sábado, 12 de septiembre de 2009

Salvador García Soto Serpientes y Escaleras El traidor, la fiel y el hombre que no negocia

Andrés Manuel López Obrador no negocia cuando se trata de sus convicciones políticas; no lo hizo cuando se enfilaba en caballo de hacienda a la Presidencia y diversos sectores y personajes —desde los empresarios hasta los gobernadores priístas o Elba Esther Gordillo— lo buscaban para proponerle “pactos” o acuerdos que lo hubieran ayudado a asegurar su llegada al poder, y no lo hizo tampoco cuando su fiel seguidor Juanito se transformó y le puso condiciones políticas (y monetarias) para entregarle Iztapalapa


Para Andrés Manuel López Obrador, “Juanito” se convirtió en un “traidor” y se negó en todo momento a hablar con él

A cuanta petición hizo Rafael Acosta en busca de un acuerdo que garantizara la llegada de Clara Brugada como delegada sustituta y le diera a él y a su “movimiento” apoyos de programas sociales, cargos directivos en la delegación y acceso a recursos, la respuesta invariable de López Obrador fue la misma: “Díganle que yo no negocio”. Ni siquiera se lo dijo personalmente porque nunca quiso recibir a Juanito y lo dejó esperando varias ocasiones en la antesala de la casona del autonombrado gobierno legítimo.

Fue la propia Brugada la encargada de transmitir las negativas de AMLO a Acosta, que pedía al menos poder hablar telefónicamente con quien fuera su admirado líder y sin cuyas bases jamás hubiera ganado la elección del 5 de julio. Pero para López Obrador, Juanito se convirtió en un “traidor” y se negó en todo momento a hablar con él. Molesto, lo tachaba en privado de “ambicioso y deshonesto” y en público lo ha llamado “estrella” de las televisoras. AMLO es inflexible cuando se trata de una negociación que él crea va contra sus principios. Y con Juanito se negó a otorgarle nada de lo que pedía a cambio de cederle su lugar a Brugada, como lo había ofrecido en aquella folclórica ceremonia en la que Andrés Manuel le tomó “protesta” como “candidato prestado”.

Así que entre la traición de Juanito, la fidelidad de Brugada y la instransigencia de AMLO para aceptar sus peticiones, el capítulo del engendro político que se volvió contra su creador seguirá siendo anécdota y reflejo de la pobreza y el surrealismo de nuestro sistema político.

EL “JUANITO” DE XICO

Y si Juanito y su juanitadas son ya parte de la decadente política nacional, émulos de Rafael Acosta se reproducen en todos los partidos. Desde las diputadas que, carentes del sentido de la dignidad personal y de género, se prestan a las prácticas de prostitución política y ceden su lugar a sus desvergonzados suplentes varones, hasta otros políticos que repiten el patrón del personaje de la banda tricolor en la cabeza.
Entre los senadores se habla ya del Juanito de Xicoténcatl para referirse a uno de sus compañeros que recién llegó a una posición de primer nivel en el órgano parlamentario y al parecer se ha tomado muy en serio el nombramiento. Para nadie es un secreto que Carlos Navarrete jamás hubiera alcanzado el histórico logro de ser el primer congresista de izquierda en presidir el Senado sin la negociación política que los perredistas hicieron con el coordinador del PRI, Manlio Fabio Beltrones. Contra la oposición del PAN, y cuando estaba distanciado de Los Pinos y del gobierno calderonista, Beltrones armó una operación con el PRD y nulificó al PAN en la definición de la presidencia.

El problema es que en la negociación el sonorense contaba con que Navarrete respetaría el statu quo en la vieja casona de Xicoténcatl. Pero ocurre que el perredista, que tomó posesión con el discurso de que haría “cambios importantes y notorios” en la forma de conducir a la cámara, comenzó a revisar los cargos y posiciones importantes del órgano legislativo.

Y lo que se encontró fue que un gran porcentaje —75% dice— de los puestos importantes en las áreas administrativas y de control parlamentario están ocupados por funcionarios afines a Beltrones. Decidido a cambiar eso, buscó a su impulsor y le dijo que pensaba hacer movimientos. “No, ahí no se toca; si quieres meter a tu gente, hacemos una ampliación pero no se mueve a los que están”, fue la respuesta que recibió.
El problema es que al presidente del Senado no le satisfizo la respuesta y decidió moverse “por la libre”. Y comenzó a cabildear con los coordinadores de las otras fracciones para pedirles apoyo a fin de modificar a fondo las principales posiciones de la cámara senatorial.

El perredista buscó incluso al coordinador de los senadores que se oponían a su llegada y les habló de lo que encontró en sus análisis internos. “¿A poco ustedes lo sabían?”, preguntó extrañado. “Claro que lo sabíamos, pero eso es un acuerdo hecho mucho más arriba”, fue la respuesta de los panistas que ubicaron esa negociación en la toma de protesta de Felipe Calderón aquel aciago 1 de diciembre de 2006, cuando el PRI fue el factor determinante para la atropellada asunción presidencial.

“¿Y a poco de veras te vas a aventar a mover esas posiciones?”, preguntaron los panistas a Navarrete. “Claro, pues para eso soy el presidente, ¿no?”. La promesa blanquiazul fue de apoyar al envalentonado presidente si se aventaba a romper con esos controles de poder en el Senado. “Si lo cumples, te apoyamos porque esa va a hacer tu verdadera toma de posesión”, le dijeron.

NOTAS INDISCRETAS... En el reparto de comisiones en la Cámara de Diputados, los priístas han hecho valer su mayoría y se quedarán con 21 presidencias, incluidas las de los grupos de trabajo más importantes como Gobernación, Puntos Constitucionales y Presupuesto. La Comisión de Hacienda aún está sujeta a un jaloneo con el PAN, aunque en realidad a los priístas no les importa tanto y están dispuestos a intercambiarla por otras posiciones. Internamente, el acuerdo de los gobernadores y Beatriz Paredes es que a cada mandatario le corresponderá una presidencia de comisión, de modo que los 18 góbers priístas tendrán un espacio que se negocia según la fuerza de sus bancadas. Las tres restantes serán para el grupo paredista… “El agua da y el agua quita”, reza el refrán que puede aplicarse a los problemas hidráulicos en el estado de México. Y mientras a Marcelo Ebrard y a Enrique Peña Nieto el agua —a uno la escasez y a otro las inundaciones— los ha dejado mal parados y les ha ocasionado ligeras pérdidas de popularidad, al panista José Luis Luege Tamargo, director de la Conagua, los dos temas del agua en la zona metropolitana parecen beneficiarle. Su aparición inmediata y oportuna en la zona de desastre de Atizapán y Valle Dorado lo posicionó política y mediáticamente y ya hay quien afirma que el panista perfilará desde ahí su aspiración a ser jefe del GDF en 2012 con la bandera de “el candidato que sí puede resolver los problemas del agua”. Lo dicho, mientras unos se sumergen otros flotan… Los dados cierran con escalera. Semana redonda.

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