Si los partidarios de las políticas democráticas y humanistas propuestas por AMLO para México nos supimos defraudados por el abuso de la manipulación y omnipresencia mediática oficialista del aparato oligárquico al mando de Calderón y sus socios, con toda la fuerza financiera del Estado a favor del candidato salinista de derecha Enrique Peña, imaginemos las estrategias de control y propaganda chavista de los medios en Venezuela durante las campañas presidenciales de allá, donde el candidato opositor Henrique Capriles contó con un porcentaje infinitamente más desequilibrado, de una sola aparición mediática por cada 30 en comparación, entre él y el dictador militar venezolano que ayer se consolidó de nuevo en la silla presidencial, a base de presentarse como el “elegido democráticamente” por la inconcebible propaganda montada a su favor en las pantallas masivas que el mismo Hugo Chávez controla a tutiplén como lo ha hecho y continúa haciéndolo Fidel en Cuba “en cadena nacional”.
Pero aun así, el pueblo luchó, como lo hizo el nuestro recientemente, por erradicar al régimen, y casi derrota históricamente Capriles a Chávez.
Triunfa el pueblo venezolano “adoctrinado” y Capriles continuará con su misión opositora. La población venezolana habrá de seguir padeciendo las patologías sociales derivadas de las políticas de Estado producto de la “revolución bolivariana”, y en plena consciencia civil, habrá de esperar, de trabajar más arduamente para derrocar al gobierno chavista. Se entregará el joven candidato opositor que se jactó de jamás haber perdido una elección popular habiendo “perdido” ésta, a la tarea de restaurar la democracia con miras al futuro.
Emerge naturalmente la comparativa con la situación en México, porque el gran liderazgo progresista de AMLO, ha decidido asumir, reagrupando sus fuerzas en MoReNa, que fue la propensión a caer en el adoctrinamiento del Estado por medio de las pantallas masivas a su servicio quien ganó el 2 de Julio; que fue por causa de la falta de educación civil, de la extrema pobreza de un pueblo mucho más vasto que el venezolano y la deliberada corrupción que ha corroído el ámbito de la sociedad mexicana para lograr dicho propósito, lo que impidió el triunfo. La ignorancia de una patria engañada y controlada que se ha mantenido así por siglos, para lograr este propósito.
La lección ha sido aprendida y recogida con humildad, con miras a una mucho más efectiva organización, por la única fuerza social en pos del cambio verdadero que no dejará de gestarse ni en Venezuela ni en nuestro país, para volver a contender en el 2018 en nuestro caso, por la regeneración nacional que a México urge, en base al progreso que trae de la mano la educación, la concientización, la restauración de la libertad y la integridad de todos los habitantes del país, que ayer domingo aún no ha podido darse tampoco en Venezuela.
La esperanza no muere, porque con líderes como AMLO o Capriles, el pueblo fragmentado por ambas tiranías, nunca estará solo. Una, franca y abierta, y la otra, la nuestra, velada, simulada dentro del mismo sistema depravado de gobierno que solamente releva simbólica y cínicamente al títere siguiente, para satisfacer exclusivamente a los dictámenes transnacionales.
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