martes, 11 de septiembre de 2012

Mensaje de Javier Jiménez Espriu en la asamblea informativa del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) en el Zócalo de la Ciudad de México

Lic. Andrés Manuel López Obrador

Pueblo de México
Estamos aquí para ratificar un compromiso con la Patria.

Pertenezco a un grupo de mexicanos que con plena convicción y con un profundo conocimiento de nuestro país y sus problemas y amor por México, suscribió el Nuevo Proyecto de Nación que propuso Andrés Manuel López Obrador, conscientes de que era imperioso cambiar el modelo económico, político y social, que en los últimos treinta años ha llevado a nuestro país a mayores desigualdades, a un inaceptable incremento del número de pobres, al estancamiento económico, a una cada vez más crítica falta de empleos y a una enorme pérdida del poder adquisitivo del salario, a la proliferación de monopolios, a la insuficiencia alimentaria, al abandono del campo y de los campesinos, a una educación insuficiente y de baja calidad, a la contracción del mercado interno, a la inexistencia de políticas de estado para industrialización, desarrollo científico y tecnológico, etc., y todo ello enmarcado en un proceso de corrupción escandalosa, contubernios y connivencias vergonzosas que han llevado a la pérdida de valores, a la descomposición social y a la violencia.



Propusimos un Proyecto de un gobierno austero basado en la honestidad, la capacidad profesional, la sensibilidad política y la transparencia, la soberanía, la preservación del patrimonio material y cultural de la nación y la democratización de los medios de información, que impulsara la inversión pública y la privada, la generación de empleos y el bienestar de todos los sectores de la sociedad, respetara los derechos humanos y el medio ambiente, acabara con la violencia, y promoviera en un estado de paz y tranquilidad social, la participación ciudadana en las grandes decisiones nacionales



Un gobierno ético, integrado por una nueva clase política nacional que pudiera llevar a cabo las urgentes tareas de transformación de la Nación.



Pensamos, quienes acompañamos al Lic. López Obrador en su campaña por la Presidencia de la República y lo reiteramos en todos los foros, que era importante asumir legítimamente el poder, para combatir y acabar con la corrupción. Los acontecimientos nos demuestran que no es factible lograr lícitamente el poder, ante el imperio de la corrupción.



El proceso electoral ha concluido de acuerdo con las normas establecidas, a pesar de gravísimas impugnaciones cuyas investigaciones han sido calificadas por propios y extraños de insatisfactorias, insuficientes, contradictorias, sesgadas, lamentables. Continúan sin esclarecerse los más delicados agravios contra la ley y contra la dignidad de los más necesitados.



Cuán actuales, ante los hechos recientes, resultan las palabras de Rousseau: “La igualdad de la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, y ninguno tan pobre que se vea necesitado a venderse”.



Hemos sido sentenciados por el Tribunal Federal Electoral, sin derecho a fianza, a seis años de regresión, opresión, corrupción y trabajos forzados, y esto significa, para nosotros, los que no estamos de acuerdo con la sentencia, una lucha social sin cuartel para defender una democracia que se desmorona, un patrimonio que desaparece, una soberanía que se remata al mejor postor y una dignidad nacional que se avasalla, frente a los embates de la corrupción y el entreguismo, hechos poder.



Independientemente de lo inevitable de la sentencia, los documentos que la conforman requieren un profundo análisis jurídico, académico, formal e imparcial, de las voces más autorizadas.



Estoy convencido de que por la salud de la República y de sus instituciones y por el futuro de nuestra democracia, es necesario conocer la “verdad-verdad” y que las sombras de la duda no oscurezcan nuestro tránsito al porvenir.



Propongo por ello que las más prestigiadas instituciones de investigación y enseñanza del Derecho en nuestro país, en donde se encuentra el talento, el rigor académico y la honestidad intelectual de grandes juristas nacionales y extranjeros, tomen la Sentencia del TRIFE y el documento que desestima los agravios planteados en las impugnaciones, como caso de estudio y organicen debates, análisis, mesas redondas, talleres, seminarios, para someterlos a la más profunda, seria e imparcial de las pruebas. Harían una gran aportación al bienestar de la Nación y cumplirían con su responsabilidad educativa.



No se debe simplemente cerrar el expediente, es importante para el mejor futuro de México, que todo se esclarezca, que se ataque la corrupción en todas sus formas, desde todas las atalayas y particularmente la que se perpetra amparada por las lagunas o las interpretaciones sesgadas de la ley y la servil aquiescencia de sus tribunos.



Porque es necesario lograr el imperio de la verdad, porque tenemos que superar la práctica del engaño y de la manipulación y “la injusticia de nuestra justicia”; y señalar ante todos, el papel que ha jugado cada protagonista.



No es válido que la política envilecida y protegida por leyes que parecen haber sido diseñadas para legalizar la impunidad, venza a la democracia y sumerja a nuestra Nación en un pozo sin fondo y en un ejemplo lastimoso de desprestigio internacional.



El pueblo de México tiene derecho a saber la verdad sin velos ni cortapisa alguna.

Nos esperan seis años de un futuro oprobioso, que podríamos escribir desde ahora, si bajamos los brazos y nos dejamos abatir por el desánimo, la depresión o la impotencia.



No será así, seguiremos desde luego en la lucha, porque ningún mexicano bien nacido debe abandonar al país a su mala suerte y a su pueblo en la indigencia y la indefensión. Y lo haremos, contra todo acto que lesione a la Nación o a los ciudadanos, empuñando las armas de la razón, la inteligencia, la moral, la cultura, la civilidad, y el amor por la patria, para detener el avance de las nuevas hordas de los “Atilas” de la modernidad, de quienes se sabe que donde pisa su caballada, por flaca que esté –y mientras más flaca, como es el caso, con mayor encono-, no vuelve la hierba a crecer.



“Se puede abandonar a una Patria dichosa y triunfante. Pero amenazada, destrozada y oprimida, no se le deja nunca, se le salva o se muere por ella”, decía Robespierre hace más de 200 años y así debemos asumirlo ahora nosotros.



Nuestra actual situación nos obliga a llamar a la rebelión de las conciencias y a sacudir el marasmo ciudadano. No podemos convertirnos en un país de resignados, ni de hombres y mujeres avasallados por los poderes fácticos y las fuerzas fatídicas.



Estamos con el pueblo que trabaja ardua y honestamente en la lucha por mejores condiciones de bienestar.



Estamos con los hombres y las mujeres de todos los estratos sociales, que trabajan solidariamente por el bien común.



Estamos con los jóvenes que se sublevan ante la injusticia, se rebelan ante la imposición y el autoritarismo y se oponen con el potente grito de la verdad y la enjundia de su entrega valiente y desinteresada, a la represión de las ideas y a la manipulación y la opresión del pueblo.



Estamos por la organización del pueblo para garantizar, por la vía pacífica, un régimen plenamente democrático.



Estamos por un futuro de México, digno de su historia y de su gente.



Estamos por un México libre, independiente y soberano.



Estamos con Andrés Manuel López Obrador, por su compromiso por la Patria.

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