Carlos Fernández-Vega
Más tardó el Legislativo en tomar la decisión y el Banco de México en ponerla en práctica, que esta última institución en reconocer el limitado alcance de reducir o cancelar comisiones bancarias, de acuerdo con el anuncio del pasado lunes (hecho público por el propio organismo). Ayer en este espacio comentamos que de nada sirve quitar una comisión, si de inmediato los bancos habilitan y cobran 10 más, porque no existe legislación que se los impida; me quitas cinco, invento cincuenta y hazle como quieras. Si la autodenominada autoridad apela a la calidad ética de los banqueros, entonces, de plano, está frita.
Pues bien, todo indica que el organismo a cargo del doctor catarrito no está muy identificado con eso de obligar a los barones del dinero a que reduzcan o cancelen comisiones, pero en esta ocasión se vio en la penosa necesidad de proceder por mandato del Legislativo, lo que no quiere decir que no reivindiquen públicamente a los banqueros, como ayer mismo lo hizo el director de Relaciones Externas del Banco de México, Federico Rubli: no hay quién ni qué los impida a crear nuevos cargos, comisiones, cuotas, intereses y/o conexos; las entidades bancarias están en libertad de fijar lo que cobran, de tal suerte que si se eliminan algunos cobros, como por arte de magia surge una decena adicional.
Años lleva esa supuesta autoridad (Guillermo Ortiz, en la silla principal del Banco de México, fue uno de los más activos en este sentido, con nulos resultados) exhortando a los banqueros a que reduzcan su margen financiero, que se aplaquen en eso de las comisiones y conexos, y el efecto esperado ha sido exactamente el inverso: comisiones sobre comisiones, intereses sobre intereses, cobros sobre cobros. Lo comentamos recientemente: tanto se repite la historia, tantos son los discursos y exhortos” acumulados, que la conclusión lógica es que nadie, absolutamente nadie de los que (se supone) toman las decisiones en el país tiene la más remota intención de poner fin al asalto cotidiano de que son víctimas los usuarios del sistema bancario que opera en México. Año tras año crecen las utilidades bancarias por margen financiero –la diferencia entre lo que cobran a los crédito habientes y lo que pagan a los ahorradores–, y la única reacción, tanto de las autoridades reguladoras como de los representantes populares, es una andanada de discursos conciliatorios, peticiones, súplicas y llamados de atención a los barones del dinero, quienes ni siquiera se dan por aludidos.
En el inventario no sólo aparecen el Banco de México, Secretaría de Hacienda, Comisión Nacional Bancaria y de Valores, sino el Senado de la República, la Cámara de Diputados y demás autoridades y representantes populares que siempre se dan por satisfechos por el esfuerzo realizado para contener la voracidad bancaria, toda vez que acumulan un voluminoso historial de discursos, estudios, iniciativas truncas, exhortos, pronunciamientos, propuestas, llamados de atención, puntos de acuerdo y conexos, todos ellos con la atenta súplica a los banqueros para que, si son tan gentiles, bajen tasas de interés y comisiones, y que por favorcito dejen de exprimirla.
Y los barones como quien oye llover, porque precisamente ese es el jugoso negocio del oligopolizado sistema bancario que opera en el país, dedicado a especular con recursos de terceros y expoliar a su clientela, obviamente con la complacencia (léase complicidad) gubernamental. En este contexto, no son resultado de un acto de magia los 507 mil millones de pesos que en la última década estos supuestos intermediarios financieros se han echado al bolsillo por cobro de comisiones y tarifas (intereses aparte). Entonces, más de medio billón de pesos bien valen la pena de oír la lluvia y pasarse por el arco del triunfo el rosario de exhortos, llamados de atención y conexos de la nada esforzada autoridad.
¿Tirar al caño un negocio de esas proporciones, por el simple hecho de que es tan grande y cínico el atraco que hasta los legisladores de repente brincan, así sea en el discurso? Ni pensarlo. Para dar una idea de qué se trata, el estadunidense Citigroup y el español BBVA obtienen en México entre 30 y 35 por ciento de sus utilidades netas globales; es decir, en un solo país –este paraíso– captan de 30 a 35 centavos de cada peso de utilidad neta en su red mundial de sucursales, y eso sólo es posible en un lugar donde el autodenominado gobierno no sólo lo permite y estimula, sino que encubre todo tipo de pillerías, incluyendo las que lesionan al erario, como en el caso de Metrofinanciera.
Lo mejor del caso es que ese mismo sistema bancario cobra a su clientela todo tipo de intereses, comisiones, tarifas y conexos como gigante, pero paga como enano a sus ahorradores. Como se apunta líneas arriba, en una década se embolsó 507 mil millones de pesos por los conceptos referidos, pero a la hora de promover la captación de recursos hace como que estimula a los ahorradores, porque por cada peso que cargó a su clientela en el periodo referido, regresó a los ahorradores (en promedio) 20 centavos (cinco tantos menos), o si se prefiere al revés: por cada peso que pagó a los ahorradores, cobro 5 pesos en comisiones y tarifas. Eso es un descarado atraco, pero se dan casos (como los recientemente autorizados bancos chatarra Coppel y Wal-Mart) en los que la citada relación es de cada peso cobrado por comisiones y conexos, a cambio los ahorradores reciben de 2 a 4 centavos por peso, o si se prefiere de cada peso pagado se llevan entre 23 y 46 pesos por comisiones.
Es tan generoso el negocio y tan grande la complicidad gubernamental, que tan sólo en el primer trienio del calderonato los bancos que operan en el país se embolsaron cerca de 200 mil millones de pesos (más de 70 por ciento para Citigroup-Banamex y BBVA-Bancomer) por concepto de comisiones y tarifas cobradas a la clientela. En la primera mitad del sexenio de Fox, por el concepto referido, engulleron 108 mil millones, casi la mitad de lo acumulado entre 2007 y 2009, crisis incluida. Cierto es que ha crecido el número de víctimas, perdón de clientes, pero de la misma forma se ha incrementado el saqueo y la complicidad gubernamental.
Como se ve, el problema de la banca que opera en el país no se circunscribe a unas cuantas comisiones que se borran un día para que al siguiente aparezcan muchas más.
Las rebanadas del pastel
¡Sorpresa!: con el anuncio público del pasado domingo, ahora el miedo de la clase política ya no se apellida Peña Nieto, sino López Obrador.
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