lunes, 26 de noviembre de 2012


Contra el tipo “di Costanzo” 

HÉCTOR PALACIO@NietzscheAristodom 25 de noviembre de 2012
Una cosa es el pragmatismo, otra, la traición. Sin embargo, hoy, en ausencia de convicciones, el político mexicano transita entre ambas posibilidades. Se dice que no hay peor lacra humana que la corporizada por los políticos. En realidad, hay excepciones. Y sobre ellas sería deseable que se construyera una mejor sociedad.
Se comentaba desde hace tiempo que Mario di Costanzo, un individuo con toques de arrogancia pero sin brillo de especie alguna y en apariencia salido de la nada, inventado hasta cierto grado por López Obrador al nombrarlo secretario de finanzas del “gobierno legítimo” primero y posteriormente, en pago quizá, al promoverlo como diputado federal por el Partido del Trabajo, habría negociado durante el proceso electoral pasado con el equipo del candidato del PRI. Dos datos podrían ratificar dicha presunción: 1. La defensa hecha por el entonces aún diputado a favor de Luis Videgaray y en contra de Ricardo Monreal en el caso PRI-Peña-Scotiabank y, consecuentemente, contra la postura y las impugnaciones del Movimiento Progresista durante la breve reyerta postelectoral. 2. El hecho de que Costanzo se diga traicionado al haber sido excluido del gabinete presidencial del candidato López Obrador.
Federico Arreola, en su columna del 23-11-12 en SDPNoticias.com, opina que el personaje en cuestión tiene garantizada una posición en el nuevo gobierno pues como López Dóriga ha afirmado en su columna del mismo día en Milenio, “ya ha hablado” con Videgaray, a quien conoce como resultado del encuentro de ambos en la cámara de diputados. Con lo cual, todo engrana. Y quienes desde la “izquierda” defendieron apasionadamente al ex diputado, se miran con las narices sangrantes y, aun, perplejos; a menos que simpaticen aún con el cauce de las cosas.
Si Costanzo fuera militante de cualquier partido político, aun de la facción Nueva Izquierda del PRD o deambulara por los rumbos de Rosario Robles o Ramón Sosamontes, se entendería absolutamente su proceder. Estaríamos hablando de un ente sin escrúpulos que simulando una ideología, tuerce el brazo al cabo o negocia lo más conveniente a sus intereses personales. Allí sí, estaríamos ante pragmatismo puro. 
Mas resulta que el ciudadano Mario ha sido representante hasta hace muy poco y beneficiario asimismo de la única corriente política que en México es oposición auténtica al régimen llamado neoliberal establecido por órdenes del Fondo Monetaria Internacional y el Banco Mundial desde hace 30 años; la encabezada por López Obrador. Desde allí, por la razón que fuere, quiso jugar su prestigio; si es que pensó en semejante cosa. Pero Mario no ha sido consecuente. Tal vez quiera asegurar su quincena, pero, éticamente, ha elegido el campo equivocado. Como cualquier Chucho, Juanito o mediano burócrata hambriento, se ha convertido en una lacra. Es decir, en un inútil, más bien, en un perjuicio para la sociedad (en la ambición de la pureza, ¿qué hará López Obrador para prevenir al MORENA de casos semejantes, comprenderá alguna vez que su íntima estimación política-cristiana no es generalizable, que no hay pureza en política sino, cuando mucho, ciertos criterios éticos mínimos?).
¿Cómo justificará Mario sus casi ardientes –casi, por simuladas y grises- defensas de los planteamientos lopezobradoristas en relación, por ejemplo, a Pemex, cuando su nuevo grupo le demande, aun tangencialmente, apoyar lo que será la propuesta de la ambicionada reforma petrolera? Para concluir pronto, Mario, en un breve lapso de tiempo, se encontrará en las antípodas. ¿Pero, cómo lo justificará?, es la pregunta. Existe una fórmula muy natural a los políticos: Cinismo. Desde allí, todo se vale. ¿También la traición?
No debiera haber sorpresa alguna en el caso del ciudadano Mario, quien ya había dado muestras de ambigüedad no solo política, también personal. En lo público, sobre el tema de Pemex, el personaje fue exhibido por Alfredo Jalife desde hace varios años, cuando ambos participaron en los debates al respecto en 2008. En lo personal, sus extraños textos en twitter, esos que procuran hacer chistes tontos a costa de situaciones humanamente lamentables o al pretender pasar por intelectual cuando excesivamente lejos está de ello, lo han mostrado como una persona con dobleces y, peor aún, torpe.
No se puede estar de acuerdo con la posición que observa que este es otro caso de mero pragmatismo. Existe indudablemente traición a los ideales, si no encarnados en lo personal, al menos a esos que se ha aceptado y aun simulado defender. Y no se trata de juzgar o “linchar” a la persona por sus actos incongruentes, sino de aclarar los elementos de interpretación. “Weberianamente” hablando, no se puede simpatizar con el tipo “Mario di Costanzo” -el tipo simulador, tartufo, saltimbanqui habitante de las antípodas-, como un elemento cualitativo de la política. Y ello aplica para los políticos de cualquier denominación.
Llevada al extremo, esta lógica de justificar y defender la traición como pragmatismo nos ubicaría en la situación de aceptar como éticamente válido que el ferviente defensor y promotor de la guerra de Calderón contra el narcotráfico de hoy, diera un giro inesperado mañana y se convirtiera en el más radical acusador del panista con el fin de llevarlo a prisión por la cantidad enorme de muertos generados por semejante política sangrienta. O como pragmatismo político también, esta lógica alcanzaría para elogiar la felonía brutal de Victoriano Huerta al engañar, burlar y asesinar al presidente Francisco Madero.
¿” ¡Qué chingón es Victoriano Huerta, madrugó y mató a su jefe, al güey inocentón de Madero, y se convirtió en presidente!”, debiera ser la muy mexicana y pragmática conclusión?

No hay comentarios: