Hoy se reúnen el poeta Javier Sicilia y otras víctimas de la fallida y totalmente perdida guerra contra el narco con el principal promotor de semejante locura, Felipe Calderón.
Afortunadamente no estarán en el evento los secretarios de Seguridad Pública, Genaro García Luna; de Marina, Francisco Saynez y de Defensa, Guillermo Galván.
En lo personal espero que Sicilia no se deje atrapar en las redes de la demagogia que le tenderá Calderón y que el poeta y las otras víctimas de la guerra perdida contra el narco alcen la voz y digan las cosas con absoluta claridad.
Confío en Sicilia, en su moral, en su formación en una familia católica de clase media alta de la Ciudad de México, en la solidez de los valores cristianos que le transmitieron su padre, un hombre de profunda fe que escribía poemas, y su madre, una creyente poseedora de un ejemplar sentido de la justicia a la que siempre han apasionado los grandes desobedientes como Gandhi, Luther King y Tolstoi.
El mejor Javier Sicilia, el que ha vivido de y para la literatura, el católico convencido, el que de joven quiso ser sacerdote, debe hoy expresar con toda la fuerza espiritual que posea la tristeza, el miedo y la rabia de cada día más mexicanos a los que ha dañado, en exceso, la guerra perdida de Calderón.
Y si después de esto Calderón no hace caso, a la desobediencia nos tendremos que ir todos. Porque no es justo que un mal gobernante incapaz de reconocer sus errores esté causando tanto daño a tantas familias, en un proceso demencial que si no se detiene terminará con la destrucción de México como nación soberana.
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