jueves, 10 de marzo de 2011

Manuel Bartlett---- Sumisión trágica

Fue desastrosa la visita de Calderón a EU precedida por declaraciones lacerantes de personajes estadounidenses y concluida con una información del Departamento de Estado, desestimando su crítica al embajador: Pascual se queda, sirve a nuestros intereses —dijeron— con el mayor desprecio.
Las declaraciones no son casuales, son amenazas. El subsecretario del Ejército consideró eventualmente mandar tropas estadounidenses a México; la secretaria de Seguridad Interna, Napolitano, sugiere al Congreso que Los Zetas podrían ligarse a terroristas islámicos; el director de Inteligencia Clapper coloca a México como máximo riesgo a su seguridad. Y el asesinato de un agente americano en carreteras mexicanas desató un clamor de venganza transnacional, México debe permitir que los agentes norteamericanos porten armas.
Calderón lastimoso se quejó ante la prensa: no detienen el contrabando de armas, autorizan el consumo de mariguana, el Plan Mérida sin recursos y un embajador ignorante que distorsiona la realidad de México, declarándolo prácticamente non grato.
Lo anterior prueba contundentemente que la política de Calderón ante Estados Unidos no sólo es un fracaso, sino sumisión. Dominada por una “colaboración” que resulta de la violencia que ellos inducen, no sólo nada resuelve, sino que terminan considerándola como un riesgo para su seguridad, siendo para México carnicería, terror social, suspensión de garantías, inmensa distracción de recursos para la militarización y crecimiento del Estado policiaco.
El presidente Calderón ha llevado al país al caos del que no sabe cómo salir, sus valedores no le hacen caso, persisten en su política de mantener a las Fuerzas Armadas y policías mexicanos en una guerra interna dirigida por funcionarios estadounidenses operando desde nuestro territorio, satisfechos por reducir con nuestra sangre flujos de droga para allá, sin retenes en su territorio ni muertes de inocentes.
Calderón debería reconocer su error. Él convirtió a Pascual en procónsul, omnipresente, pontificando con actitudes ajenas a la diplomacia. Él ha vulnerado nuestra soberanía permitiendo que extranjeros intervengan aquí en los más sensibles sistemas de seguridad. Él debería analizar los cables de la embajada develados por WikiLeaks que demuelen a su gobierno; reconocer lo que es cierto, que es mucho; no ofenderse, corregirse. Pascual describe lo que piensan de él y su gobierno, no los falsos elogios de la señora Clinton y Obama que lo despiden disminuido. Norteamericanos histéricos exigen armas para sus agentes en México, pero el problema no es si las portan o no, sino el que estén aquí, ¿qué hacen, cuántos son? Su presencia es abierta intervención en asuntos del Estado. En primer lugar, la reacción por el lamentable asesinato y el reclamo de justicia extraterritorial advierte que la seguridad de ese ejército de extranjeros es un peligro para México, buen pretexto para invasiones sugeridas por el “ingenuo” general Westphal. Pero principalmente, Calderón no tiene facultades para introducir un aparato extranjero en funciones públicas. El artículo 89 constitucional faculta al Presidente para dirigir las negociaciones diplomáticas, pero sometiéndolas a ratificación del Congreso, lo que no hace. El Senado tiene facultades para aprobar tratados y convenciones diplomáticas que el Ejecutivo suscriba y analizar la política exterior del Presidente.
César Sepúlveda en su Derecho Internacional considera al Senado como auxiliar del Ejecutivo, analizando acuerdos y consecuencias eliminando la crítica de autocracia. En la trágica situación de la República, la intervención del Senado es urgente para analizar los acuerdos de esta guerra nefasta, restablecer la soberanía y el equilibrio de poderes frente a una política ineficaz del Ejecutivo para defender los intereses nacionales, exigiendo con base en el derecho de gentes que Estados Unidos cumpla con las responsabilidades que elude. ¿Lo hará?

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