lunes, 4 de enero de 2010

Jacobo Zabludovsky --- Bucareli

3 de enero
Es la fecha de mi permiso de locutor: 3 de enero de 1945
Lo conservo en el mismo marco que le compré esa mañana. Merecía el lujo, aunque sólo fuera por el tiempo y disgustos que tramitándolo pasé en los laberintos de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas.
Seis meses antes había ido a Cadena Radio Continental en busca de su director, Alonso Sordo Noriega. Llevaba en mi bolsa, como única recomendación, el recorte de algún periódico avisando que el famoso anunciador —como entonces se llamaba a los locutores— buscaba voces para su nueva estación, XEX, que iniciaría sus transmisiones de un momento a otro. Momento que duró más de dos años, pero eso no lo sabíamos y es otra historia.

No tener permiso era peor que no tener esperanza. Tramítalo, dijo don Alonso y en 30 segundos se enteró de mi biografía: 16 años, terminando la Escuela Nacional Preparatoria, a unos meses de cruzar San Ildefonso hacia la Facultad de Derecho, colaborador de algún folleto estudiantil, ayudante sábados y domingos de Luis Felipe Ureña Uribe en corrección de pruebas del periódico El Nacional. Fin.

Necesitamos un redactor de noticieros. Acepté antes de que se arrepintiera. De aprendiz desde entonces. Ayer se cumplieron 65 años del documento con mi nombre y foto, como un pase a la vida.

Regía un Reglamento de Radiodifusión de riguroso cumplimiento, con artículos como el archivado en mi memoria: “Queda estrictamente prohibido transmitir noticias que franca o veladamente tengan carácter político o religioso”. Lo religioso lo entendí claramente. En lo político tenía mis dudas. Le pregunté a mi jefe, don José Castellot, qué se interpretaba como político, cuándo era tema prohibido y cuándo no. “Muy sencillo, me dijo: si trata del PRI es cívico, si se trata de otros partidos es político”.

Un solo partido era dueño de los tres poderes de la Federación y ejercía un dominio absoluto de los otros, los que estando en manos privadas obedecían órdenes superiores y centrales, indiscutibles y omnipresentes: los medios periodísticos impresos, radiofónicos y cinematográficos, los bancos y demás instituciones financieras, la industria y el comercio organizados, los sindicatos obreros, las agrupaciones de profesionistas y artesanos, los empleados públicos, las asociaciones de artistas, los charros y los merolicos de plazuela. Nada escapaba al control desde el partido.

La disciplina se mantenía mediante la represalia o la corrupción. Los periodistas de a pie actuaban dentro del margen de posibilidades. Cuando se excedían pasaba lo que a Rotofoto. Ya le partieron la madre a la revista, corrió a decirle René Capistrán Garza a José Pagés Llergo. Qué bueno que se la partieron a ella y no a nosotros, dijo Pagés todavía dormido, antes de despertar completo sobre la ruinas de la imprenta.

Dirigía Pagés la revista Hoy cuando le llegó la foto de familiares del presidente en turno viendo a una muchacha desnuda en un cabaret de París. La publicó a toda plana. Los dueños de la revista, hombres del presidente, lo echaron sin saber que el maestro Pagés, ni sorprendido ni apanicado, saldría seguido por lo mejor del periodismo, refugiados españoles incluídos, para fundar Siempre, la primera revista mexicana en que se respetaron y publicaron las más diversas opiniones, difícil de entender en una época en que los periódicos tenían línea y a ella se apegaban sus redactores o columnistas. En su editorial y la caricatura de la portada Pagés Llergo ejercía la crítica libre y sólida que ayudó a destruir la fortaleza oficial.

En casi siete décadas hemos ido de la cerrazón de aquel reglamento a la apertura actual. México ha cambiado y el periodismo ha cambiado con México. Hay una libertad de decir las cosas como nunca en este lapso. Vicente y Marta usaron el poder para callar críticas, pero fracasaron, señal del cambio. El presidente Calderón, confiado en su carrusel doméstico que tanto le ha fallado, optó por la tolerancia a falta de otra idea.

Hoy el periodismo en México ofrece opciones desconocidas a mediados del siglo XX. Se puede elegir la crítica como su razón esencial o resignarse a la autocensura complaciente, ajena a la transformación social.

Los peligros que corre el periodista son hoy distintos: el narcotráfico, la delincuencia organizada. Y el soborno oculto a veces en el sueldo, en un sobre misterioso, en un reloj, un coche o un viaje con todo pagado.

Pero el peligro de la represión desde el poder político ha disminuido y hoy se dicen de los funcionarios, empezando por el Presidente, verdades o mentiras que antes ni franca ni veladamente se publicaban.

65 años. Ayer los cumplió. No lo descuelgo para que no se me olvide.

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