Y tocaban las campanas de la catástrofe en la voz de Felipe Calderón cuando salió a tratar de vender su ley de ingresos con reforma fiscal incluida, “para luchar contra la pobreza”. Rezaba la maldición que, de no aprobarse, llegarían las plagas y desastres naturales a tierras mexicanas. Lo mismo con el proyecto de presupuesto para 2010. Lástima que ya desgastó la capacidad de pánico de la opinión pública desde que sacó al Ejército a las calles y declaró una guerra que ha causado tantas bajas (la baja en la moral incluida), que el país está convulsionado con o sin las amenazas de Los Pinos.
Hasta la extinción de Luz y Fuerza del Centro la vendió como necesaria para poder sanear las finanzas públicas, financiar el gasto en educación y demás monerías que iba exhibiendo con una mano, mientras con la otra condenaba a las universidades públicas al recorte (que ya se hizo costumbre cada año), mandaba al diablo tres secretarías de estado y limitaba diversos programas sociales. Hasta la corpulenta senadora del PAN, María Teresa Ortuño, quería quitarle “algo de grasita” a la máxima casa de estudios, recientemente galardonada por el Premio Príncipe de Asturias por su “vocación, compromiso y pasión”.
El PRI, altamente servicial en los tiempos difíciles, aceptó la encomienda de apoyar el asalto con impuestos, haciendo como que hacía y fingiendo no hacer nada, para después desdecirse confirmando que quería imponer lo que no quería, pero siempre argumentando que “hubiera podido ser peor”. Sacudiéndose el costo político como si fuera una cuestión cualitativa más que cuantitativa (cuántas manos hubo alzadas en contra).
Pero a la hora de la hora, el PRI no aprobó las asignaciones del presupuesto que quería Felipe Calderón para estos nuevos ingresos. De pronto le volteó la trapera y asignó presupuesto para las tres secretarías de la discordia. Un golpe severo a la prácticamente inexistente gobernabilidad de la que goza la administración ilegítima de origen. En cambio, aseguró las arcas electoreras de sus gobernadores, en especial, las del copete más rápido del salinato, para hacer sus obritas públicas electoreras y continuar su campaña electrónica velada, de la mano de actores de Televisa, que lo mismo protagonizan telenovelas que programas de lectura de noticias editorializadas.
Pero el PRI no sacrificó la “grasita” de las raquíticas universidades públicas, ni sacrificó la función pública, el turismo ni la reforma agraria. No es rentable esperar la sucesión en el gobierno de un país por demás revuelto y en ruinas. Pero sí le negaron presupuesto a Luz y Fuerza del Centro, aunque el proceso legal todavía no esté concluido, confirmando que para el PRIANato en el poder, los dictámenes, resoluciones y oficios no son más que una formalidad que pueden, o no existir para dar fe de lo que, por sus propios calzones decide la “autoridad”. Así lo señaló Lozano Alarcón, sólo es un acta de defunción, y por lo tanto el Congreso ya dio por muerta a la paraestatal.
Ahora Calderón tiene que dar un paso atrás en su gravedad declarativa, alabando el monstruo presupuestal electorero aprobado por el mayoriteo del PRI. Que siempre no iba a ocurrir la catástrofe, que siempre no había grasita de más, que al final del día, su tono catastrofista no resultó ser más que una de sus faramallas, que al igual que la reforma petrolera “al fin que ni la quería”.
No puede darse el lujo de admitir que su mandato murió cuando el PRI tomó por asalto las curules del Congreso, o de que representa únicamente un títere del teatro de la alternancia que durante doce años ha atraído un auditorio cada vez más furioso en espera de la devolución de su entrada. No sale ni a ver el futbol sin dejar una estela de abucheos a su paso. Ya ni sus compadres le tienen mucha fe. Ha tenido que corregir la plana de sus propias declaraciones respecto a la evasión de impuestos de las grandes empresas, del impuesto a las telecomunicaciones. Hasta tuvo que dar de baja al mexicanísimo subsecretario de agricultura, Jeffrey Jones, que tanto alabó la capacidad emprendedora del narcotráfico. Puras malas notas, en un estira y afloja que va desgastando aún más la ingobernabilidad del mandato impuesto a toletazos en el congreso el 1 de diciembre de 2006.
¿Y dónde está la oposición? El PRD “moderno” se fue con la promesa del negociazo que implica el arrendamiento de conciencias en la oposición. Pero ahora ¿a quién ha de prestar sus servicios? Porque resulta ser que el papel de palero escondido no puede durar mucho más del tiempo que tarda la ciudadanía en darse cuenta que las opciones ya no se encuentran en el color amarillo. Y para recobrar el valor agregado, hace falta mucho trabajo para retomar el papel de oposición.
Todos se destantearon, pensando que la dictadura mal hecha del PAN duraría mucho tiempo, mientras los priístas nunca desaparecieron del escenario, dejando a la caricatura blanquiazul dominar el escenario para regresar como el redentor de las causas perdidas. La oposición, la de verdad, tratando de revertir punto por punto la entrega del botín, y los demás encontrando nichos de mercado entre la descomposición partidocrática.
Ay de los mexicanos desmemoriados que permitan al salinato regresar con bombo y platillo.
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