Política cero
Jairo Calixto Albarrán
2009-09-16•Al Frente
Cuando el doktor Karstenstein se equivocó de brazo y de posición y de todo lo demás para hacer el juramento durante su comparecencia, cualquiera diría que estaba ensayando los pasos para ejecutar como es debido “La Macarena”. Claro que no faltó ahí entre los tribunos malsanos quien pensara que el secretario se había equivocado tanto que más parecía que estaba interpretando “El Aserejé”, me apendejé, ah, dejé.
Quién sabe por qué estaría nervioso. Sabiendo que sus argumentos para defender el 2% son inobjetables, sobre todo cuando en un tono como de Jolopo en la nacionalización de los bancos, afirmó con temerario patriotismo que “varias encuestas recientes demuestran que una inmensa mayoría de los mexicanos está dispuesta a pagar una contribución adicional que se destine a combatir la pobreza, sobre todo si los recursos obtenidos se ejercen con toda transparencia, de manera abierta y sujetos al escrutinio de la sociedad”. Palabras sabias y sensibles que denotan un gran conocimiento no sólo de esas encuestas que saben que hasta entre las mayorías hay niveles, sino también del alma humana.
Cualquier mexicano en su sano juicio estaría dispuesto a pagar hasta el triple de impuestos si se asegurara que los beneficiarios fueran los más necesitados, pero como no hay mecanismos suficientemente eficaces para realizar tan noble acto de gobierno, nos quedaremos rumiando nuestro recalcitrante sospechosismo a prueba de guanajuatizaciones.
Claro que si hay voluntad política, el secretario podría ganarse los aplausos de gayola si, como sugiere @julligan, acepta esta propuesta: Si don Agustín pierde 10 kilos, que el pueblo bueno, malo o feo pague 1% de impuestos; si baja 20 kilos, que sea 2%, y así hasta llegar a 4%.
Todos estamos seguros que Carstens no blofea cuando afirma que por cada peso que se pague de impuestos, los pobres recibirán diez en el milagro de la multiplicación de los varos. Pero no estaría mal que le agregara principios de realidad a su política ficción, sometiéndose a los rigores de una dieta y abominables abdominales para ganarse a la rejega mexicaniza.
¿O será más fácil que Juanito y Simitrio Sodi aflojen sus delegaciones?
Las fiestas patrias me ponen sentimental, así que cuando Carstens dice que las grandes mayorías están de acuerdo con pagar más impuestos, supongo que también se refiere a los grandes plutócratas, empresarios de altísimo octanaje, los maestros preciosos de la evasión fiscal que siempre son los héroes de esta película hacendaria, papá.
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