sábado, 21 de julio de 2012

El Distrito Federal y el sistema-- Bernardo Bátiz V.


En México hay un sistema político y social que ha ido empeorando con los años; cuando se dio en el año 2000 la alternancia en el Ejecutivo federal, se presentó una oportunidad de oro, sin embargo, el Partido Acción Nacional, que gobernó durante 12 años, no hizo nada por cambiarlo. Desperdició la ocasión y en lugar de influir en otros partidos y de modificar las cosas para mejorarlas, se asimiló los vicios del viejo PRI y mantuvo las pautas y prácticas de contratismo, corrupción y opacidad anteriores, agregando lamentablemente, el ingrediente del entreguismo al extranjero.

Quienes con más claridad se han enfrentado al sistema, con más ahínco y valor civil desde hace ya tiempo, han sido Andrés Manuel López Obrador y el movimiento que encabeza que, por cierto, se ha visto incrementado por sectores de clases media y alta que antes le alzaban pelo. Por ese motivo, quien es el símbolo y abanderado del cambio fue objeto de todos los obstáculos posibles durante la reciente campaña.

A quienes integran el sistema les preocupa lo que el movimiento sostiene, una economía más equitativa, la defensa del patrimonio nacional frente a la codicia exterior y la defensa de la soberanía; no les gustan estas ideas por que van en contra de sus planes y ambiciones, pero se preocupan más porque López Obrador ya demostró en la ciudad de México que tiene capacidad de gobernar y que puede hacerlo, precisamente con reglas y prácticas totalmente contrarias a las generalizadas.

Con ese motivo se empeñaron a fondo en evitar que hubiera una elección democrática, sabían que dejando el proceso electoral en libertad y jugando limpio ganaría AMLO sin duda alguna; ahora, ante los vicios acreditados ante el Tribunal Electoral para que declare la invalidez de las elecciones, todo el sistema se lanza en su contra.

Como pretendieron en la campaña engañar a la gente haciendo creer que ya estaba todo decidido en favor del candidato del PRI y de Televisa, ahora pretenden con una gran alharaca convencernos de que la elección fue limpia e intachable, precisamente lo contrario de lo que la opinión pública percibe y comenta en todas partes.

Con este motivo, una parte de los empresarios organizados, intelectuales y comunicadores acomodados con el actual estado de cosas, sindicatos tradicionalmente caciquiles y corruptos y otras fuerzas y poderes fácticos, declaran todos los días y a toda hora que la solicitud para que se declare inválida la elección no tiene fundamentos.

Lo cierto es que están asustados y preocupados, precisamente porque los argumentos y pruebas indubitables no sólo han sido llevados al tribunal, si no han sido presentados a los medios de comunicación y hay un programa de defensa de la democracia y la dignidad nacional, que informará ampliamente en todo el país lo que está sucediendo.

También la Conferencia Nacional de Gobernadores, sin competencia alguna y sin siquiera usar los términos correctos, avala el triunfo de Peña Nieto en una, declaración según esto consensuada; pero ahí entra con toda oportunidad el deslinde del jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, quien manifestó que no comparte la declaración de los otros gobernadores y con ello refrenda la digna postura que el Distrito Federal y sus gobiernos de izquierda han mantenido respecto del sistema.

El Distrito Federal mantiene con esta oportuna declaración del jefe de Gobierno una posición clara; sigue siendo un oasis en medio del desierto de la política tradicional en que predomina la turbiedad y la complicidad. Es además un ejemplo para quienes asumirán las responsabilidades del gobierno central y los gobiernos delegacionales, cuyas conductas y actitudes en los tiempos que se avecinan, serán fundamentales para alcanzar los cambios de fondo que el país requiere. En el debate político con el sistema, que ya está encima, el triunfo inobjetable y la tradición de buenos gobiernos en la capital serán armas difíciles de superar.

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