Hoy le iba a escribir de otro de los muchos programas electorales que tenemos en pantalla pero le llegó esta carta a mi jefe, se la quiero compartir y la voy a contestar. Tome nota, por favor.
“Señor Director: Leí con sorpresa la columna de Álvaro Cueva que se publicó este lunes y en la que se hacen alusiones y afirmaciones injuriosas en mi contra. No me extraña, ya que ni la ortografía del texto está cuidada. Al señor Cueva le molesta de modo particular el programa Camino a Los Pinos de Efekto TV y señala que su existencia sólo se justifica por “corruptelas” o por “publicidad encubierta”. Es una vil mentira y lo reto a que pruebe sus dichos. No lo hará, no puede. Lo que escribió Cueva, sin prueba alguna, constituye un delito y por ello exijo una aclaración y una disculpa. El señor Cueva tiene el derecho a criticar lo que le dé la gana, pero hay límites, los que, por cierto, hacen la diferencia entre el buen periodismo y la actitud carroñera que tanto daño le hace a nuestra vida pública. Julián Andrade”. Estimado señor Andrade: Muchas gracias por su carta aunque hubiera preferido que me la hubiera escrito a mí y no a Carlos Marín.
Es curioso, pero me parece que leyó mal. En mi columna del lunes pasado no hablo de usted, nomás lo menciono a la hora del caótico cambio de conductores que ha sufrido su programa en Efekto TV.
Y cuando hablo de corruptelas, lo hago, diciendo, literalmente, “con razón hay tantas personas que, atrás de estos títulos, imaginan cualquier cantidad de corruptelas”.
“Le juro que no hay manera de justificar este proyecto a menos que se trate de un asunto de relaciones públicas o de ventas escondidas”.
¿Por qué lo digo? No porque lo esté acusando de algo, es porque una emisión periodística que no da nota como Camino a Los Pinos se presta para cualquier cantidad de sospechas.
Si usted se siente ofendido con lo que publiqué el lunes o con lo que le estoy escribiendo en este momento, le ofrezco una disculpa, porque mi intención no es molestarlo, es invitarlo a que ponga orden en su programa.
Vamos, usted es un hombre culto, aplique todo eso que sabe y conviértalo en televisión.
México necesita más y mejores propuestas de análisis político. Desgraciadamente, aunque hay muchas, casi ninguna se salva. Ojalá que Efekto TV ponga la muestra y nos regale un maravilloso Camino a Los Pinos en los próximos días. Ojalá.
Atentamente, Álvaro Cueva.
Promesas, promesas, promesas
Deje de hacer cualquier cosa que esté haciendo por las noches y luche con todas sus fuerzas por sintonizar, en sus diferentes horarios, por el canal Unicable, La promesa.
¿Qué es? Una obra maestra de la televisión colombiana que se estrenó casi sin nada de publicidad y que representa una de las más impresionantes sorpresas de la temporada.
Es una serie-novela en el sentido de Infames o de Correo de inocentes sobre uno de los grandes temas de la actualidad: la trata de blancas.
Son varias mujeres, de varios países, que después de enemil enredos, terminan de esclavas sexuales en España y no, no le estoy vendiendo trama, el capítulo uno comienza exactamente con esto. ¡Imagínese lo demás!
A mí lo que no me cabe en la cabeza es que Televisa tenga esto ahí, en televisión de paga, en lugar de ofrecérselo al gran público nacional a través de algunas de sus cadenas abiertas como Galavisión.
Mucho menos que, mientras que en Colombia se está haciendo algo así, nuestra máxima aportación dramática sea Abismo de pasión. ¡No se vale!
La promesa no le pide nada a La reina del sur ni en espectacularidad, ni en reparto ni en presupuesto. Tan sencillo como esto: tiene actores y locaciones de diferentes rincones de América Latina, incluyendo México, y de Europa.
¿Qué vemos de México? Algo que casi nunca se muestra de manera espontánea, como el bellísimo estado de Oaxaca.
¿Y quiénes salen de aquí? Aislinn Derbez (hija de Eugenio Derbez, nieta de la inmensa Silvia Derbez); Jesús Ochoa y Luis Roberto Guzmán, por mencionar a los más conocidos.
Aislinn está haciendo un trabajo, que usted se la puede comer a besos de tan crudo, tan real y tan conmovedor, don Jesús Ochoa es don Jesús Ochoa, un monumento de actor ya, indispensable para cualquier serie latina que quiera funcionar.
Y Luis Roberto es genial. Nada qué ver entre su trabajo ahí, lo que le estamos viendo como ‘Porfirio’ en Infames y lo que le hemos visto en tantas y tantas producciones de calidad. Es grande y está en su mejor momento.
Si usted ama la televisión, si usted ama las series, si usted ama las telenovelas, tiene que ver esto, apasionarse y, sobre todo, poner el tema de la trata de blancas más allá de los noticiarios.
¡Bendita producción colombiana! Es justo la televisión que necesitamos, televisión del siglo XXI, televisión de 2012, original, competitiva, entretenida y bien hecha. ¡Bravo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario