Víctor Hernández
20 de Junio, 2010 - 00:00 | 31 comentarios Envía.No pocas veces critiqué a Carlos Monsiváis. A su colaborador Jenaro Villamil le comenté alguna vez en diciembre de 2006 que me parecía que Monsiváis usaba un lenguaje rebuscado, y que si de lo que se trataba era de que la gente lo entendiera, el lenguaje rebuscado estaba de más.
Jenaro me respondió que si Monsiváis hiciera eso se pensaría que Monsiváis no creía a los lectores lo suficientemente inteligentes como para entenderlo.
Ya no le dije nada a Jenaro, pero creo que la respuesta a eso es que vivimos en tiempos en los que la comunicación tiene como factor principal la rapidez. En 2006, para acabar rápido, nació Twitter, donde la comunicación se redujo a mensajes de 140 caracteres. Y funciona. Funciona muy bien. Nadie es menos inteligente por comunicarse de esa manera. Por el contrario: Twitter ha educado a la gente para aprender a resumir sus ideas y a ser concisos.
Ignoro que pensaba Monsiváis sobre Twitter. Espero poder platicarlo en persona con Jenaro si me da la oportunidad.
Independientemente de eso, y a pesar de lo que sigo considerando como lenguaje rebuscado, a Carlos Monsiváis se le debe reconocer por ser único intelectual mexicano sobresaliente (aunque alguna vez Monsiváis escribiera que no es intelectual en respuesta a alguna de las declaraciones idiotas de Vicente Fox) que no rechazó a la cultura populachera y que, por el contrario, supo reconocerla como uno de los factores que construyen la identidad cultural de una nación.
¿Qué otro intelectual mexicano hubiera organizado una exposición sobre La Familia Burrón, los comics mexicanos de los años 50's, o escrito un libro sobre Pedro Infante? Ninguno. Para la mayoría de los intelectuales mexicanos la vida se ve desde la cima de un pedestal, no desde el raz de la calle.
Mamones. Eso es lo que son los intelectuales mexicanos. Unos pinches mamones que creen que sus pedos huelen a perfume y que están por encima del resto de los mortales que, a falta de interés en la mamonería de la alta cultura, prefieren leer, escuchar y consumir lo que mejor entienden, porque los intelectuales no quisieron tener la humildad para acercarse a ellos para comunicarse en un lenguaje que pudieran entender.
Gracias a esa mamonería de los intelectuales mexicanos para no acercarse al pueblo es que la televisión encontró el camino sin obstáculos para convertirse en la nueva iglesia de millones.
Ah, pero qué bien se quejan los intelectuales de que la tele es basura, cuando ellos nunca han querido hacer lo que hace la tele para llevarle a la gente mensajes progresistas. "¡Cómo creen! ¡Es la gente huevona que no quiere cultivarse la culpable!" suelen responder los intelectuales para seguir evadiendo la responsabilidad que tienen por no querer bajarse del pedestal.
(OJO: En esa categoría caben perfectamente muchos intelecturales de izquierda, aunque con la derecha y los "moderados" es peor: además de mamones son veletas, pocoshuevos y lamecolas.)
Pero con Carlos Monsiváis fue todo lo contrario. Monsiváis fue el intelectual que no fue mamón con lo populachero. Pese que su estilo de escritura me sigue pareciendo rebuscado, su Museo del Estanquillo es el ejemplo que deberían de seguir el resto de los intelectuales mexicanos: llevó lo político y lo social al pueblo por medio del lenguaje que el pueblo entiende.
Cuando escribí en Twitter sobre la muerte de Carlos Monsiváis el día de ayer, me respondieron en menos de 40 caracteres: "Se nos están yendo y no hay sucesores."
Cierto. Para que puedan haber sucesores de Carlos Monsiváis, los intelectuales primero tendrán que aprender a ser humildes, a bajarse del pedestal, y a bajarle a su mamonería.
Escritores, artistas, y trabajadores de la cultura en general deben entender que el pueblo no tiene la responsabilidad de entenderlos, sino que ellos tienen la responsabilidad de entender al pueblo y deben tener la humildad de bajarse al nivel del pueblo para que los entiendan.
Esa es la gran enseñanza de Carlos Monsiváis
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