EPN, gabinete y el provinciano periodismo mexicano
¿Han leído terminajos como “rebatiña” o “rebatinga” en la sección política de los periódicos locales cuando han viajado a los estados de la república? Es muy común en ellos el uso trasnochado de este y otros conceptos al grado de mover, no a la risa, sino a la desazón. Pero no es privativo de la provincia, incluso en la ciudad de México se puede leer cierto anquilosamiento entre muchos columnistas. Por “rebatiña”, por ejemplo, este periodismo refiere la disputa velada o descarnada del poder, los cargos o el erario públicos entre los distintos grupos o personas de un mismo círculo. Si se lee su significado en el diccionario, la palabra se desprende un tanto de su fealdad fónica: “Acción de coger deprisa algo entre muchos que quieren cogerlo a la vez.”.
El periodismo provinciano parece estar exageradamente atento de la vida de los funcionarios públicos, hablando del menor detalle de sus movimientos, de sus palabras, de sus planes, de sus habilidades y negociaciones, etc. Los ejecutores de la política se convierten para este periodismo en el propósito de su existencia dejando de lado o soslayando el pensamiento o los programas en relación al sentido de la sociedad y el país.
Como si en el seguimiento del funcionario, el periodista encontrara su razón de ser. O como si con la pluma desteñida quisiera llamar su atención o eventualmente deseara estar en su lugar y ganar algo de lo que el burócrata disfruta, ya siquiera su simpatía, al menos un guiño.
Este provincianismo trasnochado del periodismo se ha extendido últimamente por casi toda la prensa nacional. Prácticamente todos los periódicos y periodistas de “prestigio” se desviven por adivinar, ubicar, promover, anticipar, ganar la nota sobre cuál será la posición de tal o cual burócrata en el gabinete de Peña Nieto. Especulan, hablan de quienes rodean al priista como si se tratara de genios, de audaces hombres de poder, de espíritus elevados insuflados de virtudes, inteligencias y características especiales; o simples “maestros o viejos lobos del arte de la política”. Apresuran el elogio, se precipitan por garabatear “presidente electo” con el esmero expedito del adulador. Para ellos, Peña no es ya un ser inculto, pues la nueva envestidura le otorga nobleza y sabiduría. Y así, con escasos asomos críticos, se pierden en ese rapto, en la “rebatiña” de los políticos y en la propia del periodismo provinciano, decadente, carente de independencia, que solo vive para servir al poder y sus caprichos; o servirse de él en una sincronizada complicidad. Y miren que solo están hablando de Chong, Videgaray, Karam, Peña, Prida, Chuayfett Chemor, Coldwell…
La adulación y la obsequiosidad han marcado el pulso dominante de los últimos días en la provinciana prensa mexicana. ¿Es ilusorio esperar que no sea la tónica del sexenio? ¿La tónica del elogio y la ponderación acrítica y desmedida del burócrata sobre el interés del país?
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