lunes, 1 de octubre de 2012

Tomar tribunas en Congreso vale gorro, ahogado el niño JANE DE LA SELVA


Que los partidos de izquierda tomen la tribuna en San Lázaro y a flor de voz coreen su mensaje de rechazo contra la pactada reforma laboral, no es noticia. Nos hemos cansado de ver cómo los congresistas que defienden intereses del pueblo toman tribunas y vociferan consignas. Aquí entre sierra y valles donde aún se ven los astros ponerse en el horizonte, ya no creemos en la política, sólo en las personas íntegras y demás especies que habitan el planeta. Llegó hace días el efecto del huracán que nos mantuvo sin conectividad-- así es en el México rural—y me entero que luego de aprobar la reforma laboral dice el PRI que los que quieran dialogar al respecto, “ellos son todo oídos”. Pero resulta que no cuentan con autoridad moral ante el pueblo. Además, si es obvio que el verbo “dialogar” en este caso no comprende ninguna posibilidad de revertir aprobación de reforma, entonces ¿a qué juegan? Es clara su manera de engañar. Hay que preguntarse qué piensan y cómo se sienten aquellas personas, aquellos electores defraudados que votaron por candidatos que les prometieron la protección de sus derechos cuando hoy caen en cuenta que ya no poseerán las mismas garantías laborales que habían conseguido y conquistado sus antepasados ante abusos injustos en su contra. Ahora, que si miles o hasta millones de personas, de ciudadanos afectados en cada punto de la República, de trabajadores y trabajadoras tomando medidas en conjunto, que cerquen en protesta y sin tregua San Lázaro Palacio Nacional o Los Pinos, que revienten las plazas de sus poblados y ciudades en protesta, eso sí sería noticia. Ese sí sería un revés para el sistema opresor. Obreros, campesinos, estudiantes futuros padres y madres trabajadoras, ¿dónde están? Júntense pronúnciense o muy pronto habrá víctimas de esta legislación. Señores diputados y diputadas de izquierda que marcan su posición ante quienes se llaman servidores públicos, pero son traidores a la patria, no trascienden sus protestas sus sermones, porque habiendo contabilizado, valen ya de muy poco. Servirán para que se llenen la boca lo suficiente--pero sin excederse--los medios oficiales. Ellos son los que están mandando. Este régimen que oprime a México nunca se ha dejado ni se dejará intimidar por unos cuantos. No puede ser entonces el suyo--representantes ciudadanos-- un enojo moderado, ni es el encargo de la gente que los eligió, el entrar en “un debate de altura” que no solucionará a favor del pueblo. Debe resonar en los individuos humildes y patriotas la protesta. Permanecer, no claudicar, para entonces permear y derivar en la movilización masiva que realmente posea voz y voto, sólo así se podría detener cualquier ejecución de dictámenes en su contra. Lo demás, es comprar tiempo y coparticipar en la simulación.

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