miércoles, 9 de septiembre de 2009

El diluvio que viene

09 de Septiembre, 2009 - 00:00
Dice La Jornada en su editorial que el desastre del momento no es resultado de la lluvia, sino de la imprevisión, de la falta de planificación, de los persistentes subejercicios presupuestales, de un contratismo marcado por las sospechas de corrupción, y de conflictos políticos que parecen estarse dirimiendo a costillas de la población, de su bienestar y su seguridad.

Es lo más cierto que he leído en los últimos meses.

En mi opinión, resulta muy sospechoso que sólo algunas zonas del Estado de México hayan resultado tan afectadas por la intensa lluvia que en otros lugares corrió normalmente por las alcantarillas. Se trata en particular de el Fraccionamiento Valle Dorado, donde apenas hace dos años el gobierno panista realizó remodelaciones superficiales de calles y avenidas, omitiendo investigar las condiciones en las que se encontraba el sistema de drenaje.

En la zona de Arboledas sucedió algo similar, se cambió la carpeta asfáltica de la avenida principal, que rodea las elegantes residencias del Club de Golf La Hacienda, cuando extensas zonas del municipio de Atizapán carecen de calles transitables por las pésimas condiciones en las que se encuentran.

Esa es la política de los que llegan al poder con el apoyo de los ricos, en cuanto toman posesión se dedican a corresponder a los favores en vez de trabajar por el bienestar de la población y mejorar las condiciones de abandono en la que se encuentra la infraestructura de esos municipios, en su mayoría pobres.

La tragedia de algunos por la intensa lluvia es un ejemplo de lo que sucederá en el país si no se asumen con responsabilidad las medidas preventivas para evitar un diluvio nacional. Generalmente los afectados por los desastres naturales han sido los pueblos pobres, las rancherías o los asentamientos humanos que rodean las zonas urbanas. Ahora se trata de afectaciones en colonias de clase media-alta donde, se supone, todo está bajo control. Pero resulta que no es así, la corrupción desmedida de los actuales gobernantes perdió el control hasta de las apariencias. En el Estado de México todas las obras tienen como objetivo promover a Peña Nieto para el 2012, sin importar a quién se contrata, cuánto cuesta y si la obra es necesaria o no, la cosa es que se vea y que apantalle.

Mucha gente de la que fue engañada por la sucia campaña de Calderón se está dando cuenta del error y empieza a tomar conciencia de que México necesita el cambio que propuso Andrés Manuel. Aunque ahora Calderón empiece a reconocer que siempre sí es necesario recortar el gasto público, ya hasta va a desaparecer Secretarías, desperdició dinero y tiempo en una guerra sin sentido, en vez de canalizar la energía y los recursos para procurar el bienestar del pueblo y el desarrollo del país.

Hay que destapar todas las cloacas para sacar la mugre acumulada por años y evitar el diluvio que viene.

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