Miguel Ángel Velázquez
Como en muchas otras ocasiones, el multitudinario mitin que convocó Andrés Manuel López Obrador el domingo pasado en el Zócalo decepcionó a todos los que pretendían que ese acto sirviera al ex jefe de Gobierno del Distrito Federal para poner fin a su militancia perredista. Y a cambio de la frustración se iniciaron una serie de especulaciones que parecen no hacer sentido con la realidad.
Se dice, por ejemplo, que esta vez López Obrador decidió colocar el templete desde donde habló, frente al edificio que alberga las oficinas de Marcelo Ebrard, para señalar, frente a frente, que él, y nadie más, será el candidato de las izquierdas en la contineda por la Presidencia de la República en 2012. Aunque es muy sabido que ese templete es el mismo que se usó un día antes para un espectáculo y durante el Mundial de Futbol para colocar las pantallas gigantes que exhibieron las imágenes de aquella justa deportiva efectuada en Sudáfrica. Pero bueno, la especulación es lo único que queda.
No obstante, lo que sí es necesario recalcar es la división franca, abierta, entre el PRD cupular, ése que se agenciaron los chuchos, y el de la gente que, pese a muchos, volvió a llenar la plaza mayor de México. Era más que obvio que en la primera fila del templete, junto a López Obrador, estuvieran el dirigente del PT, Alberto Anaya; el ahora presidente de Convergencia, Luis Walton; la senadora Rosario Ibarra de Piedra, quien da certidumbre de lucha justa, junto con Elena Poniatowska. Y Enrique Gónzalez Pedrero se unía a esa primera fila, en la que también destacaba Armando Bartra. Es decir, no faltó nadie de los que siguen fieles al proyecto que mantiene vivo López Obrador por cambiar el desastroso rumbo que ha tomado el país para la mayoría de sus habitantes.
En las filas de atrás, como para hacer evidente y clara la separación, los perredistas Armando Quintero, Martí Batres, Benito Mirón y Laura Velázquez, todos funcionarios, cuando menos hasta ahora, del Gobierno del Distrito Federal. También se mostraba, ante todos, la figura de Dolores Padierna, quien desde las filas de la tribu de René Bejarano persigue la presidencia del PRD nacional. Y muchas otras figuras que sí tenían algo que hacer ese día en el acto.
Pocos, o nadie, se dieron cuenta de que en ningún lado estaba Manuel Camacho, quien como no había ningún panista a quien alzar el brazo, no fue. O de plano nadie lo invitó. Tampoco estaban allí los apóstoles de las alianzas, el chucherío; es decir, no había nadie que representara a la dirigencia nacional perredista en esa primera fila.
Y parece que no hacía falta. El Zócalo estaba en buena parte cuajado de militantes de esa organización que, como ya hemos dicho en muchas ocasiones, se convirtió, desde que el tribunal que preside Maca le dio la presidencia del partido, en un simple cascarón. Militantes del PRD de la ciudad de México reiteraron su confianza al tabasqueño, sin importar lo que se diga o piense en la cúpula nacional de su partido, o como se dice en la izquierda: la gente rebasó ese liderazgo por el mismo lado, es decir, por la izquierda.
Entonces, a buen entender no existen las fracturas con las que muchos sueñan. La gente, la militancia del PRD, ya tomó su decisión. Lo que tenía que haber desechado ya lo tiró al bote de la basura de la historia. Son sabios.
De pasadita
Ahora resulta que la gente de este país le debe una al ex secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont, porque, si como dicen, al final él fue quien puso el pie a Javier Lozano para que no llegara a las oficinas principales de Bucareli, todo México tendrá que agradecérselo. Fue sin duda una prueba de que, a su modo, Gómez Mont también quiere a su país, o ¿sólo fue grilla? El tiempo nos dará la respuesta.
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