viernes, 24 de junio de 2011

La tormenta que se avecina

Conscientes o no, hoy vivimos el preludio de la tormenta que se avecina. No será el fin del mundo pero probablemente será la restauración. Sin filiación partidaria, como la mayoría de los ciudadanos, soy testigo de la maniobra de los partidos -especialmente la del Revolucionario Institucional-, para obstruir reformas que podrían servir para paliar nuestra ilusión de vivir en un régimen democrático

No dudo que muchos estemos dispuestos a impulsar candidaturas ciudadanas aunque sea para probar que estamos preparados a votar en contra del oligopolio del poder formal de los partidos políticos, tal y cómo éstos han predispuesto por la legislación, pero en contravención a los principios originales de nuestra Constitución Política, y de las más básicas garantías individuales.

Desafortunadamente, siguiendo el proverbio de "quien parte y reparte se queda con la mejor parte", los partidos políticos se arrogaron la exclusividad del derecho a ungir candidatos. A través de sus representantes en el legislativo, aprobaron reglas que impiden que cualquiera que no sea parte de "ellos", pueda aspirar a contender por un cargo de representación popular.

Las consecuencias están a la vista: hijos, parientes, ahijados y hasta "juanitas", para vergüenza de mi género, consiguieron curules en el poder legislativo, bien para renunciar a ellas para favorecer al sustituto, o para sustentar posiciones que obedecen y obedecieron ciegamente a las líneas partidarias -sin involucrar la consciencia, si es que alguno cuenta con un ápice de ella-, a costa del futuro del país.

Pero ciegos son aquellos que no se atreven a ver las consecuencias de la continuidad de estas prácticas; obtusos si creen que la ciudadanía está integrada por 107 millones de imbéciles que no saben organizarse.

No estoy yo para alertarlos. Por el contrario, el silencio impera porque cualquier estrategia difundida antes de ser aterrizada sólo puede ser saboteada. Baste decir a aquellos que piensan que nada pasa ni pasará, que el éxito en las elecciones del próximo año no necesariamente dependerá de factores que puedan controlar.

El voto corporativo seccionado y comprado con despensas les hará pensar lo contrario, pero a nivel nacional somos más los que consideramos que ya es suficiente.

Sin importar el partido político que ocupe la plaza, estamos dispuestos a demostrar que es inaceptable el diezmo en las licitaciones, la corrupción, el corporativismo y el nepotismo. Y a pesar de lo que las televisoras pretendan venderles, hay y habrá una ciudadanía a la que no podrán convencer con propaganda mediática.

No importa cuántas veces aparezca en pantalla el afortunado en turno, somos más los dispuestos a votar a conciencia; más los dispuestos a participar. Y ustedes, los de la clase política acostumbrada a promoverse en campañas televisivas pensando que con ello van a llegar a la voluntad de aquellos cuyo voto no está comprado, tendrán que idear nuevas formas de convencer a un electorado decepcionado y contrario a su monopolio del poder -cualquiera que sean las siglas de su partido-.

Exiliada del Gobierno de Zedillo y perseguida por el Gobierno de Calderón, me sumo a la ciudadanía insatisfecha; a aquellos que no venden su voto a cambio de los favores monetarios conferidos a sus tristes líderes, dispuestos a vender su alma al diablo, independientemente del género que adopte.

Pero a aquellos que hoy creen detentar el poder les anticipo: no den por sentado que el resultado de las elecciones del Estado de México son vaticinio de lo que resultará de las elecciones del próximo año. Participes como seremos de la tormenta se avecina, somos muchos los que no estamos dispuestos a ser meros observadores. Y sin importar el resultado de las elecciones estatales, anticipo que para el 2012 serán muchas las sorpresas y que somos muchos los dispuestos a luchar por un México mejor.

Escúchenlo claro y fuerte: este gobierno nos ha decepcionado, pero ello no valida la actuación de los que le antecedieron. Mal uno y peor los otros. Pero comprendan que a diferencia de la impunidad de los gobiernos del 68 o del 72, hoy no podrán acabar con un movimiento arraigado en una población dispuesta al activismo como nunca antes. Los ciudadanos de hoy no estamos dispuestos a aceptar una regresión a aquello de lo que nos libramos.

Correrá el agua antes de que el rio les demuestre que los que estamos dispuestos a participar tenemos más poder del que ustedes se atreven a suponer. Así que reconsideren sus planes y esperen lo inesperado. Pronto sabrán de nosotros los ciudadanos, a quienes ustedes han intentado usurpar el poder.

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