cuando menos en Coyoacán y en Gustavo A Madero, militantes del PRD decidieron no dar su voto a los candidatos a diputados locales y federales, y tampoco a quienes fueron impuestos para la jefaturas delegacionales, como en los casos de Magdalena Contreras y Cuajimalpa.
Esas cuatro delegaciones están en la zona de peligro, pero además se dice que en Milpa Alta y en Cuauhtémoc las cosas no van del todo bien, y la posibilidad de que el PRI, con algunas buenas propuestas, logre triunfar, es una realidad imposible de ocultar a estas alturas, lo que abre un horizonte de dudas sobre qué tan holgado podría ser el triunfo de Miguel Ángel Mancera, si es que se puede dar, vistas las dificultades.
Pese a lo anterior, el domingo pasado, al comenzar la campaña, la alianza PRD-PT-MC mostró que en el Distrito Federal hay una estructura electoral mucho más fuerte que la de los partidos adversarios. También es cierto que el número de agrupaciones defraudadas por los acuerdos entre el gobierno central, los chuchos y el perversor Bejarano se han endurecido, y en ninguna de las tribus hegemónicas se previó que podría haber una rebelión de los pequeños, y que éstos son muy efectivos a la hora de efectuar el trabajo de a pie.
Y si a esto se añade que tanto Bejarano como Jesús Ortega tienen jurada venganza en contra de Andrés Manuel López Obrador, lo que ahora es más que visible, el panorama para el PRD en la ciudad no es para lanzar cohetes ni agitar banderas. No se trata sólo de cuidar lo que se tiene; la lucha tendrá que ser calle por calle, cuadra por cuadra.
La seguridad del triunfo en la trinchera de Miguel Ángel Mancera ha creado algunos ámbitos de prepotencia, por eso nadie en ese equipo protestó por la venganza o el desdén que se hizo de la figura de López Obrador en las diferentes campañas que se han realizado en el Distrito Federal.
Esto también ha causado irritación entre la tropa perredista, que ahora pretende escamotear cualquier voto que no vaya sólo en favor del tabasqueño, y la intención, aunque no se ha hecho pública, ya empieza a circular entre muchos de los que se sienten ofendidos por todos los incidentes, para llamarlos de algún modo, que ha traído la contienda electoral.
La cosa es que el jalón de López Obrador, que por ahora se niegan a reconocer en los terrenos de Mancera, en algún momento, cuando la prepotencia amaine, deberá ser reconocido y requerido si no se quiere que la elección se convierta en debacle, además del agandalle de bejaranos y chuchos, cuya enfermedad de venganza ya acusa signos de contagio en el cuartel del candidato al GDF. ¡Cuidado!
De pasadita
Ya decíamos que en el templete montado para el arranque de la campaña de Miguel Ángel Mancera, el domingo pasado, había cosas raras. Por ejemplo, se advirtió a los asistentes como invitados especiales que arriba sólo estarían los candidatos a las diputaciones locales y federales, junto con los dos que compiten por el Senado, pero no faltaron los colados.
Además de Cuauhtémoc Cárdenas, quien tenía su lugar en el centro del templete, llegó por ahí Jesús Ortega, quien nada tenía que hacer allí; también se coló Manuel Camacho, quien fue incluido en la lista a última hora. Manuel Oropeza, presidente del PRD en el DF, tampoco tocaba ningún pito en esa fiesta. Total, que ninguno quería perderse la foto. ¡Vaya costumbre!
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