DESFILADERITO
MEO: una lección de vida
De un momento a otro culminará –y con un final feliz-- el conflicto que paralizó hace más de 30 días las actividades de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Las intensas negociaciones que la semana pasada sostuvieron representantes de los alumnos y los maestros con la rectora María Esther Orozco (MEO), bajo la tutela de dos “amigables componedores” y con el auspicio del secretario de Educación del Gobierno del Distrito Federal (GDF), dieron buenos frutos. Vale la pena comentarlos porque constituyen toda una lección de vida.
La elección democrática de la rectora, a quien la comunidad escogió en forma unánime hace ya más de dos años –entre otras cosas, porque Marcelo Ebrard metió todas sus castañas al fuego por ella y el propio Andrés Manuel López Obrador no la veía con malos ojos--, muy pronto se reveló como un error gravísimo: sin talento político, ni mano izquierda, ni espíritu de confraternización, peleonera como ella sola, torpe a más no poder en su manejo de medios y sin escrúpulos para favorecer con cargos a su hermana, a su hija y a su nuera, MEO se convirtió en una pesadilla.
Confundió elección con coronación, rectoría con monarquía, estudiantes con vasallos y académicos con súbditos. No tardó en manifestarles su profundo desprecio y no perdió ocasión de cubrirlos de insultos. “La UACM es un fraude”, dijo para abrir boca, y tachó a maestros y maestras de delincuentes y a los alumnos de fósiles. A quienes le reprocharon que por nepotismo hubiese dado un puesto de alta responsabilidad a la actriz Nora Huerta, pareja sentimental de su hija, Alejandra Sánchez Orozco, les devolvió el calificativo de “homófobos”.
Por sus pistolas, congeló las cuotas que su administración descuenta por ley a los trabajadores sindicalizados, de suerte que la organización gremial carece de recursos para desempeñar las funciones que le marca la ley. Con la misma mentalidad típica de la derecha más atrasada, cultivó la xenofobia y el antisemitismo para despedir a maestros de origen extranjero y al director de la editorial, de extracción judía.
Y cuando se asustó al ver lo que había ocasionado, asestándole tantos golpes al avispero, pidió ayuda a Ebrard y éste la reforzó con asesores procedentes del círculo concéntrico de Elba Esther Gordillo y del Panal (para redondear la viñeta entomológica). De tal modo, el GDF complicó aún más las cosas, con la anuencia militante de los dos primeros secretarios de Educación de Ebrard, Axel Didriksson y Mario Delgado.
Como todo por servir se acaba y acaba por no servir, el desgaste de doña MEO y su equipo la condujo a la debacle electoral del pasado mes de agosto, donde perdió la mayoría en el Consejo Universitario. Pero entonces, con la mano en la cintura, usando tretas dignas de Leonardo Valdés Zurita (el señor Vazurita, presidente del IFE), desconoció a nueve consejeros opositores y los remplazó por leales e incondicionales a ella.
Esa fue la gota que derramó el vaso. Impotentes para remediar los efectos de este nuevo abuso, los estudiantes se fueron al paro de labores indefinido y condicionaron la reapertura de los planteles y la reanudación de actividades a que se limpiara el proceso electoral. Doña MEO, instalada en la prepotencia, se negó y se negó... hasta donde pudo, pues en la medida que el conflicto empezó a interferir con la vida cotidiana de la ciudad, Ebrard no tuvo más remedio que dejar de hacerse el occiso y le pasó la papa caliente a su tercer secretario de Educación, el legendario Salvador Martínez della Rocca, El Pino.
Político de enorme experiencia en la academia y en la vida pública, El Pino concertó un encuentro inicial en la Casa Lamm entre la rectora y sus opositores, bajo la mediación del veterano filósofo, don Enrique Dussel y el sacerdote y defensor de derechos humanos, don Miguel Concha. Cuando ambos entraron en escena, los “paristas”, como les llama Orozco a sus adversarios, le habían propuesto una “hoja de ruta” para reabrir los planteles en 14 días hábiles, al cabo de un proceso del que ella saldría fortalecida, cosa que ella, por supuesto, desechó.
Pues bien, transcurrida una semana de negociaciones sujetas a la hoja de ruta, y una vez que los doctores Dussel y Concha desmonatron las triquiñuelas de la rectora y su equipo –el más claro ejemplo de ello son las cartas que el responsable de la administración se envió a sí mismo y recibió con su propio sello y su propia firma--, el nuevo Consejo Universitario será instalado esta semana, tras la ratificación de ocho de los nueve consejeros impugnados por la señora Orozco y el retiro de las acusaciones penales en contra de los jóvenes.
En cuanto el máximo órgano de gobierno de la UACM entre en funciones, con la rectora en minoría, pero fortalecida institucionalmente, resolverá temas pendientes como los despidos de profesores extranjeros, cuotas sindicales y muchos más. La moraleja no puede ser más hermosa: los estudiantes a quienes la señora tachó de “fósiles”y los académicos a quienes llamó “ineptos”, le han dado una lección de alta política y la han apuntalado al frente de la universidad, por lo cual debe sentirse profundamente agradecida con ellos.
Pero sus adversarios deberán sentirse no menos agradecidos con ella, pues debido a la tosudez, a la prepotencia y al caracter atrabiliario de la doña, los jóvenes aprendieron a hacer política y eso los transformará en lo personal y como miembros de la sociedad, a corto, mediano y largo plazo.
De resultas de todo lo anterior quien saldrá perdiendo será Ebrard, porque le apostó al caballo equivocado, le extendió patente de corzo (o sea, permiso para actuar como pirata) y se cruzó de brazos, confiando en que lo salvaría la campana del final de sexenio, pero ni siquiera eso le salió bien.
Por lo contrario, quien se lució en esta etapa terminal de la crisis, fue sin duda El Pino. Atento a lo que suceda en este y en otros asuntos, hoy también estaré en Twitter, en la cuenta @Desfiladero132, por si ocupan.
Jaime Avilés
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