Para los políticos, para los patrones, para los legisladores, para los líderes que encabezan grupos sociales sólo hay de dos sopas: pensar en el bienestar de la gente o mantenerla sometida por ignorancia y hambre.
Los que deciden ya decidieron. Su decisión les viene de una convicción producto de su historia personal.
Descalificar a quien no piensa de esa manera pone al descubierto el bagaje cultural en el que están inmersos por destino, no por voluntad propia.
Resulta difícil, si no es que imposible, que las autoridades y los "representantes populares" puedan pensar en las consecuencias de la pobreza si no la han padecido; imposible también que puedan pensar en el dolor ajeno si están rodeados de confort, o que puedan reconocer la injusticia cuando ésta proviene de sus propias manos.
Hablar de indígenas flojos y desempleados mediocres es denostar la falta de contacto con la realidad que se vive en la mayoría del territorio nacional.
Creer en las bondades de "reformas" que no combatirán las causas de la pobreza y de la violencia es compatible con su insensibilidad y su falta de cultura.
¿Quién en su sano juicio puede creer que con menos salarios y prestaciones para los trabajadores México saldrá adelante?...Sólo ellos, los que no entienden de tripas chillando por el hambre o muertes por enfermedades curables o injusticias del poder.
México es su territorio, su cultura y su gente. México no es, de ninguna manera, un pequeño grupo de ciegos que caminan hacia el precipicio.
¡Si el barco se hunde nos hundiremos todos! Pero es inútil, no pueden entenderlo.
Resulta que los creadores de la mentira y de la farsa acaban creyéndolas.
Nada va a estar bien si la gente no mejora sus condiciones de vida.
Si el pueblo sufre la nación se resquebraja porque la patria somos todos, no unos cuantos.
Es verdad que las multitudes espantan a los tiranos, por eso la masacre del 2 de octubre del 68 o el hostigamiento a los pueblos indígenas. Vernos juntos los aterra, de ahí el MIEDO a López Obrador, a quien siguen señalando como peligro para México. Pero NO, no es Obrador como tampoco lo fue Marcos en su momento, lo que les da miedo a los traidores a la patria, a los depredadores de la nación, es la gente.
Qué ironía. Qué tontería. La gente es lo mejor que tenemos, sobre todo la gente que trabaja, que hace patria, que despierta, que toma conciencia, que se une y se organiza para desenmascarar a los tiranos.
La gente que construye con sus manos trabajadoras, por miserables pesos devaluados y sucios, es la que mantiene este nefasto aparato de políticos y empresarios que se creen dueños de México.
Detrás de la contrarreforma laboral está, además de su deseo insaciable de dinero y de poder, el miedo a que el pueblo entero despierte y ejerza su derecho de elegir libremente a sus gobernantes.
Mientras la gente esté ocupada y preocupada en resolver su sobrevivencia no pensará en otra cosa, por ejemplo, en su derecho a la libertad y a la felicidad.
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