jueves, 10 de marzo de 2011

Estamos ante el fin de la legitimidad política y discursiva del sexenio calderonista ADRIÁN GÓMEZ BLANCO

El inaudito descubrimiento de la operación del gobierno estadounidense que introdujo una gran cantidad de armas largas o de asalto en territorio nacional, so pretexto de recabar pruebas en su investigación de redes de contrabando entre México y EE.UU., ha cimbrado a la administración calderonista en su centro de actuar político y legitimidad de gobierno.



No solamente se demuestra que los operativos de seguridad del gobierno mexicano son dignos de un verdadero “Estado fallido”, ante la realidad de la absoluta permeabilidad de nuestra frontera, sino que ha sido el propio gobierno de EE.UU. que con la soberbia de su desconsiderado actuar, dejó a “su socio” Felipe Calderón al descubierto, abandonado a su propia suerte.



Con las impactantes revelaciones que siguen emergiendo al respecto, de ahora en adelante la lógica fundamental en que fincó su discurso el Gobierno federal de que la lucha contra el crimen organizado era un trabajo serio, de fondo y respaldado por Estados Unidos, ha quedado reducida a cenizas y poco más.



¿Cómo podría existir —nos preguntamos— algo que se llame “trabajo conjunto” y “cooperación internacional” en el marco de la lucha contra el narco, cuando los organismos estadounidenses han prescindido totalmente del Gobierno mexicano para montar sus operativos en nuestro territorio?



¿Cómo es que la secretaria del departamento de Estado Hillary Clinton en recientes fechas vino a respaldar y elogiar a Felipe Calderón, cuando la realidad es que no le han tenido la más mínima confianza para coordinar su trabajo con él?



El famoso “doble discurso” del gobierno estadounidense como parte de su característica estrategia de disuasión “good cop/bad cop” (policía bueno/policía malo) ha pasado del mero discurso a las acciones concretas: mientras que el “policía bueno” prometía reconocer responsabilidades conjuntas en el problema binacional del Narcotráfico y el crimen organizado que lava sus millonarias ganancias anuales en el sistema financiero estadounidense, el “policía malo” se puso a disponer del territorio mexicano para el montaje de sus “tácticas encubiertas” sin la menor consideración por el bienestar ni la seguridad de los mexicanos que habitamos al sur de su frontera.



Con este nuevo escándalo en el panorama político internacional, y dentro de la perspectiva de nuestras ya complicadas relaciones bilaterales, al Gobierno federal se le agotan las últimas líneas discursivas de defensa y justificación de su propio actuar subordinado al país del norte: que si “la violencia la hacen los violentos” y que “la maldad la hacen los malos. . .”.



—El problema aquí es que Estados Unidos ha violentado nuestra integridad y seguridad nacionales.



Todavía es prematuro el poder definir cuáles serán las consecuencias definitivas y de alcance ante hechos de una gravedad extrema, sin embargo sí puedo delinear cuando menos la siguiente previsión: que el gobierno de Barack Obama dará marcha atrás al modelo de relaciones bilaterales producto del último reciente encuentro entre ambos mandatarios, el cual mostraba como su principal componente la muy cercana colaboración política con su par mexicano para que a su vez éste pudiera proponer y promover que los agentes de seguridad estadounidenses puedan portar armas legalmente en todo el territorio nacional.



Esto lo argumento con base a que, mientras se vayan ir descubriendo todas las vertientes y aristas ocultas del fallido plan encubierto estadounidense en suelo mexicano, toda cercanía con Felipe Calderón representaría para EE.UU. no solamente un lastre, sino hasta un serio retroceso para el avance de sus intereses en nuestro territorio.



Lo que veremos probablemente es un congelamiento general de la agenda política binacional, y más bien un acercamiento privado de EE.UU. hacia las cúpulas de otras fuerzas partidistas en México para tratar de rescatar algunos acuerdos y compromisos fundamentales, con vistas a las elecciones presidenciales del próximo año, que se celebrarán tanto en México como en el propio Estados Unidos.



A pesar de la omnipresencia del cliché de que con la guerra contra el narco el público “hemos perdido la capacidad de asombro”, a mí me ha sorprendido de verdad el grado de deslealtad que Estados Unidos demostró para con “su amigo” Felipe Calderón: o la administración Obama tiene un serio problema de impericia y desorganización cuya realidad se ubica más allá de la especulación, o bien se ha tratado de una verdadera “puñalada trapera” lanzada contra su ex-amigo de Los Pinos.



Cualquiera que sea el caso, no cabe duda que todos los mexicanos podremos estar de acuerdo cuando menos en esto: que el tráfico de armas desde Estados Unidos es un peligro para México.

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