domingo, 3 de enero de 2010

Ni Fox ni AMLO(y porque no??) ni nadie Álvaro Cueva Ojo por ojo

Terminó la primera década del siglo XXI y yo estoy verdaderamente asqueado por todo lo que usted y yo vimos en los últimos diez años.

Para empezar, el final de la esperanza. Hace dos lustros, todo parecía ser maravilloso para los mexicanos.

No había nadie que no soñara con un futuro mejor, que no pensara que si el PRI se iba de Los Pinos el país se iba a convertir en una próspera nación de primer mundo.

Todos los mexicanos, pobres y ricos, norteños y sureños, hombres y mujeres, amábamos a Vicente Fox. Se nos hacía directo, valiente, simpático.

Era un personajazo. Entre vaquero y superhéroe. Cuando ganó las elecciones hubo fiesta, fiesta de verdad.

Los problemas vinieron después, cuando don Vicente se hizo más famoso por sus frases ingeniosas que por sus acciones, cuando comprobamos que él no era una buena opción.

Como era lógico, nos fuimos a buscar otro discurso, otro personaje que, de preferencia, no fuera del PRI.

¿Y con qué nos encontramos? Con el primer mártir del siglo XXI, con el sobreviviente del desafuero, con Andrés Manuel López Obrador.

Ahí nos fue peor porque esos sueños ni siquiera se alcanzaron a materializar. Algo raro pasó, una suerte de elecciones sospechosas, de mano negra, de complot.

El PRD no llegó a la Presidencia de la República como para demostrarnos si después de las frustraciones que nos dejaron el PAN y el PRI existía una tercera alternativa en nuestra búsqueda de soluciones, y eso terminó de hundir nuestras ilusiones de cambio.

En los últimos 10 años los mexicanos pasamos de la esperanza a la depresión, de la alegría a la tristeza, de las ganas de salir a votar al abstencionismo, al voto en blanco.

Lo tuvimos todo y lo perdimos comenzando por las nociones de educación, cultura, deporte, salud, estabilidad económica y seguridad.

No necesito recordarle que año con año vamos para abajo en los conteos de países educados, competitivos, sanos y dignos de ser tomados en cuenta para las inversiones globales.

Cada vez ganamos menos medallas, cada vez obtenemos menos sedes, cada vez llegamos menos a las nominaciones, cada vez vendemos menos.

Ah, pero eso sí, cada vez nos roban más, cada vez nos secuestran más, cada vez nos asesinan más, cada vez engordamos más, cada vez se nos olvidan más las cosas y cada vez permitimos más irregularidades.

Desde gente que hace con las leyes lo que se le da la gana, hasta la proliferación de personajes como Juanito, pasando por escenas de Felipe Calderón cantando “El rey”, de Marcelo Ebrard haciendo galletitas en la tele y de Enrique Peña Nieto posando con Angélica Rivera.

¡Qué década tan espantosa la de los años 2000! Le perdimos la fe a todas la instituciones que pudimos. ¿O qué, usted, el día de hoy, cree en la figura del Presidente de la República como creía en el año 2000?

¿Usted cree en los diputados y en los senadores? ¿Usted cree en los gobernadores y en los alcaldes? ¿Usted cree en los líderes sindicales? ¿En el Ejército? ¿En los partidos? ¿Usted cree en la Iglesia católica?

¿En qué creemos los mexicanos de los años 10? En nada, sólo en lo que tenemos cerca, en lo que traemos puesto, en lo que somos y a veces ni en eso porque en los últimos diez años los medios nos han enseñado a que nunca somos lo suficientemente jóvenes, guapos, güeros ni delgados como para merecer algo bueno.

Y es que uno de los principales errores de la década pasada, además del económico, estuvo en la parte de la comunicación.

Nuestras autoridades fueron tan torpes en su manera de decir las cosas que no sólo utilizaron términos tan tremendos como la palabra guerra para referirse a un asunto de seguridad pública, se la pasaron afirmando que todos éramos malos: los maestros, los electricistas, los homosexuales. Todos menos ellos.

¡El colmo! Del año 2000 a la fecha nuestros gobernantes han dicho tantas barbaridades que han tenido que recurrir a voceros para corregir sus palabras.

Eso es no saber hacer la cosas, no saber ser líder, no saber ser cabeza. Si algo caracterizó la década que hoy recordamos fue una penosa sensación de no tener a nadie arriba, de ir a la deriva.

Terminó la primera década del siglo XXI y yo estoy verdaderamente asqueado. Jamás pensé llegar tan mal a 2010. Jamás pensé en ver un futuro tan negro como el que estoy viendo ahora. ¿Usted sí?
¡Atrévase a opinar!

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