Saldo de las giras: 132 y su sentido, la tónica por venir
De acuerdo a los usuales apologistas, la gira de Peña Nieto por Europa –como consideraron igualmente a la realizada por Latinoamérica-, ha sido todo un éxito. Incluso, no extraña que Gómez Leyva se extrañe de que el equipo del priista no celebre lo suficiente por ello.
En contraparte a los supuestos logros (¿ofrecer Pemex a la inversión privada trasnacional, hablar vagamente de energías renovables alemanas, confirmar la construcción de hoteles flotantes a los astilleros gallegos a cargo de un Pemex supuestamente en quiebra, pensar en una extraña “gendarmería nacional” con asesoría francesa?), el viajante priista ha sido objeto de protestas visibles en al menos seis de los diez países visitados.
En columna anterior señalé que esta será la tónica hacia el nuevo sexenio (“132 contra Peña Nieto en Alemania, la tónica por venir”). Aunque en números quienes protestan no sean tantos como para atraer la atención generalizada, lo cierto es que el conjunto de las manifestaciones -Berlín, Madrid, Londres, París y antes Buenos Aires y Santiago de Chile-, establece también ya un cifra considerable; 60%. No solo se trata de un elemento cualitativo, también es cuantitativo.
Y si es así, es porque el país lejos está de gozar de una normalidad democrática con la cual la mayoría estuviera conforme. A un lado de lo que se piense sobre la elección presidencial reciente, los agravios pasados y presentes en contra de la sociedad mexicana exceden la capacidad de mantenerse inalterado ante ellos.
Se ha argumentado que quienes protestan bajo el símbolo del 132 son jóvenes privilegiados porque estudian en escuelas privadas en México o bien en el extranjero. Pero no solo ellos se expresan. La protesta, con distintos reclamos y matices, está extendida en el país. Es sorprendente que no se haya llegado aún a un punto de encuentro, digamos histórico, entre la totalidad de los inconformes. Ha faltado columna vertebral.
Ser un estudiante privilegiado en México o el extranjero no le quita a nadie el derecho a la manifestación, a la crítica. Y aun tal vez sea éticamente obligado ejercerlas, porque se cuenta con mayor información y análisis de los fenómenos que suceden en el país. Peor sería que el cinismo alojara en la totalidad los ciudadanos mexicanos. Cuando la capacidad de indignación se haya perdido, entonces sí, todos estarán conformes con lo que acontezca; sea lo que fuere.
Sea el 132 o cualquier otro inconforme, la protesta masiva o aislada será el sentido, la tónica por venir, en realidad, por continuar, porque el pasado reciente está cargado de agravios. Aunque le pese a quienes sin vivir en una “normalidad democrática” (normalidad en la cual haya un consenso mayoritario de que “las cosas” marchan de manera equilibrada en el país), desean comportarse y llaman a hacerlo, como si tal fuera la condición y la circunstancia mexicana. Quisieran eliminar de tajo la crítica.
Entonces, en términos simbólicos si se desea, el saldo de ambas giras no es tan halagüeño, no hay en realidad motivos de celebración de parte de Peña y su equipo (a menos que se haga desde el cinismo; recuérdese que ni si quiera las “multitudes priistas” celebran al ejecutivo electo). La condición del país no lo permite. Y será así mientras los extremos coexistan, mientras no haya equilibrios económicos y la injusticia social continúe imperando en el país del 132 y de los millones
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