Ciudad Perdida
Un magistrado inspirado
El desbarre de Elías
En el Auditorio, hielo que quema
Miguel Ángel Velázquez
P
ara el presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, Édgar Elías Azar, las detenciones que se hicieron el primero de diciembre pasado, debido a los desmanes que ocasionó la toma de protesta como presidente de la República a Enrique Peña Nieto, son legales. Tan simple como eso.
Para Elías Azar, a quien de ninguna manera se puede considerar un juez tolerante en esta ciudad orgullosa de sus libertades, el hecho de que el Ministerio Público hubiera aceptado a los detenidos es una acción contundente que da legalidad a la detención.
Desde luego, el funcionario no se atreve a dar pormenores de las detenciones, y mucho menos observa los hechos que rodearon el encarcelamiento de los jóvenes aquel día. Para él, suponemos, lo sucedido es nada más la actuación de una turba furiosa que dañó locales comerciales y mobiliario urbano, por lo que la detención está justificada.
Y con sus declaraciones el funcionario parecería condenar de una vez a los jóvenes que ahora se hallan en libertad, pero que no han sido exculpados, y lo más probable es que no se encuentren pruebas que los condenen. No obstante, al justificar las detenciones, el presidente del TSJDF parecería condenarlos a ellos y a los que aún están en prisión.
¿Qué voces escucha el funcionario que no se atreve a ver los hechos? ¿Qué mensaje trató de enviar a la juez encargada del asunto con sus declaraciones? Si algo se suponía erradicado de esta ciudad es la intolerancia, pero eso mismo es lo que parece representar Édgar Elías Azar.
Tal vez sea el ¿éxito? que alcanzó el ex jefe de la policía capitalina lo que inspire al magistrado. Tal vez tenga en la memoria aquel miércoles 29 de octubre de 2008, cuando Manuel Mondragón lanzó aquel
Si por mí fuera, yo los sacaba a patadas, al referirse a los integrantes del grupo de Los 400 Pueblos que se manifestaban desnudos en Paseo de la Reforma.
¿Saben cuánto tiempo me tardaría en sacarlos?, preguntaba Mondragón, y se respondía de inmediato:
Diez minutos.
Mondragón, hoy jefe de la policía federal, se hallaba en una reunión con los miembros de la Coparmex, a quienes calificaba de sus amigos. Es probable que el presidente del TSJDF tenga esa misma clase de amistades, y por ello no tenga los ojos puestos en los hechos como debería hacer un funcionario de su rango.
Y es que las presiones de esos mismos grupos se han dado con especial furia en las semanas recientes. Hace unos días, el 6 de este mes, el Consejo Económico de la ciudad de México, creado por Marcelo Ebrard, y que preside Juan de Dios Barba, quien buscó de todas formas convertirse en secretario de Economía del gobierno de Miguel Ángel Mancera, lanzó un reclamo a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, con el que la acusaba de
no condenar los hechos vandálicos cometidos por individuos que de manera premeditada prepararon bombas molotov e iban pertrechados con palos, piedras y varillas, ocasionando destrozos (...), que en nada tienen que ver con una legítima protesta.
Por ello, los señores de la IP señalan que si la CDHDF no los culpa de esos hechos, se
generaría la falsa impresión de que se protege la impunidad de los delincuentes. Y agrega que, de esa forma, el organismo se convertiría en
cómplice por omisión de esos actos, como si ellos (la IP) no supieran que la comisión se encarga de la defensa de los derechos de las personas en contra de los actos de la autoridad.
Esas son, seguramente, las inspiraciones que dan pie a las palabras del magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. ¿De qué se trata?
De pasadita
Por cierto, nos cuentan que en el acto que convocó Miguel Ángel Mancera en el Auditorio Nacional, luego de rendir protesta como jefe de Gobierno de la ciudad de México, pasaron varias cosas curiosas. Una de ellas fue la presencia de Manuel Mondragón tras bambalinas, donde fue a saludar al jefe de Gobierno. Mondragón, como es efusivo, trató de abrazar a Mancera, quien le contestó con un rápido y frío saludo de mano. ¿Por qué sería?
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