Llegó la hora de que los que más tienen empiecen a repartir: Cristina Sada Salinas
Sobrina de Eugenio Garza Sada, es candidata del Movimiento Progresista al Senado por NL
Los ciudadanos ya no pueden tolerar este gobierno cínico y corrupto del PAN, dice Cristina Sada Salinas, candidata del Movimiento Progresista al SenadoFoto Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Periódico La Jornada
Domingo 13 de mayo de 2012, p. 11
Siguiendo los pasos de su madre, considerada la aristócrata rebelde, Cristina Sada Salinas hace una propuesta insólita dirigida a los ricos, a la oligarquía, a los dueños de México: Ha llegado la hora de empezar a repartir. No se trata de arrebatar aquello que ha sido bien habido, sino de exigir a los que tienen más que contribuyan al desarrollo nacional. Ojalá cada día nos uniéramos más y fuéramos muchos.
La candidata al Senado por el Movimiento Progresista habla desde la convicción de las ideas y el compromiso social. Camina por los amplios jardines de la casa heredada de su abuela, en San Agustín, en el próspero municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León. Si no lo entendimos por las buenas, lo estamos entendiendo por las malas. Para que todos estemos bien, nos debe ir bien a todos. El mexicano sin oportunidades de progresar, de ir a la universidad o de obtener trabajo, ya no puede más. Tenemos una máquina que constantemente se mueve fuera de la justicia; la producción de pobreza e ignorancia es mucho más grande que el rescate que pretenden hacer con sus obras asistenciales y de caridad, explica.
Nieta del magnate Roberto Garza Sada, presidente del grupo Vitro, y hermano de Eugenio Garza Sada, el capitán del llamado Grupo Monterrey, critica a los suyos. Pertenezco a las familias que endiosaban y siguen endiosando a la iniciativa privada porque da trabajos, pero no podemos seguir en este sistema de dominio de los fuertes contra los débiles. Estoy proponiéndoles que haya justicia en la distribución de los impuestos en México. Esta acumulación de riqueza es ilegítima si está exenta del pago de gravámenes, como sucede con más de 400 empresas, con acuerdos que se ratifican sexenio tras sexenio.
La rebelión contra su clase le viene de familia, concretamente de su madre, Irma Salinas Rocha, autora del libro Nostro grupo”, texto emblemático del mundo empresarial de Monterrey, que denuncia y desvela secretos de una cúpula concentrada en la acumulación de riqueza. Muestra los entresijos de una clase social intolerante, hipócrita, conservadora y llena de prejuicios.
Para esta clase social a que pertenezco los pobres son como invisibles, dice sin tapujos. En México ha prevalecido un sistema de dominio que se ha agravado con los gobiernos del PRI y del PAN. No podemos continuar con este modelo de poderosos contra débiles, sometiéndolos y explotándolos; utilizándolos y viéndolos sólo como mano de obra barata para enriquecerse.
Para ella, el PRI y el PAN son lo mismo. Los ciudadanos ya no pueden tolerar este gobierno cínico y corrupto del PAN; antes al excremento le ponían betún; ahora ni eso, es puro excremento de corrupción entre PRI y PAN. Me siento identificada con el pueblo que sufre, me duele el dolor ajeno. Me cuestionan que desde mis comodidades pretendo sentir; dicen que eso no es congruente. Que digan lo que quieran, yo no estoy engañando a nadie; no vengo de la pobreza, pero tampoco de la opulencia.
Destino manifiesto
Convencida de que está repitiendo el karma de su madre –fallecida hace tres años–, Cristina Sada, la quinta de ocho hijos, ha iniciado su campaña política enfrentando el rechazo inicial de familiares y extraños en su entorno, gente que poco a poco se fue convenciendo de las bondades del proyecto de nación de Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la izquierda. Mi mamá me dio todas las bases para esto que estoy viviendo con mi campaña. A diferencia de ella, que peleó por la herencia de sus hijos, yo no estoy peleando por la herencia de mis hijas, sino por lo que corresponde a los hijos de México. Me sale la indignación por lo que se está arrebatando al pueblo.
De llegar a convertirse en senadora, quiere dedicar su trabajo a defender a grupos vulnerables, erradicar la corrupción con nuevas leyes y lograr el empoderamiento ciudadano. Ha convertido el hogar de su madre, ubicado en Río Guayalejo 101, en la colonia del Valle, en su casa de campaña. Ha destinado su dinero para iniciar actos públicos, pagar la propaganda y la publicidad.
No llegan los recursos, y los que llegan son ridículos, dice con tono de resignación. Le cale a quien le cale, es la verdad. He hecho toda la campaña a tientas y sola. No he tenido apoyo de nadie de los que se supone deben apoyarme. Me dieron 100 mil pesos para una campaña, dinero que contrasta con los millones que tienen los otros candidatos, pero aquí estamos luchando por el cambio verdadero.
Los cambios nunca han sido fáciles, y a Cristina Sada le consta porque ha vivido las injusticias y el abuso de poder en su propia familia. Su padre, Roberto G. Sada Treviño, gerente de Vitro, murió en 1972, y desde entonces la familia sufrió una guerra sin cuartel que se agravó con la muerte de su abuelo. Fue cuando la familia Sada Salinas sufrió los despojos de la herencia. Murieron mis abuelos y la herencia quedó en las otras dos familias: Sada González y González Sada. Ellos se quedaron con el control de Vitro y Cydsa. A nosotros nos tocó muy poco. Quedamos completamente fuera. Todo se perdió. Resistimos cuando eso sucedió. Nos quejamos, demandamos pero, claro, no ganamos nada, sólo mucha exclusión social.
–¿Por qué el despojo de la fortuna?
–Porque después de un año de la muerte de mi padre, mi madre huyó y se refugió en Michoacán, donde se casó con el inapropiado (el pastor bautista Abraham Alfaro), el hombre que ella amaba, pero no era bien visto ni por la familia de mi padre ni por nosotros, sus hijos. Fue muy fuerte. Mi madre ya no era invitada, se le excluyó completamente. Unos años después, mi madre regresa.
–¿Y todo fue porque su madre se casó con el inapropiado?
–No era bien visto por muchas razones. La primera, porque su relación empezó desde antes de la muerte de mi padre, y la segunda, porque supongo no tenía el color apropiado, ni el código postal. Fue sumamente rechazado.
–¿Qué hizo su madre cuando se dio cuenta de que sus hijos fueron excluidos y despojados?
–Estaba desolada, porque había estado todo el tiempo con mi padre y lo acompañaba a todas las reuniones. Ella hizo las veces de esposa mientras mi padre se iba al trabajo. La mujer lleva 50 por ciento del mérito de un hombre exitoso. Después, mi madre se sentía culpable de que sus actos individuales, como mujer libre que era, de su amor o amorío con este hombre, habían sido, al menos, facilitadores para que la herencia no nos llegara a nosotros. Teniendo a una madre excluida, apestada, non grata, era más fácil que los hijos ya no tuvieran ningún derecho”.
Fue cuando Irma Salinas Rocha, hija de Benjamín Salinas Westrup, fundador –con Joel Rocha Garza– del complejo industrial que tiene las tiendas Salinas y Rocha, amenazó con contar la historia en un libro, contar las mezquindades, la doble moral y los presuntos delitos del grupo empresarial.
Pero la familia no la tomó en cuenta. Pensaron que no se atrevería. No hubo ninguna rectificación sobre la herencia. Mi mamá publicó el libro y fue un escándalo. Luego llegó la PGR y los incautó sin orden judicial, sin orden de cateo. Fue completamente ilegal. Fue una invasión total a nuestra casa.
Empezar de cero
Afortunadamente, con el paso de los años se logró la distribución del libro. También es una herencia que Irma Salinas Sada dejó a su hija: Ahora que ando en campaña recuerdo cómo ella me dijo que me iba a heredar esos libros. Fue el primer libro que desde adentro de una cúpula contaba lo que sucedía.
Después del despojo de los bienes de su familia, Cristina empezó su propio camino. De la opulencia de la casa de sus abuelos, donde la servidumbre servía en bandejas de plata y usaba guantes, pasó a buscar trabajo en la camioneta del chofer, que tenía un agujero en el suelo. “A la princesa se le cayó todo su show: ya no tenía mamá ni papa. Mis abuelos sólo nos daban a las tres nietas luz, agua, teléfono y una enfermera-nana. La herencia de mi padre estaba amarrada, no podíamos tocarla en cinco años”.
Dice que por eso se siente identificada con Scarlett O’Hara, protagonista de Lo que el viento se llevó, quien toma un puño de tierra y dice: Nunca más volveré a tener hambre. Yo fui esa guerrera sacando adelante a mis hijas; fui esa guerrera que quería dinero, que estaba muy enojada porque el otro mundo de la abundancia y plenitud se había acabado y por la injusticia que padecimos.
Educada en Estados Unidos y Europa, el colegio legionario Cecvac se negó a contratarla por estar divorciada; luego trabajó un año en la Cámara de Comercio Americana y después conoció a su segundo esposo, con quien tuvo a sus tres hijas; fue un matrimonio que duró 20 años.
Cristina construyó empresas de ropa y bienes raíces, para finalmente incursionar en la educación. En medio del entorno educativo dominado por los Legionarios de Cristo, el Opus Dei y otras órdenes religiosas, fundó un colegio laico: el San Roberto. Lo construyó en los terrenos de lo que fue la pista de aterrizaje del aeropuerto privado de su padre, en San Agustín, y luego los colegios San Agustín y Valle Alto. Generó 600 empleos y tenía 2 mil 350 niños cuando se retiró, hace cinco años.
Corregir el error
En 2006, Cristina Sada fue influenciada por la guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador, patrocinada en parte por su primo Ricardo Salinas Pliego, en Tv Azteca, donde tienen vetadas las ideas progresistas, dice. Cuenta que acudió a las urnas con miedo: Me tembló la mano; confieso haberme equivocado. Le di mi voto a Patricia Mercado.
Pero su madre estaba convencida de que había llegado un giro de esperanza para los más pobres de México con la opción de Andrés Manuel López Obrador. Las fuertes críticas de la familia contra su candidato no la detenían en su propósito, sólo la salud, que sí le falló ese día para cumplir su deber ciudadano, contó Cristina en su funeral, hace tres años.
Ahora esta segura de estar en el camino correcto. Recorre las colonias pobres, las zonas rurales, habla con los campesinos, los obreros, los discapacitados y se reúne con organizaciones no gubernamentales en defensa de los derechos humanos:
Esta campaña es como un doctorado en humanidades. Necesitamos un despertar de la conciencia humana. No todos estamos llamados a la austeridad de los franciscanos, pero todos estamos llamados a abrirnos a las necesidades del otro. Mientras no hagamos ese cambio de conciencia, de ver que las necesidades de los demás son tan importantes como las nuestras, seguiremos en este camino de degradación del tejido social de México.
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