martes, 1 de marzo de 2011

José Antonio Crespo El Peje contra la mafia del poder


A quienes, como Andrés Manuel López Obrador, creen que el país está gobernado por una mafia del poder y el dinero, y que ésta cuenta con el PRI y el PAN para garantizar su permanencia, cabría preguntarles; ¿con quién les parecería peor que dicha mafia continuara en el poder: con Enrique Peña Nieto o con Marcelo Ebrard?
Y es que la coalición que se explora entre el PAN y el PRD para la elección presidencial tendría como probable candidato a Ebrard, no a un panista, pues con cualquiera de ellos la probabilidad de triunfo será ínfima, pues cargará sobre sus hombros el desastre que han significado los dos gobiernos del PAN (corrupción, impunidad, ineptitud y el quiebre de la seguridad pública). Y por eso se ha manejado la figura de un hombre de izquierda (pero digerible al PAN) como candidato de coalición.
Supongo que para la mayoría de quienes así piensan Peña Nieto sería un exponente más claro de la mafia que gobierna el país (pues lo apoya el Grupo Atlacomulco, la cúpula eclesiástica, los consorcios televisivos, Carlos Salinas de Gortari y, probablemente, la maestra Elba Esther Gordillo). En cambio, Marcelo Ebrard, pese a ir respaldado por el PAN, representaría una opción distinta a la de Peña Nieto, presumiblemente menos grata para la mafia. Decir que Marcelo, de ir coaligado con el PAN, se habría vendido a la mafia, equivale a afirmar lo mismo sobre Gabino Cué, por ejemplo. Sabemos que el origen del candidato de una coalición es determinante en lo que será su gobierno; no es lo mismo un candidato del PAN que uno del PRD (o uno recién salido del PRI, en su caso) a la hora de gobernar. Así pues, que López Obrador considere que Marcelo, como eventual candidato de una coalición PAN-PRD, sería exactamente lo mismo que Peña Nieto refleja su dificultad para detectar los matices, los grises, las coloraciones intermedias. Su visión de la política es en blanco y negro.
En todo caso, Andrés Manuel López Obrador sabe que en una coalición él no podría figurar, y se siente con el derecho de buscar la presidencia por segunda ocasión, dado que en su óptica le fue robada (quizá ocurrió; lo que sí queda claro es que a partir de las actas electorales no es posible determinar con certeza quién ganó la presidencia). La licencia anunciada de López Obrador al PRD no es ni de lejos una renuncia, pues ello le dificultaría ser candidato presidencial del PRD. Se trata de un distanciamiento provisional que le permitirá bombardear la posible coalición con el PAN en el Estado de México y respaldar un candidato del PT. Según los estatutos del partido eso merecería expulsión, pero no ocurrirá, pues la fuerza con que todavía cuenta López Obrador dentro del PRD lo vuelve inmune a cualquier desacato.
Una vez pasada la elección mexiquense, El Peje regresará de lleno al PRD para imponer su candidatura, pasando por alto todo procedimiento formal o decisión institucional que contravenga ese objetivo. Seguramente no estará dispuesto a que se determine la candidatura de izquierda por medios democráticos. Simple y sencillamente determinará, a partir de su ufano apego a principios inamovibles o a métodos por él diseñados (votación a mano alzada entre sus seguidores, por ejemplo), que él será el candidato de la izquierda, por las buenas, las malas o como sea (es decir, “haiga sido como haiga sido”). Si se le contraviene en ello entonces sí romperá con el PRD y mantendrá su postulación como candidato del PT, con lo cual daría al traste con la unidad de la izquierda y simultáneamente complicará la eventual victoria de una coalición PAN-PRD, con todo lo cual evitará que uno de los “candidatos de la mafia”, Marcelo Ebrard —o en su caso Juan Ramón de la Fuente— acceda al poder, permitiendo en cambio que el candidato favorito de la mafia, el auténtico, lo haga con holgura. Desde luego, El Peje se siente con posibilidades de derrotar al mexiquense en un “mano a mano”, si logra congregar el voto anti-PRI. Pero desde fuera del obradorismo ese escenario se percibe como sumamente improbable, pues El Peje ha enajenado a los sectores independientes y moderados del electorado, que suelen ser determinantes para inclinar la balanza. Si López Obrador se equivoca en sus cálculos de triunfo —lo cual es altamente probable—, habrá puesto alfombra roja al verdadero candidato de la “mafia del poder”.
cres5501@hotmail.com

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