En la entrega anterior comentábamos que tanto en el gobierno de esta capital, a cargo de Marcelo Ebrard, como en el movimiento ciudadano que ha ido construyendo Andrés Manuel López Obrador se analiza muy de cerca la estrategia priísta para ganar, primero, la elección del estado de México, y luego, la presidencial del año que viene.
El asunto, según los estrategas, es muy serio y seguramente el que decida el camino que se va a tomar en la contienda política de 2011. Por eso la justa electoral del próximo domingo en el estado de México se convierte en el mecanismo de fraude más novedoso, y por ello en el campo de experimentación de mayor trascendencia.
Así las cosas, al anunciado triunfo desde los medios electrónicos, que buscan a todas luces inhibir el voto, se pretende ahora señalar que en la elección de gobernador en el estado de México no va a pasar nada, y de ninguna manera significa un ensayo político con miras a la elección presidencial.
Buena cantidad de analistas explicaron, hasta la saciedad, que la tierra donde domina el grupo Atlacomulco sería el campo de experimentación para definir estrategias rumbo a 2012. Ahora el discurso ha cambiado, se trata de una elección como cualquier otra, sin mayores problemas y con la decisión ciudadana bien planchadita, gracias a la lluvia de opiniones desde cualquier micrófono, que ya dieron por triunfador a Eruviel Ávila.
Ya decíamos que eso de publicitar una, diez, veinte veces al día que el candidato de Peña Nieto lleva tal ventaja, que nada ni nadie –incluyendo al votante– le arrebatará el triunfo publicitado no es más que la estrategia que busca castrar la libre decisión del ciudadano. Entonces, si resulta tanta la ventaja, si no hay modo de cambiar el destino anunciado, ¿para qué votar?
La idea es que la gente que busca el cambio no vaya a las urnas, para que eso que llaman el voto duro del PRI se adueñe del escenario electoral, y entonces sí, el 30 por ciento, que ahora sólo es una verdad de las encuestas y los opinadores, se convierta en la realidad que se pretende.
Hasta ahora la estrategia ha funcionado, tanto que desde todos los frentes de oposición se llama a la gente a ejercer el derecho ciudadano a elegir gobernante, pero entre la población hay desánimo creciente por acudir a las urnas el próximo domingo, sobre todo en aquellos que no han definido su sufragio y son testigos del cúmulo de irregularidades que encierra la campaña del candidato de Peña.
El llamado a la población está convertido en un SOS que se lanza con el fin de romper la estrategia reina que se prueba ahora con miras a 2011, y para hacerla fracasar desde ya, en los comicios de domingo venidero. No hay supuestos: tanto en el PAN como en el PRD se tiene conciencia del tamaño y la trascendencia de la estrategia, y se buscan formas –tal vez muy tarde– para reanimar a la población.
De cualquier forma, pase lo que pase en el estado de México –no hay por qué descartar sorpresas– se hace necesario tanto el análisis profundo como la denuncia de este proceso de inhibición del voto a partir de la propaganda sostenida por encuestas y opiniones a favor de un candidato al que se impone como invencible. Nada más hay que ver lo que se hace por Peña Nieto en el caso de la presidencial.
Por eso no es posible decir que la elección en el estado de México es tan normal que pasará inadvertida para la historia del país. En otras palabras, el cochinero encuentra nuevos cauces, pero no deja de ser cochinero.
De pasadita
José Luis Luege, el panista de la Conagua, ya no encuentra pretextos para explicar las inundaciones en las colonias de los límites del estado de México con el Distrito Federal, sobre todo por aquel espot publicitario en el que se decía –o se dice, alguna estación de radio aún lo transmite– que los gobiernos panistas habían salvado de las inundaciones a millones de personas en los lugares donde precisamente hoy la gente tiene el agua hasta el cuello.
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