sábado, 24 de noviembre de 2012


¿Televisa detrás del poder peñista?

, es decir, el Ministerio Público; al grado de que una de las estrellas de telenovelas de ese poder mediático se matrimonió con el entonces viudo (muerte que generó sospechas por lo misterioso) y fue usada como carnada electorera, una vez que Peña se abrió de capa para imponerse como precandidato y luego candidato único para disputar la Presidencia de la República, por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), al competir con el Partido Acción Nacional (PAN) y su candidata Vázquez Mota (a la que Calderón estuvo atacando en su intento de imponer a Cordero), y con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) que postuló a López Obrador mediante una encuesta (que Cuauhtémoc Cárdenas reprobó, para continuar su animadversión contra el tabasqueño, al que sigue aventando cáscaras de plátano, como la más reciente: le “deseo suerte en la construcción de su partido, pero no le deseo suerte para derrotar al PRD”).
 
Calderón maniobró para que perdiera el PAN, lo que lo convirtió en lo que es, un traidor. Se fue amoldando a la candidatura peñista, pues aumentó el miedo por su victoria pírrica y tramposa de 2006; a toda costa contribuyó (en complicidad con el Instituto Federal Electoral, IFE, y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, TEPJF) para sabotear a López Obrador. Ya escribe Josefina Vázquez Mota sus memorias de candidata, y sabremos más de las maniobras trasbambalinas de Calderón.
 
Krauze, Aguilar Camín, etcétera, postulan la reelección, pero no si es de Hugo Chávez. Quieren una democracia sin adjetivos… Pero sin sus enemigos: la reelección es sólo para sus admirados estadunidenses. El caso es que los intelectuales orgánicos junto con Salinas, Zedillo, el mal gobierno calderonista, Televisa, Tv Azteca y sus locutores y periodistas, apoyaron a Peña-PRI. Y al pasar por encima del cadáver del PAN, la compra de votos y el encubrimiento del IFE y el TEPJF, con la bendición de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que no ejerció su facultad de tribunal constitucional respecto a la violación sistemática del Artículo 41 constitucional, coronarán al nuevo monarca sexenal. Las elecciones de julio de 2012 no fueron limpias, equitativas, imparciales. Fueron sucias, inequitativas y parciales. En la nación quedó un gran malestar político. Suponiendo sin conceder que Peña obtuvo 19 millones de sufragios, entonces los 30 millones de votos de la oposición representan la indisposición. Y una de las cosas que más desasosiego político provoca es el apoyo de Televisa al peñismo. El núcleo de intranquilidad civil es el movimiento Yo Soy 132, cuya esencia es, precisamente, su crítica a Televisa (consultar el ensayo de Antonio Attolini “Manual para entender el Yo Soy 132”, Enfoque, Reforma, 7 de diciembre de 2011). Fue el de Televisa un apoyo del poder de la comunicación a cambio de uno económico que, indudablemente, seguirá como vasos comunicantes Televisa-Los Pinos, Televisa-Palacio Nacional, Televisa-Presidencia.
 
El poder político está atrapado por Televisa. Y “El poder político pierde autonomía cuando moviliza recursos externos económicos, y de otro tipo, como los de la comunicación. Estos últimos han desarrollado enorme capacidad de influencia, la cual también limita al poder público, y no siempre para bien, sobre todo cuando forma uno sólo con el poder económico. Su fuerza es tanta que puede llegar a cegar a los políticos, y hacerlos perder de vista que quienes los hicieron ganar fueron votantes en las urnas, y no conductores de televisión en las pantallas”. Éste es el último párrafo del ensayo periodístico de la politóloga Soledad Loaeza bajo el título “Quien gana las elecciones, ¿gana el poder?” (aparecido en La Jornada el 11 de octubre de 2012).
 
Televisa y sus alianzas con el poder presidencial peñista, a través del director de Comunicación, David López, y sus enclaves en las dependencias, incluso en la Cámara de Senadores, con Carlos Olmos Tomasini, y en la Cámara de Diputados, con Óscar Argüelles (ambos sirvieron al calderonismo y al PAN, pero están de regreso al PRI de Peña), se han convertido en amenazantes poderes fácticos y mediáticos contra el periodismo crítico y todo aquél que no comulgue con las ruedas de molino de Azcárraga y Salinas Pliego. A su vez, Olmos y Argüelles tienen en sus manos el poder de la publicidad oficial que durante el panismo manejaron prejuiciosamente, clasificando a periodistas y medios de comunicación escritos como enemigos, para negarles esa publicidad.
 
De no tener límites Televisa y sus cancerberos, pasarán de plano al avasallamiento del periodismo independiente que divulga información veraz y ejerce la crítica, sobre todo contra el abuso de funcionarios y servidores públicos (incluido el mismo presidente de la República). Televisa es un poder complaciente con quienes se ponen a mano con ella. Sueltan a sus locutores para atacar a los periodistas que no aceptan límites a su trabajo (que no sean los derechos y obligaciones que establece la Constitución), para regir la conducta del periodismo democrático y republicano

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