miércoles, 10 de febrero de 2010

Editorial EL UNIVERSAL--No reeditemos el Siglo XIX--

Cada día que pasa México parece adentrarse más en el siglo XIX. Sumidos en las pugnas intestinas, en el afán por desacreditarse mutuamente y excluir al adversario de las acciones políticamente redituables, los gobernantes, los legisladores y sus partidos recrean varios paralelismos con aquellos años:
1) El poder local es muy fuerte pero incapaz de cooperar con el resto de la República. 2) Ninguna institución tiene la habilidad para articular al conjunto de las fuerzas en favor de los proyectos comunes, ni siquiera cuando de esa cooperación depende el progreso de las partes. 3) Al Estado le falta la agilidad y la eficacia necesarias para resolver los problemas con la oportunidad que se requiere. 4) Las mafias mexicanas de hoy son más modernas, elusivas y letales que las de cualquier otra etapa en la historia nacional, pero por su enraizamiento en la sociedad y la protección que les brindan las autoridades locales, se parecen mucho a los bandidos sociales de hace dos siglos. 5) La relación entre México y Estados Unidos no es prioridad para nuestros vecinos, en tanto que para nosotros la dinámica bilateral es la fuente de varios de los principales problemas domésticos, como el narcotráfico. 6) Y por último, pero no menos importante, ocurre la actuación en primera fila tanto de la Iglesia católica como del Ejército, dos actores que por su reputación y gran influencia entre la población suelen tomar protagonismo en México cuando el resto de las instituciones se desgasta.

Desde este panorama divisionista hay que observar el discurso del secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, emitido ayer con motivo del 97 aniversario de la Marcha de la Lealtad.

El general advirtió, con suma precisión, que tensar el tejido social —como evidentemente hace la clase política en este momento— lastima y obstruye el avance del país. “Entendemos que el poder político es complejo y acumula variados intereses propios de su naturaleza ... No obstante, en todo momento y circunstancia, es necesario anteponer el apego nacionalista.” El general envió un mensaje claro a la élite política mexicana: dejen de alimentar el antagonismo y hacer tan difícil la coexistencia pacífica entre los mexicanos.


Acaso alguien más entre los gobernantes, los funcionarios públicos, los sindicatos, los medios de comunicación, la academia, la sociedad civil o los ciudadanos tendrá la entereza de sumarse a la convocatoria del consenso.

En el XIX México desperdició más de cuatro décadas envuelto en pugnas y desgarramientos. Quienes son responsables de conducirnos en el Siglo XXI no pueden permitirse repetir el camino que por aquella triste época nos llevó a perder, no sólo la mitad del territorio, sino también la expectativa de al menos tres generaciones.

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