lunes, 7 de septiembre de 2009

¿Por qué la insistencia en que dimita el Presidente?

07-septiembre-2009

A ver qué les parece esto:

Nos precipitamos en la pendiente de un Estado fallido.

La ausencia del presidente Calderón de la sesión de apertura del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, el que no haya presentado él mismo su informe, a más de ser un desacato constitucional, evidencia el divorcio de los poderes y el colapso del régimen presidencial. La capacidad remanente de decisión se ha trasladado al Legislativo.

Los legisladores, los partidos, deben perder el miedo al lobo feroz. Tienen que establecer en la Constitución una entidad autónoma que democratice las concesiones de radio y televisión y regule sus contenidos conforme a los valores e intereses del país.

Sólo la creación de ciudadanía y la práctica de una democracia directa podrían disuadir revueltas incontenibles.

El referendo, el plebiscito, la iniciativa popular, la contraloría social y la revocación del mandato han sido consagrados en ordenamientos estatales. Es urgente implantarlos a nivel nacional.

De igual modo, la revisión del pacto federal, las atribuciones soberanas de los municipios y el pleno respeto a las potestades originales de los pueblos indios.

Innumerables son los pendientes:

La creación de un Tribunal Constitucional, la autonomía del Ministerio Público y la Auditoría Superior de la Federación, la Constitución del Distrito Federal y el remozamiento de la impartición de la justicia.

Lo esencial es la implantación del Estado de Derecho y el término de una cadena intolerable de impunidades.

Y ¿qué tal esto?:

Asistimos al naufragio del orden jurídico.

Acteal somos todos y los niños calcinados son nuestros.

Estamos atrapados en un estado de sitio, hipócrita y mortífero.

El gobierno reproduce la delincuencia para compensar los vacíos de legitimidad. Se empeña en una guerra perdida, corrompe la función del Ejército y condona los delitos cometidos desde las altas esferas del poder.

Y en relación a la crisis económica:

La caída de la economía es vertiginosa e irrefrenable. No se trata de un agujero fiscal, sino de un hoyo negro en la producción y en la moral pública.

Mal haríamos en mercadear nuevos impuestos a cambio de baratijas presupuestales. El reto es la clausura del ciclo neoliberal y la instauración de un nuevo modelo de desarrollo.

El dinero hay que tomarlo de donde abunda, no arrebatarlo a los desposeídos sino a las grandes empresas que eluden los impuestos, a la banca desnacionalizada, a la alta burocracia que ofende a la sociedad y a los fondos ociosos de las arcas públicas.

Los legisladores deben empezar por su propia casa, reducir sus concupiscencias y votar con transparencia sus prerrogativas.

La reforma hacendaria tiene que ser integral, con reparto equitativo de fuentes tributarias entre los componentes de la Federación, restitución a los municipios de competencias irrenunciables, administración estricta de las cobranzas, supresión de excesos y redundancias, reorientación del gasto por prioridades y sanciones ejemplares a los depredadores del erario.

El salvamento tiene que comprender la reordenación del sistema bancario y financiero, la reinvención e la infraestructura, el impulso a la agricultura y el despliegue industrial, el ensanchamiento del mercado interno, el combate a los monopolios, la defensa y transformación de los hidrocarburos y recursos primarios, la reconversión energética, la sociedad del conocimiento y las alianzas estratégicas transversales.

Y ojo con estas sentencias:

Se debe cancelar la esquizofrenia política: el Estado carece de Poder, el Ejecutivo de liderazgo, el Congreso de competencias y el ciudadano de representación eficaz.

Para reparar los entuertos, comencemos por la dimisión formal de quien ostenta la investidura presidencial.

La Constitución prevé en este caso, la formación de un gobierno de mayoría, con capacidad suficiente de convocatoria para sortear la catástrofe, enderezar el rumbo y garantizar mediante elecciones libres y pacíficas la devolución del poder a su legítimo titular: el pueblo de México.

¿Qué les pareció?.

Fue el discurso de Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega en la sesión en la que fue entregado al Congreso de la Unión el Tercer Informe de Gobierno del presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.

Un mensaje que tuvo mínima difusión en la mayoría de los medios de comunicación.

Sí, insiste en que el jefe del Ejecutivo tiene que dimitir. Lo ha dicho desde hace tiempo. Hace como un año se distorsionaron sus conceptos y se dijo que Porfirio llamaba al derrocamiento de Calderón.

La idea de decirles quién es el autor de estas afirmaciones ciertamente lapidarias hasta el final del blog es para que primero, sin el prejuicio o la oposición o aversión o cuestionamientos a quien lo dijo, pudiesen leer lo que dijo e ir pensando si están de acuerdo o no con ello, con lo dicho, por qué si o por qué no, en qué si o en qué no.

Y es que, ya lo hemos comentado, a veces caemos en la mala costumbre de no analizar, no debatir sobre lo dicho por descalificar a quien lo dijo.

Así pues, les propongo para hoy este ejercicio:

En mensajes separados, o en dos partes si mandan un solo comentario de inicio, primero, quienes lo deseen, desquiten su ira contra Muñoz Ledo, digan de él, de su carrera, de su personalidad lo que no les gusta o les gusta.

Y después, busquemos centrarnos en las ideas, en los conceptos, hagamos el debate sobre eso, lo que dijo.

Una vez más la petición: no a las ofensas, a los insultos, se puede no estar de acuerdo en lo que digan unos u otros, se debe respetar a los otros y a nosotros mismos.

Sí se puede, estoy seguro.

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