Javier Flores
Uno de los datos más preocupantes en la actual etapa de incremento de las infecciones por el virus de la influenza A/H1N1 en México es que se ha modificado el grupo de edad. Cuando se pensaba que el sector más vulnerable era el de adultos jóvenes, hoy se observa también crecimiento de los casos en niños menores de 10 años. ¿Cómo explicarlo?
Lo primero que nos indica este cambio es que respecto del comportamiento del nuevo virus no se pueden sacar conclusiones apresuradas. Todavía ni siquiera cumple con su primer ciclo anual y lo más prudente es observar cuidadosamente su comportamiento. Esto es determinante en la comprensión de la enfermedad y por tanto en la orientación que hay que dar a las políticas públicas para enfrentarla.
El constante incremento en el número de casos en el mundo muestra que se trata de una pandemia cuya propagación no se detiene. En nuestro país ya suman más de 52 mil los casos confirmados (según el reporte de la Secretaría de Salud del 28 de octubre). La expansión de la patología aquí es preocupante. A principios de octubre, el pico de la curva del número de casos fue ciento por ciento mayor al máximo observado en abril, aunque el número de muertes –al que me referiré más adelante– se ha abatido comparativamente entre los dos periodos, de acuerdo con la misma fuente.
A escala nacional, la entidad más afectada es el Distrito Federal, con 11 por ciento de los casos acumulados. Ante el incremento en el número de enfermos, se ha pasado de la alerta verde a la amarilla, con el reforzamiento de las medidas de prevención que incluyen acciones especiales en las escuelas y el sistema de transporte público. Ha sido el secretario de Salud de la capital del país, Armando Ahued, quien ha alertado sobre el incremento de los casos en los menores de 10 años. Una de las posibles explicaciones de este cambio, de acuerdo con el funcionario, es considerar una probable mutación en el genoma del virus de la influenza A/H1N1.
La hipótesis de Ahued es arriesgada pero atendible, pues si bien no se cuenta aún con una demostración de la variación genética del virus ligada a un incremento de su patogenicidad; el cambio observado recientemente en menores hace obligatorio explorarla. Es, a fin de cuentas, una hipótesis. Entre la multitud de elementos que habría que considerar para entender este cambio se encuentran los estacionales y otras modificaciones medioambientales, pero no es posible descartar al propio agente.
Las posibilidades en la variación del genoma de este virus son muy altas. De los ocho segmentos que lo integran hay dos que muestran gran inestabilidad, principalmente el 6 (NA) y el 4 (HA), de acuerdo con un estudio de Lu y Liu publicado en línea el 20 de julio en los Archives of Virology. La mayoría de los expertos han expresado su preocupación de que el A/H1N1 pueda mutar o recombinarse con otros virus existentes, por ejemplo: Schnitzler y Schnitzler (Virus Genes, 39:279-292, 2009). Además, ya hay modificaciones genéticas en este virus bien documentadas, como las que explican los casos de resistencia al tratamiento con el antiviral Tamiflu (oseltamivir); al respecto puede verse el trabajo de Collins y sus colaboradores (Vaccine 27(45): 6317-23, 2009).
El tiempo transcurrido desde marzo-abril, en el que se tuvo la primera noticia de un nuevo virus y por tanto de una nueva enfermedad, es realmente muy breve. Hay que ser muy prudentes. El hecho de que hasta ahora la patogenicidad y transmisibilidad del virus sean moderadas no significa que sea benigno. No debe excluirse además, como hemos visto, que se estén presentando ya algunas modificaciones en su genoma.
No tenemos vacunas y el principal recurso con el que contamos es entender lo mejor posible a lo que nos enfrentamos, para poder guiar con responsabilidad a la población. Insistir, como hace el secretario de Salud federal, José Ángel Córdova Villalobos, en que estamos ante una enfermedad benigna, es una señal equivocada y al mismo tiempo incomprensible, pues entonces ¿para qué seguir las medidas de prevención, si la influenza A/H1N1 es benigna? Mientras tanto, el número de casos aumenta, el de enfermos graves en los hospitales se incrementa y hay datos claros de una ampliación de la población afectada hacia los menores de 10 años. Yo no entiendo.
Un comentario final sobre el número de muertes. En abril la pregunta era: ¿por qué mueren más personas por la influenza A/H1N1 en México que en otros países? Ahora, los decesos aquí son menos comparados con los que ocurren en otras naciones que cuentan con sistemas de salud más sólidos. Esto requerirá de una explicación. Cuando le preguntaron a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, por qué había más muertes en su país a consecuencia de esta epidemia respecto de otros, respondió: “Es que aquí sí los contamos bien”.
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